CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

30 noviembre 2008

Cold Saturday

Al final decidí no salir esta noche. El viento helado y el dolor de garganta convirtieron mi sábado en uno de tantos, de esos en los que el niño se duerme pronto, no hay nada en la tele, ceno lo primero que pillo y me dedico a nanear durante horas.
Vuelvo a estar acatarrada. Desde principios de otoño el niño y yo nos estamos pasando el catarro como si de una pelota se tratara y me planteo, ahora que él está mejor, alejarme de él un poco durante un par de días a ver si conseguimos parar esta pescadilla que se muerde la cola.
Tal vez no sería mala idea emplear parte del dinero que me prestó Alf en un buen masaje y acabar con esta contractura que extiende el dolor hasta el brazo y lo deja como dormido. Tal vez no sería mala idea cuidarme un poco para variar.
En uno de mis ratos tontos he estado rescatando diversos escritos, mails y conversaciones de chat que tenía guardados en el viejo ordenador. Lo cierto es que hace muchos años que mis cuadernos no tienen orden ninguno y de cuando en cuando aparecen en escena cuadernos casi vacíos, o escritos en medio de apuntes de cualquier cosa. Esto es lo único que está medio ordenado y es porque se ordena solo. Lo bueno que tiene escribir un diario, o similar, es que cuando lo lees pasados los meses o incluso años, contemplas la realidad desde una perspectiva distinta. Si además puedes leer las cartas o e-mails de años atrás también contemplas la realidad de otros desde una perspectiva más realista, ya exenta de emociones de primer orden. De lo primero que una se da cuenta es de que las emociones de entonces eran mucho más intensas de lo que recuerda; lo siguiente es darse cuenta de que nuestros sentidos y nuestros recuerdos nos engañan, a todos, sin excepción. Otro darse cuenta importantísimo es darse cuenta de que no tiene sentido arrepentirse de casi nada, aunque los conocimientos adquiridos nos hagan creer, a menudo ingenuamente, que sabiendo lo que ahora sabemos no volveríamos a cometer los mismos errores y no volveríamos a sufrir lo mismo si nos sucediera algo parecido.
Cuánto he cambiado. Qué diferente es ahora todo.
Creo que tengo una depresión estacional por primera vez en mi vida. Igual es que me estoy haciendo mayor.

