CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

19 abril 2006

Ágape

He pensado mucho en el amor últimamente. Es algo que he de agradecer a Josías, pues, si bien no le he amado, sí que es el centro de su vida y en torno a él giran todas sus risas y sus lágrimas. Anclado en una relación perdida desde hace más de diez años, enloqueció literalmente: síndrome bipolar con esquizofrenia, agorafobia, ataques de pánico... me costó muchos sobresaltos, muchas molestias y muchos juicios (unos más gratuitos que otros).
De alguna manera, tendemos a concebir el amor desde la perfección, lo creemos permanente y no admitimos que pueda cambiar o morir. No he vuelto a enamorarme nunca desde que Jorge me dejó (desde que empecé a escribir este blog); nada pasó de comienzos porque nunca he vuelto a estar preparada. A veces lo he intentado. Pero cuando él me dejó me sentí como un billete de 500€ rasgado en dos y desde entonces he sido incapaz de recomponer este puzzle de dos piezas. Josías me ha hecho revivir todo aquello porque, entre otras cosas, es muy parecido físicamente a Jorge.
Siempre he sido consciente de que cada nueva historia comenzada desde entonces sería corta, intensa, pero fugaz. No pasó nunca de esa primera fase de deseo sexual, posesión, enamoramiento, amor pasional... lo más importante era la apetencia y el otro rara vez dejaba de ser un instrumento, al tiempo que yo rara vez dejaba de ser para él exactamente lo mismo. Supongo que esta faceta egoísta del amor es un primer paso necesario para avanzar hacia algo más mágico. Ese es el amor que duele, que se relaciona con la locura y la incapacidad de controlarse, pero creo que no podemos prescindir de él. Es tan necesario como el caminar torpe de un bebé. Es compartido pero tarde o temprano aparece el sentimiento de carencia, de falta de algo... “no es Jorge”.
Algunas veces se ha avanzado algo más y se ha llegado a una complicidad, una reciprocidad, cierta profundidad en los sentimientos. Algo se serena y comienza una amistad que acaba aniquilando poco a poco al deseo, o bien todo queda sepultado en un dulce olvido.
Yo viví el amor real. El amor desinteresado, la ternura, el “nosotros”; yo viví la dimensión más limpia del amor; ese amor que requiere cierto grado de esfuerzo. El compromiso. El deseo de seguir construyendo el resto de tu vida con y junto a alguien. Soñarme viejita, canosa y arrugada en cualquier playa del mundo recostada en su pecho. Pero se contaminó, se desequilibró, quedó incompleto y acabó muriendo... no del todo. Sigue ahí. Transformado en una amistad extraña, en un “cuento contigo”, en una nostalgia dulce que de cuando en cuando me visita al amanecer, cuando alargo el brazo y no encuentro nada más cálido que un osito de peluche y confieso que en muchas ocasiones me he vendido por dormir abrazada. Que nadie me condene. Soy humana. Pero yo he sentido a Dios latir en mi pecho y nunca he confundido ese latido con mis frecuentes disparos de adrenalina. Cometí miles de errores. Idealicé al amado, le magnifiqué, dibujé castillos en el aire y me llovieron encima convertidos en granizo helado. Que nadie me condene. Soy humana. Ocupé mi espacio entero con su persona y no dejé espacio para nadie más, sigue habiendo un espacio sagrado y no permito que nadie lo suplante, en él no cabe nadie más. Creí que sería para siempre, que era inmortal, eterno, indestructible, resucitable... como el que vivió mamá, como el que vivió la abuela. Quise creerlo así y que nadie me condene, por favor, soy humana. Me embelesé en los recuerdos bellos y mastiqué incansablemente; no quise desprenderme de tanta belleza y olvidé hábilmente “lo malo” hasta que no quedó una sola excusa para olvidarle. No acepté la separación y me condené a una soledad irremediable, una soledad imposible de curar rodeada de gente, con amantes...; perdí el control, dependí, aposté y perdí. Y después de aquello sólo obedecí las órdenes de cuatro feromonas revoltosas y me reduje a la supervivencia de la euforia de primeros momentos. Sólo primeros momentos porque nadie pasa el portal. Pero que nadie me condene.
El amor tiene múltiples formas pero el amor real, el amor verdadero, es la más bella escultura que pueda esculpirse.

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