CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

25 junio 2009

Mágica Alhambra


Llego a casa cansada de un viaje por trabajo. Dos días en Granada. Prometía ser un viaje pesado, cargado de estrés, cansino, aburrido y odioso; sin embargo ha supuesto una bocanada de aire fresco para el espíritu; no sólo por los ratos libres en los que he tenido el privilegio de conocer un poco más Granada, tapear, charlar con mis compañeras, asomarme a ver al cielo desde el balcón del hotel desnuda y abrazada al cuerpo desnudo de mi socio, conocer a un personaje espléndido cargado de ternura, conocimientos, experiencias, risas y erotismo y meternos mano en una plaza pública frente a la Alhambra... no sólo por eso. Incluso las horas de trabajo han pasado ligeras, entre otras cosas porque a pesar de la urgencia con la que había que realizarlo, el trabajo de estos días ha sido una mariconada al lado del trabajo realizado durante todo el curso.

Al acabar el viaje llegué a casa y la encontré vacía y silenciosa, llevo una hora en ella y aún no he llamado a mi madre para que me devuelva al niño; quería disfrutar del silencio, de la quietud, de las cajas eternamente abiertas del despacho, y de ese dolor muscular tan rico que te dejan las horas intensas y las sábanas revueltas.

Echaba mucho de menos, muy especialmente, esas miradas largas, las caricias lentas, el cortejo, el buen vino, la risa tonta que da el puntillo entre besos y comentarios agudos, la calidez del abrazo cargado de horas sobre el banco de piedra. Echaba de menos dormir abrazada, el despertar perezoso entre caricias y besos, dormirme riendo y despertar riendo también y el sonrojo de sentirse descubierta.
Me alegra que el viaje haya sido corto. Ha durado el tiempo justo, ha durado lo que debía durar.
No estoy enamorada, ni falta que hace. No es necesario estarlo para vivir momentos mágicos; no todo es sexo aunque no vaya acompañado de amor. De hecho el sexo ha sido lo de menos; de hecho, el sexo ha sido lo peor.
Lo mejor de todo es que estos dos días han supuesto una cura importantísima para mi espíritu, una liberación en muchos sentidos y también un descanso de mi entorno habitual, un respiro, un retiro y un aprendizaje _dejando a un lado aspectos prácticos, intelectuales y económicos que también han ido sobre ruedas.
No percibo que haya sido todo perfecto y la imperfección me ha mantenido con los pies en el suelo, aunque me genera tristeza saber que no correspondo a las expectativas del otro y me decepciona de mí misma ser incapaz de superar ciertos tabúes.
Más de una vez he estado enamorada de hombres obesos, no hablo de una incipiente tripita, hablo de un generoso tripón. Y si bien he tratado de obviar ciertas características que sé que no son tan importantes para generar felicidad, en pro de cualidades más elevadas... el cuerpo imperfecto me genera rechazo. Sería una hipócrita si no admitiera que ciertos aspectos del físico en un hombre resultan a veces determinantes, porque me decapitan el deseo. Antes me sentía culpable por esto pero hoy he caído en la cuenta de que los hombres obesos con los que he estado me vigilaban cada kilo de más y vigilaban mi perfección en el vestir, en el peinar y en el moverme. Si el físico no es tan importante y yo no debería rechazarles por ese motivo... ¿por qué ellos se fijan tanto en el mío? Por esta vez, me encantaría ser capaz de superar ese prejuicio; me encantaría que no supusiera para mí un esfuerzo extraordinario jugar a que no me importa. Por suerte, durante las horas justas, durante un tiempo prudente, no me importó y pude disfrutar del delicioso arte de reir a dos.
Como decía (sigo pensando en voz alta), estos días me han curado la urgencia y me he contagiado de la paz que transmitía la persona con la que compartí balcón en el hotel. El Amante no viene en grupo acompañado por carnaza expuesta para comprar. El Amante viene solo... o no viene. Pero si hay dudas... si hay dudas el amante no existe. A lo sumo existe la oferta y la demanda, el hambre y el pan, el instinto de agarrarse a lo que sea para sobrevivir y el hambre desmedida de ternura que nadie cubre porque, como en un bar de tapas, frente a mis ojos se exponen platos atractivos pero no existe el plato fuerte.
Me ha desaparecido la urgencia de enamorarme, de compartir armario, de encontrar al amante perfecto antes de los 40. Se me ha ido el miedo a los 40... a lo mejor vuelve mañana pero hoy he regresado cargadita de dignidad... y con mucho trabajo por hacer.
Sé que la dosis de emociones vividas y compartidas de estos dos días no me curará el hambre para siempre, pero lo cierto es que me ha calmado el ansia hasta el punto en que lo que me apetece esta noche cuando el niño se duerma es asomarme al balcón, sentarme en la hamaca y plantearme muy seriamente qué necesito, qué deseo y a qué estoy dispuesta a renunciar por ello... y luego sentarme frente al cuaderno y definir, esquematizar y convertir mi fantasía en proyecto (ahora hablaba del negocio).
Anoche frente a la Alhambra, antes de la descarga de erotismo, unas horas antes, me cargaba de paz. Pensé mucho en lo que han sido mis últimas semanas, en su sentido, en su parte real y en su lado extraño; pensaba en lo que he creado casi sin querer, o en lo que intentaba crear (si es que intentaba algo), en cómo he dibujado garabatos sin sentido sobre páginas en blanco.
La Alhambra me inspiró, no sé si fue el paisaje, la calma, la sensación de calidez, la charla, el vino, las risas, el sueño... no sé en qué punto pero lo cierto es que tomé una decisión.
La cosa fue de lo más tonto. Regresábamos al hotel un poco cargados, desconocíamos el camino y nos perdimos en el Albaicín. En un cruce de caminos encontramos dos flechas de "dirección obligatoria" apuntando en sentido contrario y por supuesto hubo que bajar del coche y explorar el terreno. Me prometí dejarme llevar esa noche y al llegar a casa "fabricarme un stop".
Para recordar que estoy en estado de "STOP" conseguiré una foto gigante de la Alhambra de noche y la pondré frente a mi mesa. Estaré en estado de STOP el tiempo que sea necesario, aun a riesgo de cumplir los 40. No se puede amar con prisa. No se puede elegir con prisa. La prisa no puede determinar nuestras elecciones vitales. El miedo a la infelicidad no nos acerca a la felicidad, es más, nos aleja de ella a velocidad y distancia de vértigo.
¿Por qué no me digo a mí misma de cuando en cuando lo mismo que le diría a mi mejor amiga?