29 noviembre 2008

Semana larga y lenta

Ha sido uno de esos conjuntos de siete días que pasan sin pena ni gloria, en los que no paras y tampoco acabas nada de lo que comienzas, o esa es la falsa impresión, porque lo cierto es que mi objetivos se han cumplido, los informes están entregados, corregidos y vueltos a entregar, el despacho está aparentemente ordenado, la habitación de invitados casi despejada, vaciado el armario del cuarto de invitados y movido, con estos bracitos, al cuarto de Ángel, que ha quedado reducido pero, como yo deseaba, lo suficientemente diáfano como para que el niño pueda potrear todo lo que quiera sin matarse... enchufes cubiertos, polvo excomulgado, juguetes peligrosos al trastero y apuntes y libros necesarios pero no por ahora también encerrados con las arañas anchas como mi mano.
Pero lo cierto es que ha sido una semana lenta, con demasiadas horas dedicadas a los solitarios del windows, a los puzzles japoneses y a la meditación trascendental.
En un nuevo sábado sin plan, por pura pereza, echo de menos los tirones de orejas de Miglo y me da coraje que se haya marchado tan lejos porque lo cierto es que es la persona que más me apetece ver ahora mismo (que nadie se ponga celoso, plis).
Admiro la valentía y arrojo con que Miglo se enfrenta a las situaciones más complicadas; yo siempre he sido muy cobardica para ciertas cosas y creo que podría aprender mucho de su asertividad... el tipo de asertividad de Shunna se me queda a cien años luz, aunque como bien dice ella, "más vale una colorá que cien amarillas"; pero Miglo podría escribir un manual de conducta asertiva y creo que no es consciente de lo muchísisimo que vale.
Lo cierto es que estoy rodeada de personas admirables y que también me he alejado voluntariamente de personas admirables, por falta de tiempo, por pereza, por inmadurez, por inseguridad o por soberbia pura. A menudo me pregunto por qué se me quiere tanto.
Porque las madres, los hijos y los hermanos te quieren por naturaleza o por convenciones culturales y la verdad es que a veces también me pregunto por qué me quieren tanto porque si he sido en ocasiones insoportable, lo he sido especialmente con mi familia. Y lo cierto es que visto pasados los años creo que lo que me han hecho o dicho no ha sido tan grave y si se agravó fue porque yo no lo hablé.
Mi exceso de consideración me ha traído muchos más problemas que mi exceso de sinceridad (que también se lleva lo suyo).
Hace ya más de un año que regresé a mis raíces, con más dolor por lo que volvía a tener que dolor por lo que dejaba y el tiempo me ha enseñado a volver a querer, me atrevería a decir, a querer como no había querido nunca y a escuchar como nunca había escuchado a las personas que, por misterios de la naturaleza, siempre me han querido.
Creo que nunca me había sentido tan cerca de mi padre desde que, hace más de veinte años, me iba con el cada sábado de excursión al campo y volvíamos cargaditos de frutos silvestres. No recuerdo haberme acostado nunca con mi madre en la cama a charlar hasta que mi padre se asomara cansadito a la puerta pidiendo permiso para irse a dormir. No recuerdo haber abrazado a mi hermano mayor derrumbada como lo hice la semana pasada; siempre le he admirado, pero no recuerdo haberle querido como ahora le quiero. Y hoy siento tanto haberle herido...
Tomaba café con mi cuñada y mi hermano mayor en un bar de viejos y mus, el café más malo y diarreico que había probado jamás, y desde el bar vimos a los abuelos con el niño en medio, cogiéndole de la mano, con el gorro de su tito Dani en la cabeza y la sonrisa abierta de par en par. Hubiera querido tener a mano una cámara para hacer una foto de ese instante, pero lo cierto es que desde que vivo en Jaén podría inmortalizar todos los momentos.
Ver a mi hijo con sus abuelos o sus tíos es siempre un instante digno de inmortalizarse.
Vale, no tengo un novio al que ponerle la mano helada bajo la blusa, que me haga cosquillas o que me reste la impresión de cama inmensa cada noche. Pero posiblemente soy una de las mujeres más afortunadas de este planeta y lo cierto es que a veces no me doy ni cuenta de la suerte que tengo.
En mi trabajo, en el que cada día realizo informes sobre diversas miserias humanas y especialmente sobre miserias que afectan a la salud de los más pequeños, sería una necia si no me diera cuenta y dan ganas de apuntarse a una religión cualquiera para poder darle las gracias a Dios.
Soy una mujer con suerte tan necia que se siente sola.

24 noviembre 2008

El embrujo de Jaén

Ayer cumplí con mi propósito de retomar mi vida social. Debo reconocer que me costó trabajo aparcar el trabajo para el lunes, que me daba una pereza terrible arreglarme para salir y que me costó no llamar a la abuela varias veces, como hago siempre que salgo. El resultado fue un alivio, una calma y un bienestar que no recordaba haber sentido desde hace mucho tiempo. Es vital compartir parte de tu tiempo con personas que hablen tu mismo idioma.
El lugar escogido, El embrujo de Jaén, era ideal para mantener una charla amena y dejar al paladar que disfrutara sin vaciar demasiado el bolsillo. La compañía, excelente. La penúltima copa, en el Chuby, otro lugar de Jaén magnífico para no dejarse la garganta hipotecada tras las dos primeras frases. Luego dormí ocho horas seguidas, otro acontecimiento digno de celebrarse, ya que ha sucedido contadas veces desde el nacimiento de Ángel.
La velada transcurrió entre comentarios más o menos serios, confidencias más o menos dramáticas y chistes más o menos malos. Hubo tiempo para el marido fallecido, el perro enterrado y hasta para la enana de Gran Hermano. La risa, la rabia, la tristeza, la Iglesia, la política y hasta la definición del concepto de madurez tuvieron cabida en una noche que se acabó porque a alguien se le ocurrió mirar el reloj y darse cuenta de lo tardísimo que era.
Es cierto que casi cualquier lugar es bueno en buena compañía, pero también es cierto que el lugar invita a sentirse bien. El sitio es tranquilo, la comida está rica, los camareros son atentos y los baños están limpios (y esto último, a ciertas horas de un sábado, es poco frecuente). Algo de embrujo tiene el sitio, eso es cierto. Tanto es así, que aunque está muy lejos de mi casa, cualquier día de estos hago tiempo y me paso una tarde para tomar un café.

