CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

06 mayo 2009

orgullo de madre

Tengo un hijo normal; normalmente guapo, normalmente alto, normalmente listo, normalmente simpático y normalmente cansino (que también). Me lo repito mucho porque un día voy a explotar del orgullo. No me gusto cuando muestro a mi hijo cual atracción de feria preguntándole delante de todo el mundo los ruidos de los animales, los colores de las cosas y las letras de los carteles. Me lo repito y no me lo creo a veces porque supongo que los escarabajos llaman a sus hijos soles, como decía mi abuela. De cuando en cuando le miro y me digo a mi misma "es que cuando hago las cosas me gusta hacerlas bien"... y es que un día me propuse hacer un hijo y me salió perfecto.
Me preocupaba a veces el hecho de que se criara sólo conmigo y con los abuelos, que se le consintiera demasiado, que se le malcriara y se volviera uno de esos niños-monstruo que a veces llegaban a mis consultas con la mirada desafiante y sus padres con el rostro desencajado. Me preocupaba a veces el hecho de mirarle tanto que me olvidaba de mí misma.
Últimamente le dedico mucho más tiempo y ya estoy acelerando el proceso para volver a vivir con él en casa. Maldito carnet de conducir, cómo me está complicando la vida...
Ahora, que veo posible que mi hijo tenga un hermano postizo de su misma edad no sé si alegrarme o echarme a reír (que no es lo mismo). Llevo cuatro años o cinco viviendo a mi antojo; lo cierto es que me he convertido en un desastre total de persona. Le doy muchas vueltas al proceso, al cambio que nos espera, lo que puede suponer el paso de duplicar los habitantes de mi casa y reducir a la mitad los trastos que hay en ella. Y también me doy cuenta de que he estado haciendo mal muchísimas cosas; lo sabía... pero veía tan lejano el día en que pasáramos de ser dos a ser tres... o cuatro. Qué raro es todo. Para distraerme un rato de los pensamientos siniestros que me comen la alegría saco a mi hijo a la calle y se pone a leer todas las letras y los números de todos los carteles y todas las matrículas. La gente que pasa lo mira sorprendida (igual no es muy común que los niños de 2 años conozcan todas las letras y reconozcan hasta el 20). Se me cae la baba por litros y me hago la dura.
De cuando en cuando nos imagino a los cuatro en el parque o en la playa o haciendo los deberes en el salón.... entre otras muchas cosas (mi imaginación se desboca por momentos). Resulta casi difícil de creer. Por primera vez en mi vida alguien no me propone que me vaya a vivir a donde él está (generalmente al quinto carajo), sino venir a donde yo esté. Cuando he hipotetizado sobre esto en algunas conversaciones solía decir que no aceptaría nunca jamás tal cosa, que es demasiada responsabilidad sobre el que lo deja todo por uno y me sentiría eternamente culpable si las cosas fueran mal. Nunca digas nunca jamás.
Simplificando las cosas... se me va a complicar la vida y no me preocupa, me encanta. Creo que es el momento oportuno para sentirse de puta madre.