20 junio 2009

Ni contigo ni sin ti

Desde que tengo despacho, sea donde sea, tiendo a guardar con él una relación de amor/odio muy parecida a esas parejas que conviven durante años y se tienen cariño pero no se conocen en realidad. Conozco a algunas personas que presumen de tener todo aparentemente desordenado y conocer a la perfección dónde tienen cada cosa y confieso que me cuesta trabajo creerlo. Otras tienen un orden aparente y no saben en realidad dónde tienen nada... que se parece más a mi caso al menos durante unos diez días al año. Aunque mi caso es por lo general bastante más caótico: todo está desordenado y nunca sé dónde están las cosas. A lo largo de mi vida he desplazado papeles inútiles a lo largo de siete mudanzas porque todo empezaba muy bien pero al final acababa metiendo al retortero, en cajas muy bonitas, eso sí, todo lo que no había mirado y parecía importante.
Así ha sido como he dado con cartas que llevo siete mudanzas guardando con la voluntad de responder, sin estar muy segura de si las personas que me escribieron siguen vivas; he encontrado los vasos del parchís que siempre pierdo y encuentro en similares circunstancias (recordatorio: están en la caja de los tres mosqueteros) y un sinfín de artículos de papelería que guardo por si acaso y que siempre acabo comprando porque nunca recuerdo dónde están (recordatorio: en el cajón del mueble negro están esos alambres dorados que no sé bien para qué sirven pero siempre se me ocurre una utilidad para ellos cuando no tengo pajolera idea de dónde andan).
Todo empezó porque ayer, supuestamente, iba a estar en un congreso de loqueros. Debía ir ligera de equipaje y buscaba un bolso de esos que pegan con todo, ni muy grande ni muy chico, que me sirviera para las tres reuniones. Yo sabía que había metido bolsos en una de esas malditas cajas que escondo en el hueco del mueble negro y fui sacando caja a caja y encontrando sorpresas como el estuche de un mp3 cuyo cargador aún no he encontrado, fotos con seis años menos y diez kilos más, el boli de kukuxumusu que tanta gracia me hizo y cuatro bolsos que había enterrado en el olvido, dos de los cuales eran aceptables para la reunión del día siguiente, si bien ninguno era el que buscaba.
Sábado, medio día, 42 grados dentro del despacho, cajas abiertas por todas partes y los firmes propósitos de siempre. Ya no aspiro a tenerlo ordenado siquiera, me basta con no volver a hacer la próxima mudanza con tanto lastre. Si en el fondo quiero a mi despacho... pero él no me quiere a mi; se empeña en ensuciarse y desordenarse cada dos por tres, en tener más calor que afuera que ya es decir y en no permanecer medianamente visible más de tres días seguidos.
A veces me siento en mi silla, miro a todos lados y me digo "esto no puede ser", pero sigue siendo, aunque el más caótico, mi sitio favorito de la casa.

