CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

21 junio 2005

La aplastante lógica del género masculino.

Finalmente el domingo no fui a Madrid. Me quedé en la 82, tomé un par de copas con mi compañero de piso. Estuve haciéndole de paño de lágrimas hasta que le convencí para que hablara con su chica y arreglara las cosas. Luego me quedé bebiendo sola, conocí a tres chicos muy majos y tomé un par de copas más con ellos. Entonces David me llamó, para decirme que había vuelto con su novia y se vino para la 82; uno de los chicos, Juanjo se llamaba, se sintió decepcionado. Había asociado en su mente la idea de que, puesto que había estado charlando con ellos el paso siguiente era dejarle entrar en mi casa y... bueno, los hombres tejen estas cosas hasta el final... de un polvo.
Ayer fui tarde al ciber. Tenía que enviar la carta de pago del título a mi jefa. Después de eso no me apeteció regresar a casa y paré en un irlandés muy wapo a tomar algo antes de regresar. Conocí a un hombre, casado y con dos hijos, con quien estuve hablando un rato, siempre manteniendo las distancias. Llegó un grupo de gente que nos invitó a una ronda más y yo me acoplé a ellos, después de todo, yo quería charlar. SÓLO CHARLAR. este hombre había asociado en su mente también una cadena de ideas extrañas del tipo: "puesto que has charlado conmigo, eso significa que iremos a tu casa a "hacer la cama", no importa cuántas veces y cuán claro me dejaste que sólo querías charlar y que te irías a casa después de esta cerveza..." Con este pasé algo de miedo, cuando se puso en pie, casi no se tenía. Tuve miedo de su reacción y decidí acoplarme al grupo nuevo y esperar que se marchara. confieso que fui dura con él y que corté la conversación de tajada, tal como le avisé, cuando volvió a sugerirme que tuviéramos tema.
La conclusión que saco de todo esto es muy clara: no puedo cambiar el mundo. Los hombres entienden lo que quieren entender y no hay más sordo que el que no quiere oír. Asumen cadenas de acontecimientos que han de darse por cojones, así de simple. De modo que el simple hecho de sonreír al hombre del otro lado del bar implica para él, ni más de menos, que polvo gratis esa noche. Yo no funciono de esa manera. Pero está claro que una cuando se siente sola y tiene ganas de distraerse no se puede ir a tomar una copa a un bar, porque el acoso es brutal. Un hombre nunca se te acerca para charlar, simplemente. Se te acerca porque la tiene pina y le da lo mismo h que b. Para ellos, aunque vayas hecha un trasto y con la carpeta del trabajo y no les mires y no les hables, el simple hecho de estar sola tomando algo es una provocación y una promesa. Cuando esa absurda promesa no se cumple, el hombre se indigna y se siente humillado. Como me dijo José Antonio anoche, "ahora es cuando me doy el batacazo".
Así que no hay consuelo para mis noches de soledad e insomnio: lectura, tele y diario y con eso voy sobrada. A poco me pongo el burka porque el pensamiento del hombre no evoluciona a pesar de los siglos.
Esto es un puto asco.

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