CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

18 noviembre 2009

El abogado

Tomaba unas cervezas con un compañero de trabajo, yo estaba de espaldas a la puerta y no la vi llegar... no hubiera reparado en su presencia si no hubiera escuchado su voz. Con un tono cargado de velado reproche, súplica y encanto preguntó si no servían tapa con la cerveza. Luego se sentó y cambié de posición para verla. Estaba muy entretenida con una especie de crucigrama y no parecía levantar la vista; sólo lo hizo cuando el camarero anunció que su tapa estaba lista; la tomó en sus manos y se dirigió a la mesa... era una mujer muy delgada, vestía con cierto descuido y su atuendo dejaba caer la manga de la chaqueta y el hombro desnudo. Hubiera jurado que esa mujer comía como un pajarito por su aspecto pero esa mujer sólo tenía ojos para el crucigrama y boca para los calamares.
Devoró el plato en cuestión de segundos y cuando acabó, como si los calamares estuvieran contaminados de cafeína, se empezó a revolver en el asiento; sacaba cosas de una mochila naranja, muy de niña de instituto, que contrastaba con su expresión seria, sus gafitas y coleta. Era una niña disfrazada de persona mayor, o eso me pareció. De nuevo volvió a la barra; esperaba nerviosa mirando a un lado y a otro buscando al camarero. Pidió autorización para usar la máquina de tabaco y lo abrió camino a la barra. Entonces pidió fuego al camarero y yo me ofrecí a dárselo. La escusa de dar o pedir fuego es la mejor que conozco para entablar conversación. Mientras buscaba el mechero por todas partes la niña vestida de persona mayor reparó en el libro que yo había dejado sobre la barra. Tocó tímidamente el libro y me preguntó _¿qué tal es? ... lo último que esperaba es que una mujer intentara ligarme hablando de literatura, me quedé callado... _"el libro, digo" ... inicié la respuesta balbuceando... esperaba que la niña continuara la conversación, se presentara, me dijera su nombre, me diera dos besos... le di fuego, me dio las gracias y volvió a su asiento. Si no actuaba deprisa esa mujer volvería a sus crucigramas y no habría modo de rescatarla, así que me acerqué a ella, le sugerí que leyera el primer capítulo si sentía curiosidad y fue entonces cuando por primera vez me miró a los ojos y sonrió agradecida, con una sonrisa ancha, como si hubiera recibido un regalo.
Leyó con rapidez, como si el libro le quemara en las manos. Cerró el libro y esperó con él en la mano, mirándome sin decir nada hasta que la miré de nuevo. Entonces me acerqué a ella y le empecé a contar por qué me gustaba, aprovechando para darle algunos datos sobre mí, especialmente los que más interesan... "es abogado, como yo, está divorciado, como yo", ella interrumpió: "y por primera vez en su vida va a defender a alguien que verdaderamente es inocente". Me quedé helado, no sabía a qué se refería. "he leído también la trama que hay en la pasta del libro" _dijo_ ... "ya sabes del libro más que yo" _respondí sorprendido, ya que yo aún no conocía ese dato_. Me volvió a dar las gracias y miró el reloj. Recogió sus cosas rápidamente y pidió la cuenta en la barra, le dije que ya la había invitado yo y me dio un "gracias" distinto, un "gracias" comprometido, tímido, asustadizo. Luego dijo "que lo disfrutes", refiriéndose al libro y al darse la vuelta tropezó con una silla, la retiró nerviosa y desapareció, sin decir su nombre, sin darme dos besos, sin presentarse, sin volver a mirar... ¿Estará acostumbrada a que los desconocidos le paguen las consumiciones? ¿La he puesto nerviosa? ¿La volveré a ver?

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