CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

28 diciembre 2007

Mañana mismo empiezo

Después de dos tardes de mate y juegos con mi hijo me he venido a pasar frío al despacho y me he puesto seria con mi persona. Parezco una funcionaria porque todo lo dejo para mañana. Se me acumulan proyectos a medias y todo lo que va para el trastero encuentra un triste rincón en el despacho. Y es que lo de “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy” no va conmigo, más bien lo de “mañana será otro día” y “todos los santos tienen octavilla”. Es cierto que mi hijo no me deja mucho margen de tiempo y que cada día reclama más atención; también es verdad que estos días atrás lo he disfrutado poco porque he tenido mil cosas que hacer. Pero ya se acabaron las excusas. Hay tres maletas en el despacho que no pintan nada y mucho por hacer y me gustaría comenzar el año con todo en orden. Mañana mismo empiezo... o tal vez no.

27 diciembre 2007

Mamá Sí es

Mi niño duerme, ya casi curado del catarro que al final le contagié. Ahora que se han contagiado los abuelos y que el tito mayor tiene un virus distinto y posiblemente contagioso nos refugiamos en mi hogar, nuestro hogar. Ayer justo deseé que así fuera, que dejaran las circunstancias de obligarnos a vivir en casa de los abuelos a causa de gripes, fríos, idas de luz y otros inconvenientes. Que el tito grande haya tenido que ponerse a morir para lograrlo... en fin. De nuevo los dos a solas.
Son unas navidades algo amargas. Bastante solitarias y por supuesto siempre ocurre algo que desbarata los planes. Y es que no aprendo que hacer planes no sirve de nada.
Un reciente amigo me ha dicho que no debo olvidar que además de madre también soy mujer y que tengo que disfrutar más, salir de vez en cuando, ir al cine, conocer gente...me río porque sé que es verdad y para qué engañarme con la excusa de que no tengo tiempo si yo tengo la virtud de estirarlo a mi antojo y hacer que la vida me cunda una barbaridad. Durante 2007 mientras trabajaba crié a mi hijo, me encargaba de la casa, realicé tres cursos que me están dando un montón de posibilidades y además encontraba tiempo para escribir, ver a los amigos, leer y hacerme una experta en sudokus. Pero aún estoy digiriendo los últimos cambios. Como buena tauro me tienen de lo más descentrada. Hace tres meses vivía en Madrid junto a mi hermano pequeño, tenía un trabajo que me encantaba, un minipiso destartalado y una vida muy distinta a la que llevo ahora, para bien y para no tan bien. Y aunque los cambios han sido cojonudamente buenos y estoy descubriendo el placer de ser mimada, la paz que da llevarte a las buenas con la familia, la emoción de iniciar una nueva trayectoria profesional repleta de posibilidades económicas, emocionales e intelectuales... vuelvo a tener acidez de estómago y a veces me siento tan sola que ojalá hubiera sido más firme en mi decisión de tener una cama más estrecha. Supongo que en el fondo latía el deseo de compartirla algún día con alguien y al fin se ve cumplido: he podido invitar a algunas parejas a pasar la noche en casa, tengo una cama grande donde caben los dos. De momento nadie la ha necesitado y el lado derecho sigue sin estrenar, frío como los langostinos muertos que esperan ser devorados en Año Nuevo.
Asumo que el descontento es parte de mi persona y me lo tomo con buen negro humor. Que no es mi naturaleza conformarme y que siempre querré algo más y el día que no quiera algo más estaré más muerta que viva.
El espíritu navideño no tiene nada que ver conmigo y me he contenido mucho antes de colgar de mi balcón un papá noel con una soga al cuello. Cuando mi niño pregunte quién es Papá Noel le diré que nosotros celebraremos el día de Mamá Sies y punto pelota. Ese día nos haremos regalos mutuos. Pero me temo que de los Reyes Magos no podré zafarme porque el mago del betún me trae buenos recuerdos y supongo que no tengo que pagar con mi hijo mis amarguras. Supongo que al final caeré en la trampa de esconder los regalos y guardar las cartas a los Reyes Magos en un baúl de madera escondido en un baúl de madera más grande. (Nota mental: comprar baúles de madera)