19 junio 2009

Me parece...

seis menos diez de la mañana; ahora se ha dormido mi hijo... ahora. Se despertó a la una y casi le han dado las seis. Y ahora, en lugar de dormir, lo que me planteo es qué voy a hacer dentro de dos horas. Me ha faltado el canto un duro para llevarle a urgencias. Finalmente creo que se durmió de puro cansancio. Quería agua y no bebía, quería irse a una habitación y luego a otra, quería respirar y no podía. Ha sido un llanto prácticamente continuado durante toda la noche, en el último tramo un llanto intenso, desesperado, buscaba mi abrazo pero luego mi abrazo le daba calor. Se le ha vuelto la piel áspera y está encendido a sarpullidos. No tiene fiebre. Me parece a mi que dentro de dos horas no voy a tener muchas fuerzas para ir a trabajar. Me parece a mi que sí las voy a tener para llevarle al médico. Me parece a mí que va a ser mejor un café; el niño no ha dejado hueco en el colchón del salón y no quiero irme a otro sitio. Me parece que se me ha sentado un elefante sobre los hombros.
Dejo preparado el informe del centro al que iría dentro de un par de horas... aunque me parece que no voy a ir.

17 junio 2009

Sé que te reconocerás

Podría decírtelo por mil medios y de mil maneras, pero me nace decirlo aquí, me nace decir que te quiero muchísimo y que lo sepa todo el mundo, aunque no sepa quién eres... que te quiero y me duele verte sufrir y que hoy mismo si hubiera podido tomaba un avión o dos y te daba un abrazo de esos largos, bien largos.
Eres una de las mujeres más inteligentes que conozco y más valientes y más buenas y más dulces y más dicharacheras... eres una mujer admirable en todos los sentidos en los que se puede admirar a una persona y sobre todo eres humana, humanísima, tremendamente humana... tanto que hasta creo a veces que se me ha contagiado un poco de ese modo tuyo de ver las cosas de otra manera.
No eres perfecta, claro que no, por ejemplo, eres la peor celestina que he conocido en mi vida... todo lo demás es perdonable. Aunque sólo sea porque en determinados momentos fuiste la única que estuvo ahí en un momento y en un contexto que hubieran sido un infierno sin ti, o porque me intentaste enseñar a decir las cosas de un modo un poco menos duro, o porque tenías y tienes la sonrisa fácil y el alma inquieta, el corazón grande y el andar pequeño, la ilusión espontánea y los ovarios bien puestos.
¿Te ves bien cuando te miras al espejo? ¿Eres capaz de ver quién eres, cuánto vales, el efecto que produces en las personas? No necesitas que te lo diga yo, no necesitas que te lo diga nadie; necesitas verte y creerte. Y no es que te haga falta ser feliz... es que lo mereces. Tu sonrisa ilumina la calle cuando pasas. Te quiero muchísimo y estoy deseando de que regreses para abrazarte.
Recuerda que tu felicidad está en tus manos. Recuerda que no hay prisa. Recuerda que pasado un tiempo todo resulta leve y que a fin de cuentas, lo importante, la persona más importante eres tú. Recuerda que en cuanto me toque la lotería nos vamos tú, yo y mi niño a Nueva York, por ejemplo, o a Madagascar, o a Barcelona.... nos vamos y nos regalamos el tiempo y las risas que nos debemos. Recuerda que te quiero, que te quiero muchísimo y que te echo muchísimo de menos.
Que lo sepa todo el mundo, aunque no sepan quién eres... te quiero un montón.

