CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

04 agosto 2007

llegar a puerto

Una vez leí que un divorcio es como tomar un barco: dejas la tierra firme para embarcarte hacia otro lugar. Comencé a escribir este blog cuando ya navegaba a la deriva y aún miraba con nostalgia la tierra que había abandonado. En la travesía, muchas tormentas y muchas falsas calmas, muchos espejismos, sed y tiburones. Era la primera vez que me sucedía algo así y lo cierto es que sobreestimé mis fuerzas y mis conocimientos de navegación. El olvido no es posible, no es más que una ilusión vana que nos rompe las velas.
Durante mucho tiempo me sentí culpable, creía que no había hecho lo suficiente, que no había sabido darle al otro lo que necesitaba. Durante mucho tiempo también le eché la culpa y le odié tanto que no paraba de hacerme daño.
Me gusta pensar que todo sucede por una razón y, aunque no sea así, a veces lo que percibimos como algo terrible nos conduce directamente a un sueño. El mobbing que sufrí en una empresa que formé me llevó a una psicóloga que me trató poco tiempo pero fue más que suficiente para que me propusiera buscar una ONG y fue así como llegué a donde ahora estoy trabajando.
Ahora tengo un hijo de padre desconocido y no sé si esto es un puerto o un viento nuevo, o una condena para no llegar a puerto nunca más, o un viento más "selectivo" que me llevará al lugar adecuado.
La situación en el trabajo es incierta y no sé si van a despedirme o me van a subir el sueldo; esto retarda mi decisión de moverme pero me he prometido no permanecer así mucho tiempo. Estoy confiada, pero también algo impaciente por habitar un espacio un poco más acogedor y habitable.
Tan ocupada de buscar para mi hijo y para mí nuestro espacio "ideal", estudiando para mejorar mi empleo y buscando alternativas, ocupada jugando con mi hijo a tirar de la toalla, alcanzar el osito, esconderse tras el trapo o gateando, no hay más islas ni puertos a donde quiera ir. Hace meses que llevo un anillo de casada para que nadie me moleste. Pero al mismo tiempo echo de menos la ternura de los besos mañaneros, las miradas cómplices, compartir las palomitas en el cine... y el cine. Son momentos aislados y puntuales, muy muy ajenos al deseo sexual, a las fantasías eróticas y a las babas caídas y también muy muy ajenos a planes de boda, hipotecas compartidas y comida con los suegros.
Supongo que he asumido que en medio de mi océano particular ya no sopla el viento, ni hay tormentas, ni hay olas tampoco y que me queda mucho tiempo aún para llegar a tierra y comer chuletón.