15 diciembre 2007

Puzzles

Sé que es muy tarde y debería estar durmiendo, que mañana madrugo como todas las mañanas desde que soy madre porque mi hijo es un reloj viviente y sé que para curar la gripe lo mejor es descansar. Pero hoy me ha dado por la meditación trascendental ¿qué se le va a hacer? Será porque es viernes, porque me he puesto una peli de llorar antes de irme a dormir y luego estaba demasiado triste o porque hace demasiado tiempo que no escribo en el diario sino en los cuadernos de siempre, esos que sirven para apuntarlo todo y que lo mismo guardan la lista de la compra, que un puñado de emociones recogidas en la cafetería.
Esta noche mi hijo duerme con sus abuelos y yo sola en casa porque temo contagiarles, aunque llevan toda la semana cuidándome. Me resulta extraño que se me mime estando enferma después de tanto tiempo cuidándome solita y es guay que te cuiden. Mola. Ya no siento ese afán desmedido por demostrar mi autosuficiencia. Me gusta que quienes quiero cuenten conmigo y he decidido que también está bien contar yo con ellos.
Me miro al espejo y me veo guapa, guapa de verdad. No solo porque me he cortado el pelo y me sienta de maravilla sino porque me ha cambiado la expresión del rostro desde el embarazo y también después de venir de Madrid. Es como si mi piel fuera menos gruesa, mi frente más despejada y mi mirada más transparente. Me veo y me siento distinta.
He estado en circunstancias menos complicadas siendo menos feliz que ahora.
El otro día mi hijo se atragantó con el dado azul de gomaespuma (nota mental: Ángel todavía no puede jugar con ese tipo de juguetes, se puede morir). El dado quedó para tirar, pero no lo he tirado porque le tengo cariño. En realidad eran dos, el otro lo tiene uno de mis antiguos amantes. No queda de la mujer que regaló ese dado más que una cicatriz que pica de vez en cuando en los días nublados. Durante mucho tiempo creí morir y quise morir. Tenía prisa por encontrar de nuevo el amor y rellenar ese espacio negro y enorme que me había nacido entre el pecho y la espalda y por otro lado temía volver a sufrir de la misma manera. Me daba mucho miedo quedarme sola, no volver a sentir Ágape nunca más. Cuando comencé a calmarme me invadió la pereza de todo y me limitaba a existir.
Mi hijo va a cumplir un año dentro de unos días. El miércoles dio sus primeros pasos y me eché a llorar. Gatea a una velocidad increíble y ya ha hecho sus primeros destrozos. Su vocabulario se ha ampliado bastante: mamá, a mí; abu, al abuelo; ita, a la abuela; tata, a la amiga de mi madre; gua-gua, al perro; qué hago, cuando tiene un juguete en cada mano; ya ta, cuando acaba de comer; dada al tito Dani; brrmm, brrmmm cuando está contento; godo cuando le preguntas cómo está... sabe hacerse entender y también entiende. Demuestra una empatía asombrosa con las personas que le rodean y alegra a todo el que le ve. Mi hijo es el resultado de toda una cadena desafortunada de acontecimientos, de decisiones que no hubiera tomado si las hubiera pensado fríamente. Pero está ahí y mi vida es otra cosa.
Estoy donde quiero estar. Todo está bien. Me siento en paz, como no lo había estado en mucho tiempo. Hay mucho por hacer, esto acaba de empezar pero no es un comienzo en el vacío. Me he reconciliado con mi familia; vuelvo a estar cerca de unos amigos, y lejos de otros, pero cerca de Shunna, Rafa, Rocío, Guel... y me gusta saber que están cerca de mí. Tengo tres currículum distintos, varios proyectos para presentar en colegios, parroquias y centros sociales, algunos contactos importantes, un sofá muy feo y una mesa muy bonita. Tengo la sonrisa pintada en la cara desde que me levanto y a veces durmiendo me río y mi propia risa me despierta. Me río varias veces a lo largo del día ¡a carcajadas! Y lloro de alegría dos veces por semana más o menos. Puede que en navidades me anime a volver a empezar a montar ese puzle de mil piezas tan bonito que me regaló Jorge por reyes cuando aún éramos felices y lo enmarque para celebrar que el puzzle deshecho que yo era hace unos años ya comienza a tomar forma y a parecerse a la muestra.
Seguro que este año encuentro unos zapatos que me calcen bien.