22 noviembre 2008

Mudanzas

Odio las mudanzas, las odio a muerte. Tanto es así que no tengo con qué dar las gracias porque el dueño del piso no me haya subido el alquiler.
Es posible que me cambie de banco porque el mio me cobra hasta por respirar y ya me está enfermando el asunto de tener que cambiar mis domiciliaciones en todas partes.
Por ese motivo, mudar mi blog también me da mucha pereza. Cuando digo mudar voy más allá de cambiar la dirección. Quiero decir, borrón y cuenta nueva. Por un lado me apetece por el encanto que tienen los nuevos comienzos; por otro lado además de pereza no me gusta la idea porque puede parecer, y en cierto modo es, una huída.
Lo cierto es que últimamente no me muevo cómodamente en este sitio. Cuando hay buenas noticias, parecen sentar mal. Cuando son malas, hay quien parece alegrarse. No se trata de críticas mejor o peor tomadas. No es exactamente eso. Pero cada vez que le doy al botón naranja lo hago con cierta ansiedad, revisando lo que he escrito antes, buscando el punto criticable, la frase floja que va a dar pie a la "crítica constructiva" . Últimamente me da la impresión de que el tema sobre el que hable dará lo mismo. Y me siento como los niños hiperactivos que te dicen "yo quiero ser bueno, pero no sé cómo", niños que saben que tarde o temprano, sin buscarlo ni quererlo, recibirán una regañina.
Así que el bienestar que me producía escribir en este sitio desaparece por momentos. Por eso es que hoy me planteo no sólo dejar de escribir en él, sino borrarlo definitivamente.
Una vez conocí a un hombre que presumía de haber estado con más de 1000 mujeres. Qué campeón. Seguro que sus amigos le vitoreaban y por supuesto él se sentía muy orgulloso de eso. Yo he estado con unos 20 hombres. No me enorgullezco ni me avergüenzo de ello. A veces se han equivocado ellos, a veces me he equivocado yo, a veces nos hemos equivocado ambos y a veces los dos hemos vivido una experiencia muy chula que ahí se queda, en nuestro recuerdo. Pero a mí nadie me ha dado las palmas por compartir cama con 20 hombres, más bien todo lo contrario. Este blog ha sido testigo de ello.
Cuando cuesta distinguir entre crítica y ofensa la cosa se pone fea. El derecho a la réplica ¿es necesariamente un rechazo a la crítica?, el derecho a la crítica ¿es censurado cuando hay una réplica? ¿Tengo derecho a censurar o tengo la obligación de publicarlo todo, aunque ofenda?
A las dos de la madrugada no se piensa con claridad. Pero sí me hace gracia pensar que las críticas más feroces provienen de usuarios que tienen su blog encriptado.
No puedo permitir que en este punto de mi vida en el que me siento satisfecha, en que me siento lo suficientemente feliz como para seguir adelante con una sonrisa, pero no tan asquerosamente feliz como para no tener sueños, se me nuble el ánimo por tan poca cosa. Pero como sucede. Lamentablemente no he aprendido aún a hacer oídos sordos a las palabras necias, me planteo esto de la mudanza. Empezar de cero. Descartar definitivamente de mi vida a quienes no merecen estar en ella.
¿Es una huída desterrar de tu vida a las personas que nada te aportan y a las que nada puedes aportar? ¿Es igualmente una huída ignorarlas sin más? Es una huída. Claro que lo es. ¿Pero es justo resignarse a soportar el chaparrón vez tras vez, provenga de quien provenga?
Ahí está el dilema y en mi próximo post o en su ausencia, la respuesta.

