CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

17 septiembre 2005

Anantae Toemo Nae

Abrí los ojos y vi las hojas de los árboles moverse bajo la luna llena; el susurro del viento fue casi como la voz de una madre cuando dice a su pequeño "sólo era un sueño", o al menos fue lo más parecido a un abrazo humano que se podía tener. A través de la ventana , hojas y viento. Miré a mi alrededor, nada más. Silencio y calma. Un remanso de paz en pleno corazón de Madrid. Mi hermano mayor y su pareja dormian en su habitación, pero no escucharon mis gritos.
Algo he leído acerca de los sueños lúcidos. Dicen que en el instante en que eres consciente de que estás soñando tú gobiernas tus sueños y entonces puedes hacer lo que quieras: correr, volar, viajar, crecer, nadar...
"Anantae Toemo Nae" significa "tú dominas tus sueños". Algunas veces lo he logrado , pero nunca en aquellos sueños en los que , como el de esta noche, la oscuridad es un elemento importante.
El sueño de esta noche se desarrollaba simultáneamente en varios lugares; recuerdo la casa de mi hermano como uno de ellos y otro en un tren.
En el tren vi a Irene, una antigua compañera australiana de la que no sé nada hace más de tres años, tenía unos ojos profundamente azules y una sonrisa preciosa. Yo viajaba con un cirujano quee tenía una enfermecad terminal y con su esposa. Ambos eran ancianos bien conservados, con arrugas y canas, sabia mirada y voz profunda y tranquila. Antes de morir el cirujano se había empeñado en operarme los ojos para que no necesitara ponerme a gafas. Y en el mismo tren me hizo ponerme de espaldas y agarrarme a una barra metálica. Entonces con una cuchilla de afeitar me hizo tres cortes cortos y profundos a la izquierda de la zona lumbar de la columna vertebreal y luego decidió interrumpir la operación y pagarla élñ mismo en una clínica privada. Hablé por teléfono con mi madre y se puso muy contenta al saber que me iban a quitar las gafas.
También me vi en casa de mi hermano con algunas modificaciones. Hablaba al teléfono con una anciana que se lla aba Manuela y vivía con su hija y su nieto. Parecía un poco triste y tenía una voz muy agradable. De pronto reparé en un largo m oscuro pasillo que se abría frente a mí y me encontré inmçóvil en el sofá, con el móvil, hojas en blanco y una cuchilla de afeitar en lugar del bolígrafo que creí tener. Comencé a gritar dessperadamente y de repente me dejó de salir la voz, entonces me di cuenta de que estaba soñando, olvidé mis conocimeintos sobre sos sueños lúcidos y toda mi obsesión era despertar y a sabiendas de que mi propia voz me despertaría grité hAsta que al fín arranqué de mi garganta dos noes muy sentíos.
El susurro del viento fue suficiente, sin embargo, cuanto echo de menos una caricia, un susurro y un vasito de agua en esos momentos.

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