CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

25 septiembre 2006

Calidad de vida

¿Qué es calidad de vida? ¿Comodidad? ¿Calma? ¿Placer?
Nunca hasta ahora me había planteado seriamente vivir en la capital de nuevo. En su día me adapté rápido, fui feliz, me movía con soltura y mantuve contacto más o menos continuado con mis amigos. Nos fuimos a Pinto porque me pareció (y me sigue pareciendo) un lugar ideal para criar a un hijo, un pueblo que atraviesas de parte a parte en menos de una hora, con más parques que bares por metro cuadrado , cinco guarderías en dos kilómetros a la redonda, un colegio que promueve la integración, otro con nuevas tendencias educativas que fomenta la atención personalizada, varias ludotecas, tres polideportivos, dos piscinas cubiertas y el placer de pasear de madrugada por sus calles oscuras sin temor a ser asaltada, violada o asesinada. La policía vive con la calma de donuts y cervezas típica del Springfield de los Simpson.
Ahora, la posibilidad de vivir junto al trabajo, a 20 minutos caminando, cerca de los titos de mi hijo entusiasmados con él... me han renovado el contrato en el trabajo (lo harán)
Un bebé ya supone suficientes cambios. Dentro de un año, el niño podrá ir a una guardería y no tendrá mucho sentido haberse mudado por él, de un pueblo tan sano...
....
Pero desde que escribí lo anterior a día de hoy han pasado tres semanas y las circunstancias han cambiado un poco. Ahora calidad de vida significa no tener miedo. El padre del bebé se ha enterado de que estoy embarazada (no sé cómo) y está convencido de que el hijo es suyo.
Me cuesta ahora pensar con claridad, pero aprovecharé mi estancia en Sevilla para tomar una decisión al respecto... sin papás de por medio, gracias. No lo comentaré entre las personas de mi familia para poder ser yo quien decida sin presiones.

