CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

27 octubre 2009

en la cima de la paz

Hace muchos años fui con unos amigos y mi pareja a las Alpujarras a pasar unos días en una cueva. Por entonces yo era una personita muy feliz y mi vida estaba rodeada de magia. Recuerdo que hicimos una pequeña excursión hasta una montaña y que el paisaje era espectacular. Cuando cierro los ojos casi puedo sentir de nuevo el aire sobre mi cara y creo recordar que me dormí sobre una piedra plana inmensa.
Hoy, en una de mis visualizaciones para mantener la calma, he recordado aquel momento. Algunas de las personas que compartieron mi vida en aquel momento ya no están y el resto están lejos, pero siguen estando de un modo u otro en mi corazón.
Por aquel entonces recuerdo que a veces solía hablar con gran paz y sabiduría y cuando eso sucedía no era yo.
Recuerdo que albergaba una gran riqueza interior y que incluso podría decirse que era una buena persona.
He cambiado mucho desde entonces.
Ya no tengo tan presentes los sentimientos de los otros, me alejé de la magia y de las palabras sabias y hace mucho que no me tumbo sobre una piedra para sentir el poder de la Tierra bajo el calor del Cielo, con la brisa en mi rostro y el fuego del amor impregnándome de parte a parte. Ya no doy abrazos de gratis y ya no es tan fácil abrazarme. Ya no pienso que todo es posible y ya no me caminan niñas de puntillas haciéndome cosquillas en el alma.
Ya no desde hace mucho tiempo.
Pero estos últimos días me han liberado tanto que hoy, más tranquila, vuelvo a esbozar una sonrisa y siento que estoy cambiando de nuevo, que estoy girando mi frente para mirar al Sol. Y me está pareciendo que tal vez no había perdido todo aquello, sólo que lo enterré en el dolor y elegí ser desgraciada por una temporada, tal vez demasiado larga. Y hoy escarbo en la arena para recuperar lo que fui, o al menos una parte y ... quién sabe, tal vez no perdí tanto y sigo siendo la misma después de todo.
Bendigo los brazos que me están rescatando de mi encierro y me están devolviendo la humanidad.
He crecido más en los últimos meses que en los últimos años.
Gracias