16 junio 2009

Indocumentada

Por si acaso, cuando salgo a la calle trato de evitar llevar encima las tarjetas bancarias y demasiado dinero en el monedero. Por si acaso, suelo llevar un bolso mochila colgado delante de mí a modo de escudo. Por si acaso, suelo meter el monedero en el bolso nada más recibir las vueltas. Por si acaso, no pierdo el bolso de vista jamás.
Pero el viernes llevaba las tarjetas bancarias en el monedero, que no metí en el bolso nada más recibir las vueltas, le di la espalda al bolso un instante y me marché sin comprobar que lo llevaba todo, como suelo hacer.
Lunes, 11:00 AM, estación de autobuses, 35 graditos a la sombra, Pepsi con limón y el efectivo justo para regresar, indocumentada, como mucho, la denuncia en comisaría a las dos de la madrugada y el bolso en el regazo, por si acaso.
La espera, el cuaderno, el oído puesto en las conversaciones ajenas, los ojos paseando mesa a mesa, andén por andén. Me como con los ojos y con la nariz el suculento bocadillo de chorizo del viajero de al lado, con hambre y sin dinero. Ganas me dan de decirle: "¿me das un bocadito?" Pero me contengo, no sea que me muerda.
Y regreso sin quererlo a mis días en Logroño, esos de 1000 pesetas en el bolsillo a 5 de febrero y guardarme en secreto el postre del bar en el bolso, un bollo de pan o una lata de atún para la cena; o aquellos días en Barcelona desayunando en el albergue como una perra hambrienta, guardando una naranja en el bolso para comer; o mis días en el hotel de Álava, buscando el momento preciso y precioso de soledad en la cocina tomando restos de carne no mordida para dar un buen bocado antes de tirar a la basura, con todo el dolor de mi corazón, ese suculento plato por el que los comensales pagaron un pastón y ver como el cubo se llena de lo que podría ser la comida de todo un día en una aldea de Guatemala, por ejemplo.
Me paseo por el bar que abría temprano, frente al edificio centenario cuya buhardilla convertí en mi refugio, sin aseo, dormía sobre un colchón más deshinchable que hinchable, prácticamente en el suelo; miraba rabiando de urgencia esperando que abrieran y pedía un café con leche, atavidada con un gorro de lana en la cabeza y entraba al baño sujetando la puerta con un pie mientras me aseaba y me lavaba el pelo. Luego volvía a ponerme el gorro. La operación no duraba más que un par de minutos. Me pregunto si los camareros se daban cuenta de que me aseaba allí cada mañana.
Fueron días puntuales, momentos puntuales, pero suficientes para aprender el valor de un trozo de pan, un techo y un colchón.

14 junio 2009

Personalidad múltiple

Últimamente he conocido a varios candidatos dispuestos a luchar para tenerme, de un modo u otro, enamorados de mi supuesto encanto personal, mis muecas, mis miradas, mi forma de expresarme, mi niña interior, mi tesón y mi fuerza, mi tipín, mi mezcla de mujer tierna y niña salvaje, o de niña tierna y mujer salvaje y no sé cuántas cosas más. Lo deprimente de todo esto es que ellos, todos ellos, son voces lejanas, letras en pantalla, a lo sumo imágenes encuadradas en un programa de mensajería instantanea y todos allos anidados en páginas de búsqueda de pareja o asiduos curiosos o experimentados de canales BDSM.
El que llega con prisa con prisa se larga o es largado y el que no permanece; unos son rápidamente obviados y otros, tres o cuatro, siguen ahí, compartiendo ideas, filosofías, experiencias y algo más que las frivolidades de siempre. Y como en una carrera de fondo va ganándome el constante, el paciente, el seductor hábil, el que no se rinde, el que no se quiere rendir. Se ha creado con algunas de estas personas un ambiente cálido y agradable en el que la evasión es posible y no importa tanto el tiempo perdido hasta que la agenda te vocea a la mañana siguiente desde los primeros sorbos de café.
Mi curiosidad creciente por retomar el estudio del BDSM resulta incompatible con otras aficciones y curiosidades como la Educación Especial, las habilidades de comunicación, la novela contemporanea, el esoterismo, la neurociencia cognitiva, las nuevas tecnologías aplicadas a la Psicología Clínica, etc, etc... y también incompatibles ocn otras necesidades como el compromiso, la convivencia, enmorarme, dar un masaje enlos pies o pasear por la playa descalza con mi hijo y el otro, ese otro que paliaría el momento temido en que mi hijo pregunte por su padre y que he ensayado docenas de veces.
Cuando he conocido a ese supuesto hombre ideal, bueno y amable, dispuesto a querernos y a dar el todo por el todo, ha resultado que ni me ha enamorado ni era posible enamorarse de él. Ciertas cosas se saben muy pronto, a veces desde la primera mirada.
Hace mucho que no me creo eso de que los hombres sufran el abandono. Dicen quedarse destrozados y a las pocas semanas ya hacen palmas con los cojones por otra mujer a la que dedican las mismas palabras, mimos y promesas y dicen que es la mujer de su vida, que nada será igual sin ella y todas esas cursilerías que redactan las hormonas en boca de los enamorados.
Hoy cambiaría todo lo posible por un gazpacho fresquito en la mesa, una siesta abrazados, un aquí te pillo aquí te mato en la cocina y una batalla de cosquillas a tres en el colchón o asomarme a la puerta para ver cómo mi hijo conversa a su manera con el otro, ese otro que me arranque a bocados el cinismo y dé rienda suelta a mis fantasías más perversas o, al menos, no se escandalice por ellas.
Y es que me habita una madre, una mujer poderosa, una perra obediente, una hija que adora a sus padres, una hermana, una amiga, un ama de perros, una mujer infame, una amante condescendiente, una escritora primeriza, una mujer solitaria y una eterna defensora de causas perdidas.
Hoy, en solitario, con la espalda desnuda de besos y las manos rebosantes de caricias, me siento más frágil que nunca. Necesito descansar en brazos de alguien, reclinarme en su pecho, dejarme acariciar el pelo, callarme en su boca y dormirme tranquila.
Hace mucho que he olvidado las noches sin espinas y los días templados, las duchas compartidas y los masajes en los pies.
Hace calor, enemigo del ánimo y del buen hacer.
Voy a trabajar.

