CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

23 abril 2009

liguemos punto com

Todo lo que comienza necesita de un tiempo prudencial de roce y cariño para convertirse en algo; el amor requiere su tiempo y si no lo tiene se detiene, se destruye o se transforma. En mi caso, por suerte, ha evolucionado hacia un "yo te tengo, tú me tienes" más profundo que el polvete ocasional, a esa sensación tan linda de saber que el otro sabe que puede contar contigo y saber que el otro sabe que tú sabes que puedes contar con él... de todos modos me da pena. Y me da pena porque es muy triste darse cuenta de que el primer hombre digno que he conocido en más de dos años vive actualmente en la situación que yo vivía hace casi cuatro y es triste conocer a la persona adecuada en el momento inadecuado. O a lo mejor no era la persona adecuada...
Mi corazón está preparado pero mi vida no lo está. Son tiempos difíciles, de prisas y destiempos, de amores a la carta expuestos en la red, donde todo se pierde o se logra a razón de pocos minutos y me rindo y me rindo porque me agota. Me agotan cincuenta mensajes al día, los pesados de "dame una oportunidad", "no te arrepentirás", "un café y lo que surja", "amigo de mis amigos", "por lo menos podrías contestar, es de buena educación", los típicos tópicos copy-paste del Principito, canciones ochenteras, o poemas de puño y letra muy "sentíos" y muy malos.
Somos muchos, muchos singles o solterones, que preferimos desvestir pecadores antes que vestir santos, muchos buscadores perdidos en un buscador, buscando ser encontrados.
A veces me lo tomo con humor y pienso que los hombres a partir de los treinta son como un váter: o están ocupados o llenos de mierda... o peor, las dos cosas; porque la cantidad de hombres casados que se publicitan en meetic y compañía buscando sustituta antes de que todo termine, o simplemente el parche con el que cubrir su hueco, pero sin divorciarse, que sale muy caro... es tremenda. Al último casado le pregunté "¿tu mujer es de las tontas que no se enteran o tienes con ella una relación liberal?" la respuesta es deprimente.
No es nuevo; siempre he querido vivir de nuevo la experiencia de la vida en pareja, pese al dolor del abandono que tanto me rompió. He querido mantener la ingenua creencia de que es posible ser feliz junto a alguien. En esa búsqueda me he caído de bruces docenas de veces. Asumo mi historia y mi momento pero sería hipócrita y sobrada si dijera que estoy contenta. Y también sería hipócrita si dijera que con mi hijo tengo bastante porque no tiene nada que ver. Un hijo no puede, ni debe, cubrir ciertos huecos. Lo mismo que un abuelo no puede llenar el hueco de un padre...
Ahora, después de un tiempo de búsqueda, en la que me he sentido a menudo como si me hicieran una entrevista de trabajo y a menudo como mirando a través de una ventana con múltiples paisajes desoladores, me aparto del mundillo de liguemos punto com y me resigno a creerme que lo que tenga que ser será, con internet o sin internet.
Sé que no volverá a ser lo que fue y no lo busco. No busco el amor ardiente que te hace hervir la sangre pero el gran Sabina sabía bien lo que decía cuando canta "En la frontera de los treinta el amor no quema pero calienta" (me gusta pensarme en los treinta aunque haya alguien rulando por ahí que me pone en los cuarenta desde que cumpli los 33).
No estoy de acuerdo con los mensajes peliculeros americanos que pretenden que nos creamos que basta desear algo con mucha fuerza para hacerlo realidad. Es más, creo que el deseo a menudo se entorpece a sí mismo, sobre todo cuando se convierte en desesperación, o similar.
Así que, aunque parezca contradictorio, voy a empezar a creerme que paso, es más, que no lo quiero. Que no quiero ni media naranja, ni medio limón, ni osito que me abrace, ni besos fugaces en medio de la calle, ni baños de espuma muertos de risa, ni pies helados bajo la colcha, ni palomitas y peli, ni carcajadas después de una pelea, ni mancha de chocolate en la blusa, ni botones arrancados a mordiscos, ni echarte de menos cuando no estés, ni hacer de enfermera, ni que me hagan de enfermero, ni pelusas en el ombligo, ni reventar granitos en la espalda, ni quitar pelitos con pinzas, ni dar a beber de mi boca, ni querer morirme contigo junto al mar.
A veces me miro al espejo y me siento como un desperdicio. Pero ... ¿somos un desperdicio si nadie goza de nosotros? ¿Necesitamos realmente de un ser que nos complete?
Próxima parada: yo misma.