CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

12 enero 2007

Ángel

Ya tienes diez días y hasta hoy yo no he tenido tiempo para nada. Me limito a alimentarte, alimentarme, dormir y arreglar todos los papeleos que tu presencia en el mundo implica. Te costó más de 24 horas salir desde que rompiste la bolsa de las aguas, el día 1 de enero a las 10’30 de la mañana. Naciste el día 2 de enero a las 10’35 (según apuntes médicos), con 3060 gramos y 50 cm. Los dolores de parto empezaron a las 18’30 y la dilatación se estancó en 2 cm prácticamente desde primera hora de la mañana. Milagros de la epidural, todo fue más sencillo desde que me la pusieron muy avanzada la madrugada. Necesité oxígeno y no sé cuántas inyecciones de no sé qué cosas... pero al final todo fue normal. A día de hoy, ambos estamos bien. Te alimentas de mi leche que reclamas a tu antojo. Tuve grietas en los pezones y bultos en el pecho pero ya estoy curada de ambas cosas. Tienes buen color... y buenos pulmones.
Tu abuela sigue viviendo conmigo desde mediados de diciembre y a veces su presencia se me hace más larga que un día sin pan, entre otras cosas porque no se calla la pobre ni debajo del agua y yo soy una gran amante del silencio y la soledad.
Javier te presume con orgullo como si fuera tu padre y te compra pañales y a mí me compra leche y agua mineral. Duerme conmigo mientras no está papá y cuando papá viene a casa me visita como los novios de antaño, con las caricias justas y el tiempo limitado.
Porque naciste el día dos y porque tu cara lo pedía así decidí llamarte Ángel
Tu nacimiento ha unido de nuevo a la familia, de más está decir que aquí era yo la oveja negra y quien se había separado voluntariamente de todos por cosas que sucedieron hace mucho tiempo.
Como dijo la Tachu (mi amiga Adela) “tener un hijo te ha vuelto todavía más buena...” y es que he perdonado a muchas personas desde que estás en mi vientre y me he reconciliado con la gente y con la vida, a quienes trataba con resentimiento desde hacía demasiado tiempo. Eres tan importante para mí que todo se relativiza cuando veo tus ojos buscando las formas y esos amagos de sonrisa y cuando me exprimes los senos con ansia y me haces gemir de dolor. A veces te miro y lloro no sé por qué... y es que eres tan frágil y tan fuerte al tiempo, tan poca cosa y tan grande a la vez que casi entiendo por qué muchas mujeres después de parir una vez van y repiten. Y es que venías mirando para el cielo, boca abajo como debías pero mirando para el cielo... y de esa manera me presionabas los nervios espinales y el dolor no cesaba jamás. Ahora me río al recordar cómo después de quince horas de dolor perdí el concepto de calma, respiración, relajación... y agarré a tu tío Daniel por una imaginaria solapa y le advertí que había perdido el control y que ya no sabía respirar ni nada.
Sé que esto es sólo el principio. Pero eres el principio más hermoso que me ha sucedido jamás.
Desde el tercer día y medio sonríes. Tienes cada vez más fuerza en los pies y en las manos. Abres los ojos desde tus primeros minutos de vida y fue tu tío Daniel el primero en tomarte en brazos. Creí que me costaría saber cómo cogerte, cómo alimentarte, cómo consolarte cuando lloraras... pero todo está resultando sencillo, como si fueran cosas aprendidas vidas atrás y que vienen a mi memoria sin saber que estaban ahí. Sé más que tu abuela, a la que tuve que reprender porque te arrancaba de mis brazos en cuando dabas dos berridos (y es que menudos berridos das). Ya te has hecho pis en mis manos, en las manos de Javier, en las del tito Dani y en las de la abuela... parece que te dejas un poco guardado para cada cambio de pañal. Eso es algo que por lo visto hacen todos los bebés, así que no te las des de especial por eso.
A veces pienso que estás ahí, durmiendo como un ángel, a causa de un montón de errores que cometí... y en cierto modo es verdad. Pero a pesar de ellos mi decisión de seguir adelante fue la más acertada que he tomado en mi vida. Cuando me rendí a las sombras te di a luz y ya nada está oscuro. Has iluminado mi vida y no dejaré que nada ensombrezca la tuya.