10 junio 2009

Entre tú y yo

No digas nada. Que quede entre nosotras. Que te veo mirarme con asombro cargadita de interrogaciones, preguntándote y preguntándome por qué te olvido, por qué te encierro por qué te clavo una puñalada tras otra, por qué quiero matarte. Pequeña y poderosa te resistes a irte y me caminas por el alma de puntillas plantándome amapolas en los campos del recuerdo. No me conoces. No te conozco. Sé que no me quieres y yo a veces te miro y me hundo y me quedo encogida de añoranza.
De mujer desalmada a niña desarmada te digo que en las noches me gusta que cantes y me duermas y en los días te mantengo dormida para que no me mires, para que no me veas para no verte, para que no te vea nadie. Me húyen los hombres buenos y abrazo a los hombres malos. Los hombres buenos piensan en la rosa y la buscan hiriéndose entre los espinos. Y los hombres malos solo te quieren a ti.
Que quede entre nosotras; no se lo digas a nadie; que juego a los muros de cristal corriendo descalza entre los añicos.
Hoy te abrazo abatida de jugar a ser otra y acaricio tu pelo para volver a esconderte, para que nadie te sepa, para que nadie te vea, para que nadie te quiera y para que nadie te mate. Y te confieso que me rindo a los sueños más tiernos e infames, aquellos en los que un humilde beso en el cuello me desmonta las espinas y confío ... sueños de dejarme caer. Sueño con dormir tranquila, con amar tranquila, con dejar de tener miedo y poder responder de veras que todo está bien, aunque sólo sea un ratito.
Hoy me miras y no sabes si odiarme o simplemente desaparecer del todo. Hoy te miro y al mirarte no me veo.
Que quede entre nosotras... no se lo digas a nadie, entre tú y yo... no soy poderosa, ni soy desalmada, ni tengo espinas.

06 junio 2009

Hormigazzz

Me impactaron terriblemente las películas que veía de pequeña sobre invasiones de pequeños bichos. Una de ellas, muy antigua y mala, se titulaba creo recordar "La Marabunta" y había unas hormigas muy listas y muy rápidas que se comían a la gente y sorteaban todos los obstáculos. Recuerdo que mis hermanos y yo comenzamos a verla tirados en el suelo y acabamos viéndola sentados con los pies encogidos en la silla.
Las hormigas han regresado; las he visto en el baño y en los armarios de la cocina; en la cocina las hay por todas partes. Así que he comenzado a sacar todos los alimentos con la idea de hacer una limpieza a fondo y fumigar la cocina. Esta vez no tengo mascarilla. Espero no intoxicarme. El año pasado por poco me ahogo.
Y es que soy una miedica. ¿Qué tendrán esos bichos que tanto me aterran? empujo cada bote, cada bolsa, cada tetra-brik con los dedos buscándolas y luego cojo los artículos a modo de pinzas y los meto en una bolsa. A este paso no voy a acabar nunca.
A lo largo de la tarde el dolor se ha hecho todavía más intenso y me cuesta la misma vida mantenerme de pie o incluso sentada por más de unos minutos. Llevo mal esto de la reclusión y también esta debilidad muscular, el jueves apenas podía tomar en brazos a mi hijo.
Por suerte todo pasa pronto. El fin de los bichos está cerca: tanto los que me atacan desde dentro como los que me ignoran vilmente desde fuera.

