CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

26 octubre 2009

Eso lo explica todo

Hace ya una semana que no duermo con mi hijo. Desde el lunes cuando se me diagnosticó un "cuadro viral" que el martes evolucionó a "una gripe, posiblemente la nueva gripe" y que el jueves derivó en una baja con "reposo absoluto". Hasta el viernes a medio día tuve la compañía de mi nueva compañera de piso. No era mucho puesto que para no contagiarla evité el contacto y el espacio en común pero oír y ver a otra persona en casa aunque no tuviera el más mínimo vínculo afectivo con ella, aumentó la frecuencia de mis sonrisas y mi sensación de bienestar, al punto de que el viernes me sentía mucho mejor después de haber compartido el jueves con ella una larga charla y unas pocas risas.
Desde que me quedé totalmente sola el viernes a medio día hasta hoy, tanto mi salud como mi estado de ánimo, juntitos de la mano, han ido cayendo en picado. Lo más mínimo era capaz de disparar en mí las reacciones más negativas y era sencillísimo que me brotaran las lágrimas ante el menor gesto de desagravio, aunque fuera vía chat, prácticamente el único contacto humano que he tenido en los últimos días aparte del teléfono. Sentir por un instante que alguien se preocupaba por mi salud me hacía sentir automáticamente mucho mejor. Los gestos de desagrado o indiferencia me hundían en un pozo sin fondo, aunque vinieran de parte de una persona que por su enfermedad está también condenada a permanecer en casa la mayor parte del tiempo, pasar muchas horas sola y centrarse en un mundo pequeño y reducido donde, como me ha sucedido a mí en la última semana, todo se magnifica.
La soledad pesa mucho, tanto a niveles emocionales como físicos. Aún siendo una persona solitaria que se jacta de sentirse a gusto en soledad, el aislamiento forzoso al que me he visto sometida me ha convertido en un ser irascible, nervioso, depresivo y egocéntrico que pasa el día llorando por los rincones dando vueltas a eventos que sucedieron incluso hace años y me las he visto hasta hablando sola con los espejos soltándoles broncas monumentales, expresando lo que llevaba dentro y que sería incapaz de expresar cara a cara por este temor mío tan constante de hacer daño al otro, pese a que por lo visto, al otro le importa una puta mierda si me hace daño o no cuando decide soltar la mierda que lleva dentro. No puedo deshacerme hoy de esta sensación de cagadero emocional.
La soledad pesa mucho, pesa demasiado. No he tenido más remedio que apañarme estos días sin el calor humano y tengo la sensación de estar girando en torno a varios círculos viciosos de los que me resulta imposible salir.
Últimamente estoy tratando de abrirme más y ser más justa conmigo y con las personas que me aprecian de veras. En este proceso de apertura, cuando expreso libremente mis pensamientos o emociones, resulta sencillo que sean malinterpretados, en consecuencia provoco malestar y el disparo del otro en plena cara (porque, como he dicho, también vivo la sensación de que al otro le importa un carajo lo que me haga sentir), con lo cual me siento mal, mido mis palabras para evitar nuevos disparos y me vuelvo a cerrar, cuando me cierro no expreso mis emociones y el otro no me entiende, como el otro no me entiende a la mínima se ofende y dispara y yo me cierro más....
Otro círculo es el círuclo químico. La psiconeuroinmunología explica cómo el cortisol y otros glucocorticoides deprimen la actividad del sistema inmunitario en condiciones de estrés. El estrés deprime el sistema inmune entorpeciendo la mejoría; la enfermedad nos vuelve vulnerables, aumenta las sensaciones de impotencia y las emociones negativas aumentando el estrés y el aumento de estrés sigue deprimiendo el sistema inmune.
La naturaleza no es que nos invite a estar acompañados sino que nos empuja a hacerlo. El instinto de socialización se encuentra arraigado en los circuitos más primitivos de nuestro cerebro. Los adultos preferimos disimular el desagrado que sentimos cuando estamos solos, pero el desasosiego, la sensación de vacío, la tensión muscular, el insomnio, la pérdida de apetito y las dudas sobre el sentido de la vida y el sentido de uno mismo en ella convierten la vida a solas en un auténtico suplicio. La falta de contacto humano provoca la secreción de cortisol, responsable de muchos efectos secundarios perjudiciales del estrés.
Comprender al menos a niveles químicos y de sentido común lo que me está sucediendo y sobre todo intentar comprender al mismo nivel lo que le sucede a las personas que me rodean me ayuda a verlo todo más claramente y disipar, al menos a ratos, los negros nubarrones que me llevan lloviendo encima toda la semana. No obstante, como mis circunstancias de momento no han cambiado, no consigo sentirme bien del todo.
Respiro hondo, fuerzo la sonrisa y alzo la frente como dice el Maestro y, no obstante, me sigue gobernando la incertidumbre y el temor al abandono y sobre todo la sensación de impotencia porque soy consciente de que tal vez no todo depende de mí... pero eso lo explica otro proceso que se llama "indefensión aprendida" que provoca la depresión mediante un mecanismo cognitivo por el que sientes que hagas lo que hagas, digas lo que digas, nada cambiará o las cosas irán a peor sin que puedas evitarlo.
La ciencia lo explica todo.
El dolor físico sigue siendo intenso. El dolor moral al menos parece calmarse a ratos.
Respiro hondo de nuevo con el convencimiento de que esto forma parte de un aprendizaje y que si no me sirve para reparar las relaciones humanas que ya he estropeado, posiblemente me ayude en un futuro a ser más atenta, a escuchar más las necesidades del otro y a ser mejor persona.
Esta siento que ahora mismo no depende de mí. Me libero, o intento liberarme de la indefensión y el abatimiento. Trato de olvidar esta sed de abrazos, de besos y de "aquí no ha pasado nada". Trato de obviar mi acusado sentido de la justicia, por el que algo dentro de mí grita y patalea exigiendo una disculpa. Y pienso que, tarde o temprano, como me digo siempre, "esto también pasará".
Pero ahora mismo, ahorita mismo, tengo el corazón hecho añicos.