21 noviembre 2008

San Viernes Bendito

Es un fin de semana sin plan, al menos en principio. Por supuesto, el exceso de trabajo tiene mucho que ver con ello. Cada semana me prometo a mí misma no permitirlo... y cada semana me miento. No obstante, me he encomendado a San Viernes y mañana sin falta me voy de tapas y cañas un rato. Me lo he ganado. Ha sido una semanita de lo más intensa.
Parte de la misma ha estado ocupada en mañanas enteras envuelta en abrazos de niños; me llevo de regalo un dibujo y una pegatina y ellos han colgado en su tablón un mandala que coloreé con ellos en clase. Me carga el humor jugar con la gente bajita, aunque me dé cuenta de que soy mala malísima jugando al baloncesto. Pero ¿qué importa no encestar ni una si todos me quieren en su equipo?
Este viernes, en lugar de llegar a la noche agotada, llego cargada de risa y de energía.
Pero es cierto eso que dicen sobre que me tengo que controlar un poco. Que tengo que aprender a delegar o a dejar ciertas tareas para después.
La mañana del sábado abren la guardería y es ese el plazo que tengo para acabar con todo el trabajo acumulado. El Sábado tarde/noche será para mí y el domingo para mi hijo. Si queda algo en el tintero se deja para el lunes. Punto pelota.
El móvil se queda en el despacho; las risas se van conmigo. Soy feliz.

19 noviembre 2008

haz un poder

Vivo con el estrés de los grandes yupis pero con menos dinero. Veo a mi alrededor cómo la crisis comienza a hacer huella entre la gente que conozco y me siento afortunada por haber encontrado trabajo... y uno que me guste precisamente en estos momentos. Así que cuido y mimo mi trabajo hasta la extenuación. Sé que como mucho este ritmo sólo será necesario hasta las próximas navidades y luego todo será mucho más sencillo, pero lo cierto es que trabajar a este ritmo me está prolongando la gripe, que mejora o se acentúa pero nunca termina de irse y que utilizo como perfecta excusa para zafarme de casi todo.
La agenda está repleta de tareas imposibles de cumplir en el plazo que me propongo y, por fortuna, me he dado cuenta de que algunas cosas se pueden dejar para otro momento. Así que he decidido tomarme un kit kat. Y qué bien sienta.
Mañana me tomaré un kit kat mucho más largo. De momento me conformo con un mate tranquila junto al balcón.
De vez en cuando me permito soñar un poco y me alegra saber que estoy preparada para ser asquerosamente feliz y también para saber que ciertas cosas no llegan solas, al menos tenemos que realizar un mínimo esfuerzo, lo que en mi tierra se denomina "hacer un poder", para que ciertas cosas ocurran.
Para empezar me he apuntado a una cena de colegas y a una quedada de solitarios empedernidos. Probablemente en ésta segunda todos sean muy sosos, muy feos o muy tontos, pero puede que sea divertido. Prefiero obviar la idea de que seguramente el pesado más soso, feo y tonto de todos me de la brasa hasta que se me dispare el genio que me ha dado la fama de borde, porque la profecía del autocumplimiento es muy poderosa y no conviene tentar la suerte. También es cierto que si continúo quedándome en casa trabajando todos todísimos los fines de semana ni encontraré al amor de mi vida ni a nadie digno con quien tomarme el próximo kit kat.
Estoy donde quiero estar. Hago lo que quiero hacer. Me siento bien y quiero y puedo sentirme mucho mejor. El punto de nieve ideal para hacer merengue.