Elogio de la Mentira

Es el título del ensayo escrito por Volker Sommer que descubrí hace diez años y ahora vuelvo a leer llevada por el desasosiego que me produjeron anoche las mentiras de mamá. Porque mi madre, además de una santa, es una mentirosa muy fácil de pillar. Miente de un modo automático y gratuíto; si se siente acorralada, cambia unas mentiras por otras en lugar de reconocer la verdad; pero también miente sin venir a cuento, porque sí, creo que a veces no se da ni cuenta. Podría decirse que las mentiras de mamá son inocentes e infantiles, sin importancia, si no fuera por el detalle de que tiende a implicarte en ellas, sin tu conocimiento, enfrentándote a la violenta situación de mentir o dejarla a ella por mentirosa.
Ha mentido sobre el padre del bebé dando versiones distintas a personas diferentes. Su argumento es que no tiene que dar explicaciones a nadie, pero el hecho es que las da, aunque estas explicaciones no sean ciertas.
Puedo entender que algunas personas mientan para elevar su autoestima, ya que la realidad les resulta insuficiente o vergonzosa. También mentimos si percibimos una amenaza, para conseguir algo o para conservar algo.
Aun trato de asignar una hipótesis razonable a que mi madre mintiera a mi hermano sobre lo que comí, diciendo que había comido un bocadillo en lugar de menú, como si hubiera algo de malo en comer bien.
A veces el mentiroso tiene el poder porque es el único conocedor de la verdad ¿Se tratará de algo así?
Hace unos días mi madre quebrantó como el que no quiere la cosa tres normas fundamentales:
1. Violó mi intimidad escuchando todos mis mensajes del contestador.
2. Se metió en mis asuntos personales dando opiniones que no le había pedido.
3. Me mintió repetidas veces al verse "pillada"
Lo que más me preocupó de todo fue que en ningún momento reconoció haber hecho algo mal. Pues eso significa que mi intimidad corre peligro siempre que ella esté a mi lado. Para ella, ser madre te otorga derechos absolutos sobre tu hijo para siempre jamás.
Trato de mantener con mi madre una relación no-asfixiante, pero me resulta muy complicado. Vive con la absoluta convicción de que actuaré igual que ella cuando yo sea madre y me da pánico que lleve razón.
Espero cuando sea madre no perder nunca la conciencia de algo tan básico como que ser madre no te da derecho a todo en una maquiavélica ley natural destinada a traumar a los hijos de por vida.
Aquel día me sentí atrapada y lloré, con la angustia silenciosa del caco que acaba de pillarse los dedos con una trampa para ratones. Abrí la puerta con una ensayada expresión del disgusto para que el enfado se notara más que el amor, porque quería que mi madre me tomara en serio y estaba decidida a no someterme a su juego de poder. La encontré sentada sobre su doble pedestal de madre y de víctima, tomé sus manos entre las mías y la regañé como reprendería a mi propio hijo, recordándole que además de su hija soy una mujer adulta y que ser madre no te da plenos derechos por más que detrás de cada acción no haya más que un desmedido afán de proteger.
Le recordé lo que significa el derecho a la intimidad (no leer mis diarios, no escuchar mis mensajes, no leer mi correspondencia...), reivindiqué mi derecho a equivocarme y aprender de mis errores y le expliqué que sus mentiras traerían como consecuencia mi pérdida de confianza en ella, porque la palabra mal usada pierde validez.
No sirvió para nada. Me sigue acosando con la idea de mudarme de Pinto, sigue entrando en mi vida sin avisar y continúa tratando de decidir por mí. Antes de venir a Sevilla le dije que me concediera la oportunidad de ser yo quien le pidiera las cosas, en lugar de autoasignarse favores y responsabilidades que no le he pedido. Pues ya tenía decidido cuándo vendría a vivir conmigo, cuándo se iría (realmente no pensaba irse al menos en un año) y que será ella quien me acompañe durante el parto.
La sola idea de que mis padres hayan planeado irse a vivir conmigo indefinidamente me produce una angustia brutal. Puesto que las buenas palabras no sirven para nada mucho me temo que nuestra relación se acabará yendo al carajo. En las últimas semanas me he sentido tan atrapada como cuando vivía con ellos (he vivido con ellos dos semanas) pues desde la decisión más tonta (pepino o tomate) hasta la más trascendente (dónde vivir) son tomadas primero por ellos y luego me tengo que dar el trabajo de razonarles por qué no, siempre y cuando quieran escuchar.
Todo esto queda velado cuando me tumbo, respiro y mi hijo se mueve en mi vientre. Pero hoy es la primera vez en semanas que tengo la suficiente intimidad como para escribir en el blog... porque estoy a más de doscientos kilómetros y me parece que yo también debería haberles mentido. La mentira parece la mejor respuesta cuando la verdad es insuficiente. y si la sinceridad es una apreciada virtud, también es cierto que no ha hecho más que complicarme la existencia hasta donde me llega la memoria.

07 septiembre 2006

los amigos de toda la vida

Están esos amigos de toda la vida que desaparecen durante meses o que se enfrían como un café olvidado y a su regreso se retoma todo como si nada, tal que el famoso "decíamos ayer" sin que el tiempo haya hecho mella alguna, comprimido como un gas revoltoso en una sonrisa.
Últimamente llega la hora bruja, arriba o abajo, la llamada de Shunna casi a diario _bendito wanadoo_ y nuestro parloteo incesante tan solo interrumpido por su alto sentido de la responsabilidad. Y entre las cientos de opciones futuras que a una se le ocurren aparece la de compartir con ella casa, como fue nuestro sueño durante años.
Cada vez soy más consciente de que no puedo mantener ni mi trabajo ni el ritmo que me impone teniendo un bebé y no me resulta atractivo, por práctico que sea, dejar que le críen los abuelos durante mis jornadas de trabajo y tenerlo conmigo en los días libres. Tampoco me hace chiste vivir con los papás.
En breve tendré vacaciones y tiempo para pensar y tomar decisiones tipo A. Sé que cuento con tiempo, pero no es mucho. De momento mantengo la opción B, que no está mal y en función de los acontecimientos se irá decidiendo. Está claro que debajo de un puente no vamos a acabar. No sé aún cómo pero no muy tarde, mantengo el deseo de irme a vivir junto al mar. España tiene por fortuna muchos kilómetros de costa.

¿Crees en las señales?