Haz lo que tengas que hacer, segunda parte

No hay modo. Sigo distraída, sacrificando incluso horas de sueño que convierten mis días en andar entre nubes o en dormir hasta las tantas si se me permite. Tal vez era que venía barruntando un virus que me deja dolorida y desanimada. Ni para combatirlo tengo lo que hay que tener. Esta mañana me salté la dieta recomendada "por la feis" nada menos que tomando café con leche, las dos sustancias más prohibidas y ya recaigo. En cuanto me siento mejor me salto el protocolo médico.
El suspenso del examen de conducir de ayer vuelve a condenarme a apretarme el cinturón a lo bestia además de dejarme la autoestima por los suelos, algo que últimamente me sucede con relativa facilidad, aunque generalmente no dejo que se perciba.
Me he desmadrado en casi todos los sentidos y he vuelto a dejarme caer en brazos del "pequeño riesgo". El jueves me encontré perdida en el campo con un desconocido. Era una especie de reserva militar o algo así, con un montón de pozos hondos desperdigados en el suelo. Asomada a uno de esos pozos llegué a pensar que alli no me encontraría nadie. El desconocido bromeó con secuestrarme, abrazándome fuerte al borde de un despeñadero y también me besó... un beso que supo a artificial y frío como el acero. Fui delicada al apartarme y cauta al sugerir que nos marcháramos. Parecía muy interesado en saber si tenía miedo. No mostré miedo en ningún momento, nisiquiera en los más tensos. Pero lo cierto es que lo tuve. Y lo cierto es que una parte de mí disfrutaba teniendo miedo. Todo raro.
Paso estos días trabajando a ratos espaciados y cortos. Nada me cunde. He limpiado el salón y el balcón en tres tiempos y he acabado con dolor muscular de nuevo. Tampoco me mantengo mucho tiempo sentada y menos aún concentrada. Me sigue doliendo todo. Y sólo cuando me duele recuerdo tomar lo que tengo que tomar y hacer lo que tengo que hacer.
Ando desdomada y revoltosa navegando tanto en entornos BDSM, como esoterismo, psicología o el google earth, volando a distintos sitios del mundo escogidos al azar.

03 junio 2009

Haz lo que tengas que hacer

Para mi gusto la cuestión de la autodisciplina deja mucho que desear. Últimamente me distraigo con cualquier cosa ajena a mis deberes: chat, solitarios, navegación anárkika... el caso es buscar una excusa, cualquier excusa, para aparcar mi próximo encargo y dilatarlo lo más posible. Mi última perdición fue enterarme en pleno domingo que el artículo no había que entregarlo hoy sino el próximo martes y ya me veo de nuevo el próximo domingo resacosa, agobiada y con la respiración agitada frente a un manojo de desordenados apuntes, con los ojos como platos y mirando al cielo una y otra vez sin hacer nada.
Lamentablemente, la versión del cuento de la hilandera que me leí de pequeña, no tiene la moraleja más acertada: la joven se agobiaba tanto con todo lo que tenía que hilar que tan solo se lamentaba, llegaba el día del encargo y no había empezado siquiera y de pronto llegaron tres mujeres viejas que le hicieron todo el trabajo y además la liberaron de hilar por siempre jamás. ¿Qué manera de enseñar a un niño es esa? ¡Deberían haberle cortado la cabeza!
Ajena al encargo y a las ganas de hacerlo regresé sin darme cuenta casi a los entresijos del BDSM retomando el estudio que dejé años atrás. Y como no sea que con suerte encuentre a un sumiso capaz de hacer el trabajo por mí, o a un amo con látigo en mano detrás de mí fustigando cada vez que levante la cabeza de los libros (y cuidado no me vaya a gustar) mucho me temo que voy a tener que atarme yo solita las manos y repetirme, hasta entenderlo "haz lo que tengas que hacer".
Me voy a tener que inventar un castigo o un premio o unas frases de ánimo al menos... ya sé, voy a colgar ojos por todas partes; tal vez si me siento observada funcione.
Hoy me perdono por esa tontura de que esta mañana he temido por mi vida por unos segundos. Pero me doy seis horas. Hasta aquí hemos llegao bacalao. ¿Alguien puede darme caña?... es que no me lo creo.