CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

24 abril 2006

En nuestra vida no hay un día sin importancia (Alexander Woollcott "Mientras Roma arde")

He regresado agotada del trabajo y sin embargo no tengo nada de sueño. Antes tenía menos problemas para dormir de día que ahora. Me he tomado mi tiempo caminando despacio de vuelta a casa porque últimamente me ha dado por ahí; aprovechando el buen tiempo me he dado el lujo de huir de la prisa y contemplar cada rostro, cada ventana, cada obra en construcción. El día de ayer fue un día importante por todo lo que me había movido y removido el alma el día anterior, cuando sentí por primera vez en muchísimo tiempo que un casi desconocido me conocía como nadie. Me conmovió su modo de hablar de sí mismo y su modo de hablar del resto del mundo, sin emitir juicios destructivos, sin alzar su voz por encima de ninguna otra voz, por más razón que llevara. Me sentí tan libre... Hoy he pensado que no hay un solo día de nuestra vida que no sea importante, aunque sólo sea porque al final del mismo sigues vivo y eso te da la oportunidad de seguir aprendiendo, disfrutando, sintiendo... me siento en paz, pero es una paz relativa ya que me disparo fácilmente. Recupero pronto el equilibrio pero también lo pierdo con la misma rapidez. Hoy me ha afectado el comentario de un tal anónimo hasta el punto en que he pensado dejar de escribir por un tiempo. Los juicios erróneos siempre me han afectado más de la cuenta cuando sé que deberían darme lo mismo: como cuando se corrió en el colegio la voz de que había robado, o que era lesbiana, o que era drogadicta, o que era anoréxica, o que tenía sida, o que me tiraba al jefe...
Suele decirse que de los rumores nos afecta la parte de verdad que tienen. Pero discrepo abiertamente de esa convicción. Cuando un amigo se equivoca contigo y te critica, o te critica sin estar equivocado, resulta molesto, pero menos molesto cuando percibes que lo hace con afán de ayudarte, no por joder o por un narcisismo exacerbado o una necesidad enfermiza de aplastar a nadie. La crueldad gratuita me sigue resultando irritante. Es algo que aún tengo que superar. Una aspereza que aún no he limado: comprender que no siempre hay un por qué para una acción, comprender que si el otro no acepta algo de ti es su problema, no el tuyo, y más aún si, como es el caso, no sabes quién cojones es.
Y creo que por ahora ya he dado más importancia de la que merece a ese fulano de tal y no me merece la pena seguir perdiendo el tiempo. Ya decidiré qué hacer con él después de descansar un rato.
Me duele todo el cuerpo pero me siento bien. Es el dolor de las agujetas. Me tengo que tomar en serio lo de hacer ejercicio. Con solo un día ha aumentado mi flexibilidad y siento el cuerpo más suelto, más dinámico, más feliz. Como si durante muchos meses lo hubiera tenido encapsulado y al experimentar nuevos movimientos se sintiera más libre y capaz. He hablado demasiado tiempo desde la clausura y desde el dolor y va siendo hora de hablar desde la alegría. Mi vida sigue siendo un pequeño desastre pero me siento afortunada. Los motivos para la tristeza están en el recuerdo y los motivos para la alegría están en el presente (en términos generales, seguro que si me propongo amargarme lo consigo en un pispas)
Me siento más capaz. Antes sólo veía objeciones pero lo cierto es que si nos dedicáramos a superar cada obstáculo antes de emprender cualquier cosa, América seguiría siendo el paraíso salvaje que era, con unas sociedades casi perfectas habitando en armonía con la naturaleza. Quiero decir, que nadie haría nada si sólo viera los obstáculos.
Se me han planteado muchos retos profesionales en las últimas semanas y al principio me agobié. Pero ya he comenzado a trabajar en ellos. Como una cocinera novata, más agua, más harina, más agua... al final la masa tiene algo de consistencia y vamos a probar a hacer tortitas a ver si se pueden comer después.
Recuerdo dulcemente a Noimara y tengo unas ganas terribles de volver a verla. He descuidado a Shunna, pero sé que sigue ahí. Alfonso y yo nos debemos un baño turco. Pedro, Rafa, Dani, Jorge, Gabriel, José Manuel, papá, mamá, Rafa, Rocío, Aitor, Luis, Susana, Juanjo... venís a mi memoria y la soledad ya no es posible. Al menos ahora, que no está mal para empezar, Eros vence a Tánatos y la sonrisa gana la batalla a una semana que comienza y promete acabar cargada de estrés. Es la naturaleza humana perseguir la dicha. Hoy Hobbes, Hume, Kant, Nietzsche, Heidegger, Sartre, Ortega y Gasset... estáis muertos. Igual este estado dura solo una hora, igual mañana me planto del lado de los que tienen una noción negativa de la vida y sólo veo caras tristes. Pero hoy los vivos tienen el poder y yo, qué cojones, tengo el poder. Hay que creer, aunque parezca absurdo, como decía Unamuno en “San Manuel Bueno, mártir” (si no recuerdo mal).
Hay que creer y habrá pesimistas que se defiendan ridiculizando la visión optimista del mundo como una debilidad humana pero... a fin de cuentas, ¿acaso el pesimista que se defiende no es un optimista de fondo que cree llevar la razón?
Sólo me resta una observación antes de irme a dormir (Dios mío, las doce, qué tarde se me ha hecho): las ideas no nos convierten en optimistas o pesimistas, sino que nuestro estado borda unas u otras ideas y luego se empieza a hacer la bola. Bendita primavera y bendita luz que me disparan los niveles de serotonina y bendito ejercicio que sube la adrenalina.
No me gusta el chocolate. No es nada malo que no me guste pero me da envidia ver a los que disfrutan con él porque yo no puedo hacerlo. La vida es similar; a unos les gusta, a otros no. Algunos la disfrutan, otros, simplemente, se la comen como pueden.

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