CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

11 marzo 2009

Abrazos a 40 céntimos; polvos a 1,20

En nuestro ansia de dar, damos a precio simbólico trozos de alma en forma de abrazos y besos. Resultó ingeniosa la venta de abrazos a 0.40 la noche de cine y de rato agradable entre el grupo de amigos. Fue una manera, como cualquier otra, de reírle las gracias a una realidad que a veces nos abruma, de burlar la soledad de la que nos jactamos como si la hubiéramos elegido. Aquello fue sólo una broma.
Hace dos días, una vez más, la prisa de saciarse jodió el momento. La prisa se contagia incluso en las almas que para calmarse necesitan más tiempo que ganas. Café de 1,20, hora y media, suficiente para saber que le regalarías al otro un trozo de pastel hecho de dulzuras, caricias, saliva, flujos corporales y bacterias varias ¿O no?
"Qué a gusto he pasado esta hora contigo. Te invito al café y mañana me invitas a tu casa". En pocas palabras es el triste resumen de la jornada. Ideas claras y sueños espesos. ESe es el precio de mi decisión inamovible, renunciar a la apetencia en favor del deseo, amparada bajo el miedo de revivir la incómoda situación de sentirme obligada o de ser obligada.
No sé si mis palabras han abierto puertas a base de cerrar piernas o, por el contrario, han puesto pies en polvorosa al último tranvía, la única persona medianamente digna que se me ha cruzado en años, aunque sólo sea porque no es calvo, bajito y paleto o porque no se cuentan muchos dignos en el mundo.
El discurso, en realidad, no ha cambiado mucho en los últimos años: "es lo que hay, lo tomas o lo dejas". Una posición que de alguna manera me hace sentir poderosa, desde el punto de vista en que soy yo quien define y defiende claramente los términos de una relación, pero una postura que me deja también desamparada frente a la decisión del otro. La pelota está en su tejado; el campo de juego en el mío.
Me gusta verle, sentirle y escucharle. Me gusta soñar y creer en la posibilidad de realizar los sueños más dulces y lujuriosos. Y elijo aguantarme para no tener que aguantar. Una aprende mucho de su pasado; de los hombres que se atribuyen derechos escritos sobre el polvo, un polvo... un mal polvo además.
A pequeño nivel en el mundo animal a esto se le llama "evitación"; en nuestro mundo habrá quien lo llame "cobardía", "estrechez", "decencia", "honestidad" o "egoísmo"... yo aún no he decidido el término más apropiado, puede que todo eso. Pero no es una cuestión dialéctica, sino de principios; son estos y no tengo otros.
Lo que sucede es que me he encoñado. Pero ya se me pasará ... ¿O no?