CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

14 diciembre 2008

Ojos de gato

Corría el año 1933 cuando un tal Shaw viajaba en su coche durante una noche cerrada. Estuvo a punto de caer por un precipicio cuando los ojos de un gato al borde de la vía reflejaron la luz de su coche permitiéndole ver el peligro y librándole de una muerte segura. Así fue como Shaw inventó los captafaros y seguro que se hizo de oro con la patente.
Y es que a veces un hecho casual nos salva la vida, y no sólo eso, sino que nos la arregla enterita. Si ese gato hubiera mirado a un campesino o a un poeta loco, tal vez la gente se seguiría dando de ostias de noche por las carreteras. Todos tenemos un talento oculto hasta que la casualidad nos lo descubre o nos enciende el "clic" del darse cuenta de las cosas.
Antes de dormir paso minutos, a veces horas, buscando el botoncito, la idea, el dichoso clic que me saque de apuros. Asomada al abismo de mi montón de dudas busco a veces que un gato me mire y se me encienda la lucecita que me indique el lugar a donde quiero ir.
A los Reyes Magos les guió una estrella de punto a punto, pero claro, ellos eran reyes y personas importantes. Y yo soy la eterna inmadura que nunca sabrá lo que quiere exactamente. Aprenderé averiguándolo a base de ir descartando poco a poco lo que no quiero.
El otro día hubo una comida de psicólogos a la que no me apetecía nada ir, entre otras cosas porque la broma salió casi por 50 euros, que es el equivalente a mi compra de diez días (apretándome tanto el cinturón que cualquier día le vomito el higadillo a la cajera). Pasar cuatro o cinco horas rodeada de "loqueros" (como yo) hablando de corrientes y contracorrientes me apetecía menos que una visita al dentista; ya al final de la reunión, cuando ya no sabía si quedarme o marcharme con cualquier excusa, surgió el tema del servicio de psicólogos de emergencias de la provincia y me pareció ver una pequeña luz al final del túnel. Un modo de retomar una actividad voluntaria y a un tiempo formarme casi gratuítamente en una disciplina y una actividad que siempre me han gustado.
¿Me habrá mirado un lindo gatito y no me habré dado cuenta? ¿o una vez más son fuegos artificiales?
¿Será esta la puerta que se me abra cuando finalice mi labor en junio? Porque aunque mi trabajo actual me encanta, no deja de ser una baja que estoy cubriendo y es algo que se acaba en el verano, precisamente cuando es más difícil encontrar un trabajo... y si juro por Dios que nunca más volveré a pasar hambre, también me juro a mí misma que no volveré a vender aspiradoras.

10 diciembre 2008

La dama se esconde

Caminaba bajo una lluvia fina sin darme cuenta del frío que empezaba a tener, con mis agujetas en glúteos, muslos e ingles, igual que en los viejos tiempos de loba salvaje que ya casi ni recuerdo. Cuando los días se vuelven tan tristes mi alma se vuelve del revés como un calcetín y me meto para adentro. Todo parece lejano y extraño. En el camino una mujer me detuvo para darme dos besos y las gracias "por todo lo que hice por ella". Le seguí la corriente como pude, saliendo del paso gracias a las pistas que me daba su conversación y bajé la cuesta deprisa mirando hacia abajo para no encontrarme a nadie más. Lo cierto es que no recordaba quién era ni por qué me daba las gracias. En el autobús se sentó frente a mí un hombre joven, es uno de estos autobuses de dos plantas que tienen mesas y todo; cada vez que levantaba la mirada se cruzaba con sus ojos y decidí esconderme detrás del niño con el pijama a rayas, leyendo con avidez para olvidar esa sensación de sentirme observada. No sé cómo los habitantes de la casa del Gran Hermano pueden soportarlo. Las ventanillas del autobús estaban totalmente empañadas y supongo que no había opción más interesante que los compañeros de viaje.

Las agujetas me traían inevitablemente el recuerdo de aquellos días oscuros y alegres, en los que nunca era suficiente. Quién me ha visto y quién me ve.

El otro día al fin me atreví a tomar aquel café y es posible que me atreva a repetir. Me sentí a gusto y fue el comienzo de un fin de semana divertido, de esos que te dejan las agujetas clavadas en el cuerpo de tanto bailar y de los que dejan la resaca del sábado hasta el martes... y eso que apenas bebí y apenas bailé. Pero debe ser que el cuerpo agradece, lo mismo que la tierra seca agradece la lluvia y ahora se conforma con menos. O puede ser que me esté haciendo mayor.

Las ideas se agolpaban en mi cabeza una tras otra hasta que el frío me hizo reaccionar y entré temblando en una cafetería. En el camino había inventado el comienzo de dos relatos cortos que no he escrito y que mañana olvidaré.
Mi hermano me martillea constantemente con la idea de que debería escribir un libro o presentarme a un concurso y lo cierto es que me considero "agradable de leer" y el cariño es lo que pone lo demás. También me considero más bien "agradable de ver" y no por eso me presento a modelo.
Para escribir hace falta un poco más de tiempo y un poco más de orden y una sobredosis de paciencia que estoy muy lejos de tener.
Pero a lo mejor debería intentarlo.