16 noviembre 2008

dormir o no dormir, esa es la cuestión

Las tantas de la madrugada vuelven a pillarme desprevenida, con las ganas de dormir colgadas de las estrellas y el frío lamiéndome los pies.
Me dan las tantas, día tras día, tenga que madrugar o no y un sábado más sin plan y aún con el despacho desordenado, volándome las ideas una tras otra sin dejarme dormir.
No estoy tranquila. Las incertidumbres me ponen nerviosa. El futuro me mira con mala cara y el pasado no te quiero ni contar.
Me crispa la idea de pasar la navidad, una vez más, rodeada de seres a los que adoro pero que no hablan mi idioma.
Este fin de año, si no pasa nada raro, si todo va bien, me daré un respiro.
Sueño con la Navidad, por primera vez desde que era estudiante, con la certeza de que disfrutaré de vacaciones de profesora y entonces tendré tiempo, todo el tiempo del mundo.
El perro se me arrima buscando caricias y el niño duerme tranquilo en su cuna. Y agradezco estas horas de calma, tanto tanto que prefiero no dormirlas. Estas horas de no trabajar, no dormir y no limpiar. Estas horas de hacer lo que quiera y si es nada casi mejor. Me gustan tanto que aguanto el sueño todo lo que puedo. Nunca me apetece dormir.
Cuánto lamento haber perdido a Guel. Probablemente es el único amigo que me quedaría en Jaén. A los demás la vida los mueve más que las maracas de Machín. Van y vienen. Este fin de semana no queda nadie. Las novias celosas son una putada. Me alegraba saber que estaría ahí, que se podría una tomar con él un café de vez en cuando.
En la vida suceden a veces cosas extrañas, como esto de recuperar y perder a velocidad de vértigo, o esto de recordar pasado más de un año al amigo con quien tomaste una cerveza después de diez años sin saber el uno del otro.
Si lees esto, sigo enfadada contigo y mucho, muchísimo. Y tengo muchas ganas de decirte lo enfadada que estoy sentados frente a frente. Ahora, es posible que mañana se me pasen. Hemos de tener en cuenta que son las dos de la madrugada y tengo la cordura colgada con el resto de la ropa mojada.
Shunna echo de menos el homenaje que no nos damos desde hace años.
Migló, no tardes en volver. No me sueltes hasta que no me caiga si no me sujetas.
Alf, me has salvado la vida, te lo digo de verdad. Eres un ser increíble.
Jade, algún día pasearemos por el campo con la Luna y un ángel cogidos de la mano.
Avasallado, tómate una cerveza conmigo.
Rafa, recuerda que ahora estamos mucho más cerca.
Ana, Anita... ¿no te podías haber ido a vivir un poquito más cerca? Todavía tienes que conocer a mi hijo.
...
Algunas veces me acuerdo de casi todo el mundo al mismo tiempo.
Voy a esperar al sueño viendo dormir a mi hijo.

