CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

30 junio 2005

El regreso de Sunna, la mujer pantera

Hace unos diez años, Isabel y yo soñábamos con ir a vivir juntas. Ella cocina, yo friego los platos; ella se come el chocolate, yo la nata... extrañas compatibilidades en caracteres absolutamente distintos que, curiosamente, se llevan bien. Hoy es mi primer día de no-soledad. Me siento extraña. No podré quedarme jugando al solitario hasta las mil, tampoco me conviene; hasta el lunes tengo horario de madrugar, luego volveré a estar despierta por las noches... entonces Isabel y yo tendremos que organizarnos. Hoy es el primer día, todo se andará.
Hoy me despedí de A-17 y de su madre hasta el otoño, si mi nuevo horario me permite seguir dándole clases. Su madre me avisó que está dispuesta a adaptarse a mis días libres como sea.
Reconozco que me entristece ver a una pareja de caramelitos después de tanto tiempo de secano. Debe ser envidia. Pero no estoy más triste que ayer, ni que la mayoría de los días.
El calor me asfixia más de lo que quisiera, me aplasta el alma, me amuerma los sentidos. A veces me digo: debe ser el calor.
Con los niños estoy bien; en protección de menores estoy bien; mientras redacto historiales, me estudio la nueva ley de protección de la mujer, investigo terapias para la discalculia, dislexia, dislalia, trastorno antisocial... y toda la cantidad de cosas que tienen los niños con los que trato estoy bien. Algunas jornadas comienzan a durar más de quince horas de trabajo, más de tres horas de traslados y unas tres horas de tiempos muertos, en los que es demasiado tarde para regresar a casa y demasiado pronto para mi nuevo destino. Al final me quedan tres horas de sueño.
Si uno cobrara según trabaja no debería vivir en un apartamento de 50 metros, sino en un chale de cinco plantas o así... pero me da igual, pues ya me queda grande esta casa cuando estoy sola. Tengo que seguir deshaciéndome de cosas, me lo pienso mucho antes de comprar algo. Sin embargo, existe un cúmulo de trastos inevitable, que nunca se utilizan pero que no es ético tirar: son muchos los diarios que se escriben en trece años. Son muchas los libros de la carrera y muchos los apuntes. He tirado muchas cosas en mis dos últimas mudanzas. Ahora tengo que guardar muchas cosas que no utilizo: una vajilla, una batería, una mantelería, sábanas de 1.35... cosas, a fin de cuentas.
Pronto vendrá mi amigo Juan a sacarme de la rutina por unos días. Nos perderemos sin que nadie sepa donde estamos. Me gusta esa sensación. Antes pasaremos unos días en casa "solitos"... bueno, con Isabel a ratos. Pienso apagar todos los teléfonos y desaparecer del todo para todo el mundo, menos para él. Me hace falta aislarme, pero de otra manera, de esta manera. En los brazos de un amigo en quien confío, que viene a cuidarme, a darme mimos, a tratarme como una reina, a mirar las estrellas conmigo.

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