26 octubre 2009

Eso lo explica todo

Hace ya una semana que no duermo con mi hijo. Desde el lunes cuando se me diagnosticó un "cuadro viral" que el martes evolucionó a "una gripe, posiblemente la nueva gripe" y que el jueves derivó en una baja con "reposo absoluto". Hasta el viernes a medio día tuve la compañía de mi nueva compañera de piso. No era mucho puesto que para no contagiarla evité el contacto y el espacio en común pero oír y ver a otra persona en casa aunque no tuviera el más mínimo vínculo afectivo con ella, aumentó la frecuencia de mis sonrisas y mi sensación de bienestar, al punto de que el viernes me sentía mucho mejor después de haber compartido el jueves con ella una larga charla y unas pocas risas.
Desde que me quedé totalmente sola el viernes a medio día hasta hoy, tanto mi salud como mi estado de ánimo, juntitos de la mano, han ido cayendo en picado. Lo más mínimo era capaz de disparar en mí las reacciones más negativas y era sencillísimo que me brotaran las lágrimas ante el menor gesto de desagravio, aunque fuera vía chat, prácticamente el único contacto humano que he tenido en los últimos días aparte del teléfono. Sentir por un instante que alguien se preocupaba por mi salud me hacía sentir automáticamente mucho mejor. Los gestos de desagrado o indiferencia me hundían en un pozo sin fondo, aunque vinieran de parte de una persona que por su enfermedad está también condenada a permanecer en casa la mayor parte del tiempo, pasar muchas horas sola y centrarse en un mundo pequeño y reducido donde, como me ha sucedido a mí en la última semana, todo se magnifica.
La soledad pesa mucho, tanto a niveles emocionales como físicos. Aún siendo una persona solitaria que se jacta de sentirse a gusto en soledad, el aislamiento forzoso al que me he visto sometida me ha convertido en un ser irascible, nervioso, depresivo y egocéntrico que pasa el día llorando por los rincones dando vueltas a eventos que sucedieron incluso hace años y me las he visto hasta hablando sola con los espejos soltándoles broncas monumentales, expresando lo que llevaba dentro y que sería incapaz de expresar cara a cara por este temor mío tan constante de hacer daño al otro, pese a que por lo visto, al otro le importa una puta mierda si me hace daño o no cuando decide soltar la mierda que lleva dentro. No puedo deshacerme hoy de esta sensación de cagadero emocional.
La soledad pesa mucho, pesa demasiado. No he tenido más remedio que apañarme estos días sin el calor humano y tengo la sensación de estar girando en torno a varios círculos viciosos de los que me resulta imposible salir.
Últimamente estoy tratando de abrirme más y ser más justa conmigo y con las personas que me aprecian de veras. En este proceso de apertura, cuando expreso libremente mis pensamientos o emociones, resulta sencillo que sean malinterpretados, en consecuencia provoco malestar y el disparo del otro en plena cara (porque, como he dicho, también vivo la sensación de que al otro le importa un carajo lo que me haga sentir), con lo cual me siento mal, mido mis palabras para evitar nuevos disparos y me vuelvo a cerrar, cuando me cierro no expreso mis emociones y el otro no me entiende, como el otro no me entiende a la mínima se ofende y dispara y yo me cierro más....
Otro círculo es el círuclo químico. La psiconeuroinmunología explica cómo el cortisol y otros glucocorticoides deprimen la actividad del sistema inmunitario en condiciones de estrés. El estrés deprime el sistema inmune entorpeciendo la mejoría; la enfermedad nos vuelve vulnerables, aumenta las sensaciones de impotencia y las emociones negativas aumentando el estrés y el aumento de estrés sigue deprimiendo el sistema inmune.
La naturaleza no es que nos invite a estar acompañados sino que nos empuja a hacerlo. El instinto de socialización se encuentra arraigado en los circuitos más primitivos de nuestro cerebro. Los adultos preferimos disimular el desagrado que sentimos cuando estamos solos, pero el desasosiego, la sensación de vacío, la tensión muscular, el insomnio, la pérdida de apetito y las dudas sobre el sentido de la vida y el sentido de uno mismo en ella convierten la vida a solas en un auténtico suplicio. La falta de contacto humano provoca la secreción de cortisol, responsable de muchos efectos secundarios perjudiciales del estrés.
Comprender al menos a niveles químicos y de sentido común lo que me está sucediendo y sobre todo intentar comprender al mismo nivel lo que le sucede a las personas que me rodean me ayuda a verlo todo más claramente y disipar, al menos a ratos, los negros nubarrones que me llevan lloviendo encima toda la semana. No obstante, como mis circunstancias de momento no han cambiado, no consigo sentirme bien del todo.
Respiro hondo, fuerzo la sonrisa y alzo la frente como dice el Maestro y, no obstante, me sigue gobernando la incertidumbre y el temor al abandono y sobre todo la sensación de impotencia porque soy consciente de que tal vez no todo depende de mí... pero eso lo explica otro proceso que se llama "indefensión aprendida" que provoca la depresión mediante un mecanismo cognitivo por el que sientes que hagas lo que hagas, digas lo que digas, nada cambiará o las cosas irán a peor sin que puedas evitarlo.
La ciencia lo explica todo.
El dolor físico sigue siendo intenso. El dolor moral al menos parece calmarse a ratos.
Respiro hondo de nuevo con el convencimiento de que esto forma parte de un aprendizaje y que si no me sirve para reparar las relaciones humanas que ya he estropeado, posiblemente me ayude en un futuro a ser más atenta, a escuchar más las necesidades del otro y a ser mejor persona.
Esta siento que ahora mismo no depende de mí. Me libero, o intento liberarme de la indefensión y el abatimiento. Trato de olvidar esta sed de abrazos, de besos y de "aquí no ha pasado nada". Trato de obviar mi acusado sentido de la justicia, por el que algo dentro de mí grita y patalea exigiendo una disculpa. Y pienso que, tarde o temprano, como me digo siempre, "esto también pasará".
Pero ahora mismo, ahorita mismo, tengo el corazón hecho añicos.