12 noviembre 2008

risas de otoño

Ángel está a punto de cumplir dos años y su carcajada ha cambiado; se ha buscado una risa pilla que da gusto oír y se ríe de distinta manera según de qué y en qué contexto. Cada día ves cómo el esbozo se convierte en dibujo.
Ya está bien: corre, juega, tiene hambre y se hace con el mando de la tele siempre que puede.
Tal como había soñado, me paso el día rodeada de niños, los de otros por la mañana y el mío por las tardes. Luché mucho para estar aquí, en el punto en el que estoy ahora pero sigo con la sed incansable que me condena a ser para siempre una mujer incompleta.
Tengo cierta facilidad para ser feliz y lo soy con frecuencia, pero me resulta muy difícil sentirme satisfecha. Con el sexo también me pasaba. No existía el amante suficientemente bueno y tardé mucho, demasiado diría yo, en darme cuenta de que no era una mujer anorgásmica, como pensé durante años, sino una amante exigente.
Hace meses que he asumido la soledad, a nivel afectivo-sexual, como una constante indestructible para el resto de los días; la maternidad ha multiplicado mi nivel de exigencia y ha reducido muchísimo mi tiempo libre y si antes no era sencillo llevarme a la cama (parezca lo que parezca), ahora ya es difícil tomar conmigo un café.
Cuando se acerca la navidad me entra la fiebre de besos y abrazos, me siento vulnerable y pequeñita y deseo desear con tantas ganas que me abrazo a la almohada y la empapo de sueños de lluvia hasta que me duermo para seguir soñando con más de lo mismo.
Es evidente que hay facetas que un hijo no puede cubrir (ni debe).
Cada noche me asomo a la ventana y cuando veo la luna llena me gusta olvidar que es sólo una piedra gigante y que tiene el poder de cumplir deseos.
Hace mucho tiempo, cuando me decían "pide un deseo" no se me ocurría nada. Era tan feliz que no necesitaba nada más. Y eso que era pobre, dependiente, mala estudiante y mi amante parco en palabras, abrazos y honestidad. Pero era asquerosamente feliz.
Ahora no sabría cual de todos los deseos escoger. Ahora, que no creo en la magia.
Por suerte para mi equilibrio y el de mi hijo (una madre desequilibrada no puede criar a un hijo feliz) habito un otoño plagado de risas inocentes y estoy descubriendo la belleza a través de los ojos de otros, de vencer al dolor cada día y de hacer de cada logro una victoria y de cada amanecer un regalo. Y cada día es una lección de humildad, cada día una lección de madurez y cada día una lección de feliciología.
Las paredes de las aulas respiran historias increíbles. Algunas son inventadas y algunas superan la ficción. La realidad me muerde la nuca por las mañanas y mis fantasías me empapan los muslos por las noches.
He conocido ya a varios niños que se enfrentan a la enfermedad y a la muerte con el miedo a cuestas pero sin recular. A muchos profesores que no se dan por vencidos ante un papel que anda dictando limitaciones y se empeñan en contradecirlo y muchas veces lo consiguen. Veo cada día desafiar la palabra "imposible" y ... sí, soy una cobardica, que se escuda detrás de su hijo pequeño y detrás de su trabajo para evitar una cita, para decir que desea enamorarse y al mismo tiempo no permitir que suceda ni el amor, ni un miserable café.
Y confiar es tan importante para crecer...
No sé si darme cuenta de esta realidad mía y contarla, escribirla para leerla y verla cuantas veces quiera servirá para dar un nuevo paso adelante o simplemente servirá para asumir que estoy condenada a escuchar las risas del otoño y no reconocer mi voz en su eco. Pero al menos hoy sé que yo también quiero reírme.

05 noviembre 2008

Oh caos

Siempre he sido muy desordenada, desde pequeña. No es que no me guste ordenar las cosas, es que no consigo mantener las cosas en su sitio, es más, hace demasiado tiempo que ni recuerdo tener un sitio para cada cosa. La lámpara, la puerta y la ventana, eso sí, se mantienen en su sitio, pero lo demás...
A Jorge le desquiciaba esta costumbre mía de expandirme allá donde iba y ocupar siempre todo el espacio disponible.
Hoy me he empeñado en ordenar el espacio del despacho. Todo ha comenzado por una estupidez. Tengo una contractura muscular horrorosa y la postura que utilizo tiene mucho que ver en eso, así que tengo que utilizar una mesa diferente para el ordenador. Para eso tengo que poner la mesa actual en alguna parte... y para eso hay que mover la estantería, la mesa grande y los dos muebles pequeños, que están llenos de cosas al retortero desde que vine a vivir aquí, hace ya más de un año. Ahora el despacho sigue desordenado y la entrada del pasillo está llena de cosas que tengo que bajar al trastero.
Mi despacho es como una prolongación de mí misma en mi empeño por conservar, o simplemente no tirar aquello que no hace falta, estorba.
Cuando veo a mi madre me explico el por qué de este Diógenes mío y ante la perspectiva de una nueva mudanza me pongo a temblar como un flan.
Lo cierto es que yo me lo he buscado y me doy tres horas para cambiarle la cara a mi despacho. Para celebrarlo, haré una foto cuando termine. Nunca se sabe cuándo volveré a verlo igual.
Manos a la obra.