Hoy mis cavilaciones han encontrado la paz sentada en el rellano del tiempo al comprender que ciertas decisiones triviales pueden quedar suspendidas indefinidamente, al saber que existe una opción A que no admite marcha atrás y una bendita opción B que consiste simplemente en no tomar de momento la opción A. Todo resulta entonces claro y sencillo, como uno de esos juegos de lógica recién resueltos.
Me vino la respuesta como una revelación, por uno de esos azares que tiendo a llamar "señales" y son la base de mis lamentaciones y mis bendiciones, la base de los cambios, a fin de cuentas. Creo en las señales como aquella escritora de "Al sur de la Toscana".
Cuando pensé que tal vez su padre debería saberlo (no ha muerto, a no ser que los muertos paseen tranquilamente por el parque). Entonces un rayo iluminó toda la sala y el estruendo nos asustó a mi bebé y a mí (desde ese momento se estuvo moviendo durante horas hasta que le amenacé con llamarle Agapito y, desde ese instante, o poco después, como la seda oye)El fogonazo me devolvió a la realidad mientras Darío (hoy se llama así, ventajas de los no-natos) comenzó a dar patadas como un poseso y me di cuenta de lo disparatado de la opción A (al menos, de momento)
Si descartamos los "para siempre", los "jamás" y los "nunca en la vida" las decisiones tornan a ser mucho más simples y la vida un poco más sencilla.

06 septiembre 2006

balcón con balcón

Un día estaba ahí, habitando en el piso de al lado. La encontré asomada a su balcón un amanecer que salí al mío para ver desanaranjarse el cielo y me contó que su madre había muerto y que se sentía muy sola. No tenía familia. Tenía un piso arrendado en Madrid al doble de precio de lo que le costaba este. Venía de Valladolid. Nos dijimos las cosas típicas que se dicen las vecinas balcón con balcón "qué calor", "yo prefiero tender por dentro", "ya sabes dónde estoy si necesitas algo"...; la oía subir su persiana cuando yo aún pereceaba en el sofá y sólo nos cruzamos balcón con balcón una vez más. Un buen día dejé de oirla. Temía convertirme en ella, o en algo parecido: una mujer solitaria sin más quehacer que limpiar cuatro motas de polvo y dejar pasar la vida esperando la muerte. Nunca la visité porque nunca me faltó la sal y, aunque me apenaba su soledad me daba vergüenza llamar a su puerta por temor a ser inoportuna y por no saber cómo iniciar la dichosa conversación. Y una mañana me di cuenta de que ya no subía su persiana.
Durante varios días una bofetada de olor podrido inundaba el rellano y pensé fríamente y sin maldad "se habrá muerto la vieja?"...
Hace dos días una pareja de jóvenes y una comercial abrían la puerta de la casa de al lado. Hoy un tendedero igual que el mío luce al sol una ropa más blanca que la mía y recuerdo con tristeza que la vieja me dijo que ella nunca tendía fuera. No puedo evitar imaginarla agrandando la lista de viejos que mueren solos habitando entre la marabunta de deshumanidades que tanto me oscurecen y, cada vez más, deseo criar a mi hijo en un lugar pequeño y llano junto al mar, donde los vecinos se inviten a comer, la gente se salude por la playa y no esperemos oler a podrido para saber que el de al lado ya no está ahí.
Madrid nos queda grande y estoy cansada de nadar sin rumbo en medio de este océano de brazos vacíos. Me duele mi soledad como una puñalada y a un tiempo me duelen todas las soledades de todos los solitarios.
Hoy me tomo vacaciones de niños durante un mes, mitad de trabajo... me he quebrado en las últimas semanas tratando de salvar cursos y sonrisas. He tenido una alumna que no sonreía jamás. No creo que haya conseguido que apruebe, pero los últimos días sonreía abiertamente y hasta creo que la oí reir alguna vez. Todos mis alumnos han avanzado mucho en muchos aspectos. Y ahora, que voy a tener quince días de vacaciones (cuando coinciden las vacaciones de los dos trabajos) y no voy a salvar a nadie, necesito un hombro o dos y un abrazo de oso y jugar a ser persona.
Shunna, preciosa, cómo te echo de menos.