Derrotada

Asumo la derrota. Esta noche no sé ver las cosas de otro modo. Mea culpa por ser incapaz de meterme en la cabeza del otro y ser incapaz de actuar como los otros desean que actúen con ellos y no como me gustaría que actuaran conmigo, o sencillamente como estoy acostumbrada a actuar.
Soy emocionalmente lenta, torpe, torpísima. Y sólo es culpa mía pero ... cuando se llega a un punto en el que no se sabe qué decir es mejor callar, cuando se llega a un punto en que no se sabe hacia dónde ir es mejor estarse quieto. No se esperar cuando al otro le toca mover ficha. No sé hacerlo.
Hace una semana entera que no veo a mi hijo. Pasar tanto tiempo encerrada y sola me han vuelto débil y más torpe que antes si cabe. Paso llorando la mayor parte del día. Ahora también y francamente estoy derrotada. No quiero seguir adelante porque no sé si vale la pena ni sé si puedo hacerlo.
Cuando aún no se te ha perdonado un error de los gordos tampoco se te perdonan los errores pequeños. Me siento en el punto de mira esperando los disparos. Sinceramente no encuentro ninguna respuesta adecuada: decir blanco no es apropiado, decir negro es un error fatal, quedarse callada también lo es.... ni la disculpa, ni la lucha ni la huída... sólo sentarse y esperar que el otro mueva ficha sin estar muy segura si el otro está sentado esperando a que tú te muevas en la dirección adecuada y estoy desorientada, muy desorientada y sinceramente no tengo fuerzas y no puedo más. Y ahora mismo ni veo la salida ni tengo ganas de encontrarla.
Estoy cansada, estoy muy cansada.
Soy consciente de que soy demasiado egoísta para poder tener relaciones satisfactorias. Sinceramente no sé qué aporto a las personas que pasados los años me siguen queriendo.
Esta noche sin embargo no me nace tanto pedir perdón; primero porque ya lo he pedido (por si acaso), segundo porque no he hecho nada malo, o nada tan malo, como para que se me retire hasta la palabra. Creo que se me está castigando de un modo cruel e injusto. Siento que se están cebando conmigo. Y puede que esté equivocada pero ahora mismo no puedo ver más allá.
Estoy cansada. Estoy muy cansada. Y no puedo más sinceramente no puedo más.
Siento ganas de desaparecer y que me trague la tierra. El llanto es imparable esta noche y puede que tenga que ver con el encierro, con la ausencia de mi hijo, con la soledad, con el dolor físico... todo un poco. No quiero decidir nada esta noche. Es evidente que ahora mismo no puedo decidir mucho más que irme a dormir a la cama.
Mejor mañana. Mejor mañana.
Hoy estoy derrotada. No puedo más.

21 octubre 2009

Se busca profesor de humanidad

Busco profesor que me humanice, que me enseñe a distinguir entre lo que pienso yo y lo que piensan otros; que me enseñe a comunicarme con las personas de tal modo que sea capaz de transmitirles lo que siento realmente o, al menos, no hacerles daño. Que me enseñe a no ser tan bestiaja cuando abro la boca... si es que la abro. Que me enseñe a callar en el momento oportuno. Que me enseñe que llorar es bueno y que reír es mejor. Que me enseñe que un tropezón no es necesariamente una caída al más oscuro abismo. Que me enseñe a tratar bien mi cuerpo y a tratarme bien a mí misma para empezar a tratar a los demás como merecen. Que me enseñe a sentir intensamente sin que me avergüence parecer una persona ... e incluso, un animal. Que me enseñe a admitir mis propios errores y a solventarlos, e incluso a perdonarme por ellos aunque otros no lo hagan. Busco licenciado en Humanidad que me enseñe todas esas cosas. ¿Cual sería el precio la hora de un profesor capaz de enseñar todo eso?