03 noviembre 2008

La maté porque era mía

No sólo me ha sucedido a mí. He visto como muchas mujeres, muy inteligentes, muy independientes y muy válidas han tolerado excesos machistas por parte de sus parejas, a menudo sin darse cuenta, aceptando esa relación de superioridad masculina de un modo natural. Son muchos los años que pesan sobre nuestras conciencias, nuestro modo de pensamiento y acción y a menudo actuamos tolerando un sistema que rechazamos, como si lleváramos en los genes la impronta de las mujeres que nos precedieron.
A estas alturas del año van ya 56 mujeres... y no creo que pare. Las muertes violentas son escandalosas, más hoy en día, todo el mundo se entera. De las pequeñas muertes de la voluntad y la autoestima, de la muerte del amor para dar paso al miedo, de la muerte de la calma... se habla poco. El hombre sigue alzando la mano y la mujer sigue agachando la cabeza.
Conozco a hombres que se indignan ante noticias de este calibre, que defenderían a una mujer en apuros en un momento dado y que rechazan de lleno ese modo humano de amar, o de llamar amor a algo que no lo es. Esos hombres casados encelados de una mujer a la que desean y nunca tendrán; esos hombres que buscan la dependencia de ella hacia él y la aislan, a poquito, del resto del mundo hasta dejarlas solas y vacías frente a ellos, para que dejarles bien claro quién manda, o simplemente para que se den cuenta de que si ellos no las aman nadie lo hará; esos hombres que juegan a proteger a la mujer como si no supiera cuidar de sí misma... esos hombres buenos que cuidan a su mujer sumisa, obediente y callada y se divierten con la zorra de turno mientras la cena se enfría en la mesa. Esos hombres tan buenos, con fama de buenos hasta que la mujer se alza o simplemente un día no se comporta como es debido.
40.000 mujeres, sólo en España, tienen ya medidas de protección.
Me da por pensar que hay muchos modos de ponerse un burka.
Mi madre me contaba entre risas, creo que lo he contado alguna vez, que la mujer del cabrero llegaba llorando a mi casa cuando era la casa de mi bisabuela, llena de moratones día tras día. Mi bisabuela le dio el consejo más sabio que se podía dar en aquellos tiempos: "cada vez que tu marido te dé una paliza, vas y te comes una loncha de jamón del bueno"; la mujer sobrevivió al marido y supongo que tuvo que guardarle luto durante varios años, vestidita de negro en verano y en invierno. El resultado que me cuenta mi madre es algo así como.... "¡Y no veas lo hermosa que se puso!"
Que yo sepa mi abuela nunca le dijo nada al cabrero, ni creo que le dijera nada nadie. Yo sé que mi abuela se peleaba con el piconero para que no golpeara al burro. Que los carreteros golpeen al animal es mala cosa; que el marido pegue a la mujer es... ¿mala suerte?
40000 mujeres, que sepamos, aguardan muertas de miedo a que algo cambie. Y el gobierno y la opinión pública se debaten sobre si procede o no procede incluír la palabra "miembras" en el senado y otras tantas barbaridades en la lengua española, como si darle patadas al diccionario fuera lo mismo que dar patadas en los huevos a los machistas.
Si la menda fuera menos tiquismiquis para arrebatos machistas como celotipias varias, decir (no sugerir) lo que te tienes que poner; no aceptar la insatisfacción sexual sistemáticamente aunque tu pareja sea un desastre total, sólo porque está muy feo haber estado con muchos hombres; exigir una relación de igual a igual, no tolerar ni la bienintencionada superioridad de quien pretende protegerte del mundo y de tí misma, haciendo ver que te protege "a tí", cuando en realidad te protege "para sí"... no estaría condenada a la soledad por el resto de mi vida. Aunque, visto lo visto y vivido lo vivido, no creo que la soledad sea precisamente una condena, más bien una bendición mal apreciada.
En esta provincia y con este panorama esta mujer está sola, entre otras cosas, por estar muy "resabiá" y porque, dicho sea de paso, temor y amor están absolutamente reñidos. Lamentablemente, la lección más grabada que me quedó después de cuatro años de cuasisoledad ha sido la desconfianza ciega. No le echo la culpa a nadie. Son cosas que suceden cuando confías en las personas inapropiadas.
Cuando contemplas tu vida a través del cristal del tiempo ves muchas cosas que antes no veías. Nadie me ha matado, hubo suerte. Pero el fantasma de mi joven ingenua se me aparece a veces para recordarme cuán a menudo me puse el paño en la cara, agaché la cabeza y me merendé el orgullo por algo que confundí con amor.