12 octubre 2009

Gracias mamá

Sentirme enferma me provoca un estado psicológico extraño y ambivalente, con toques de bipolaridad... por un lado soy feliz y consciente de la cantidad de motivos que tengo para serlo, sin embargo me siento triste, a veces derrotada y tengo que esforzarme para sonreír. No recuerdo haber tenido en mi vida tanto estrés, tan intenso, tan seguido y tan constante. Vivo estresada desde el 1 de septiembre y no estar al día con mi trabajo me asfixia. Por otro lado, este curso me he propuesto (y creo que lo estoy logrando) no permitir que mi trabajo me reste vida propia, o que me reste la menos posible y pasar con mi hijo más tiempo y jugar con él más.
Salvo los días que siguieron al cólico nefrítico, cuando la medicación no me permitía cuidarle en condiciones y el nene se quedaba con los abuelos, cada día leemos un rato, potreamos un rato y charlamos otro rato (por lo menos). Casi me da cargo de conciencia sentirme triste cuando le miro y veo que crece tan feliz y cómo va formando su personalidad y busca ser cada día más independiente.
Hace poco aprendió a decir "no puedo"... ¡Ay qué lástima!
Ahora me ha sorprendido con dos frases nuevas; una de ellas es "¡Qué feo!", que pronuncia cada vez que ve un chino mandarín de mármol que hay de adorno en el salón... lo voy a tener que quitar. Otra, que ha pronunciado varias veces en los últimos dos días es "Gracias mamá". A veces la dice cuando le doy algo que me ha pedido _un chupachups (papazú en su lenguaje), un vaso de leche, un yogur o un beso_, otras veces la dice porque sí, de repente, cuando está jugando solo y se da la vuelta y me ve leyendo junto a la ventana, limpiando el polvo o simplemente mirándole. Cuando se da la vuelta, advierte mi presencia y se da cuenta de que no le he abandonado, que no me he ido al despacho como solía hacer cada vez que le veía tranquilo. Es como si me diera las gracias simplemente por estar ahí. Supongo que es demasiado pequeño para ser tan profundo como yo lo percibo, que las madres nos volvemos tontas y vemos en los hijos capacidades e intenciones que no pueden tener aún. Pero lo cierto es que cada vez que pronuncia esa frase se me abre la sonrisa por todas partes.
Ese hecho me recordó que hacía mucho que no daba las gracias a mi madre y ayer lo hice. Le dije: "gracias mamá. No es necesario que hagas por mí todo lo que te empeñas en hacer. Aunque no pudieras ayudarme, te querría lo mismo. Me vale con saber que estás ahí. Gracias mamá". Y esta mañana mi madre se ha emocionado recordándolo. He tenido que volver a recuperar mi papel de mujer de piedra y decirle "no te vayas a acostumbrar ahora a eso ¿eh?".
Mi madre es a menudo cansina, asfixiante y altamente invasiva. Por otro lado tiene su vena de mujer buena, encantadora y que no ha perdido a la niña que lleva dentro pese a que la vida ha sido dura con ella a menudo. No diré que es la mejor madre del mundo, porque sería mentira y además está muy visto. Pero lo cierto es que tengo millones de motivos para darle las gracias...

04 octubre 2009

Libre

Ya he elegido. Hace mucho que he elegido. Elijo y seguiré haciéndolo y no consentiré que nadie llegue a mi vida tratando de alvarme ni que nadie elija por mí porque no quiero, no quiero y no quiero y... en todo caso, ya he elegido al Elector.
Me siguen sucediendo cosas surrealistas que me aterran, me deconciertan y, en el mejor de los casos, me hacen reír. No han parado de pasarme cosas en todo este tiempo. Por eso no he escrito apenas. El estrés es tan malo... lo mejor de todo es que tengo tres pares de alas nuevas bajo las que entrar en calor y... yo elijo a quién permito entrar en mi vida y a quién permito volver a entrar.
No quiero en mi vida a una persona que con "la mejor de las intenciones" se cuele en ella tratando de rescatarla porque los rescatadores son invasores disfrazados.
Uno de los encantos que tienen los reencuentros es darte cuenta de por qué dejaste de estar en contacto con ciertas personas. Juro que trato de ser tolerante, educada, delicada... pero que no, que más vale una colorá que cien amarillas, que al final resulta mucho más económico a todos los niveles soltar un "no te quiero en mi vida"... o dar la espalda sin mayores explicaciones.
Me ahogan los halagos interminables, me dan vértigo los altares, me hundo en las promesas y me siento atrapada cuando se abren mil puertas.
Prefiero estas cosas que me suceden casi sin querer. Prefiero darme cuenta un día de que he donado el alma sin más, porque sí. Prefiero darme cuenta un día de que alguien me preocupa mucho más de lo que hubiera sospechado. Porque me gusta ese puntillo del "darse cuenta" que llega como si nada y nos abre la sonrisa.
He elegido... y he sido elegida.
Nota: escribo bajo los efectos de una tonelada de analgésicos y calmantes
Gracias Shunna por darme la mano
Gracias señor Z por darme la mano
Gracias señor P por conducir tan deprisa
Quiero a todo el mundo