CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

29 octubre 2005

Lejos de aquí

"me gustas como sos. No te añadiría ni te robaría nada, me gustas como sos.... sobre todo quiero que sepas que nunca te voy a olvidar"
Sonó como el breve clic previo a la explosión de la mina y entonces algo se me rompió adentro y supe que todo había terminado. Él sólo quería escuchar que le quería y a mí no me nació decirlo. Hay palabras tan poderosas que no te nacen de la boca si no son ciertas, aunque uno no sepa que no son ciertas. Le abracé sabiendo que era la última noche, porque él es así, se marcha sin decir adiós y sólo regresa cuando tú le llamas... y yo no le voy a llamar. Me morí entre sus brazos, gélidos y distantes. La mañana llegó demasiado temprano y con prisas. El beso fugaz de los desenamorados que conviven juntos después de muerto el amor hace demasiado tiempo. Veinte días de amor con un intermedio de tres quebrando el centro. Anoche dormí en el sofá al arrullo de un televisor que si algo bueno tiene es la capacidad de dormirte de puro aburrimiento; antes leía antes de dormir, me gusta, pero es peligroso. Porque me pico y paso las páginas y pasan las horas y luego el despertador no tiene piedad de mí.
Durante mi baño me llamó José Manuel; ayer me hice cachitos en el umbral de su cocina; lloré con paz y sin ruido acurrucada en el suelo, como una niña pequeña. No lloré por amor, ni por rabia tampoco. Lloré por vacío, bien sabemos que la lluvia también se queda en los agujeros de la tierra. Los vacíos del hombre se llenan de lágrimas al menor nubarrón. Somos así.
No hubo besos esa mañana, apurados a la llegada de un tren que iba a alejarnos, implacable, y devolvernos a la otra vida, la solitaria, la rutinosa, la de todos los días, la de siempre. El tren me regresó a la estación vacía; ya no iba a ver sus ojos explorando las cabezas que florecen del subterraneo como las malas hierbas, buscando la mía, que siempre es la última, porque tengo la manía de esperar que salga todo el mundo, porque me aterran las bombas, mira qué tontería, y siempre espero que la masa se aleje porque las bombas estallan en la masa y si he de morir no quiero que mis trozos de cuerpo se mezclen con otros...
Me da pánico Madrid, los subterráneos, las estaciones llenas, las escaleras mecánicas repletas de gente que sube y baja lentamente como un gusano, el tren atestado donde a duras penas encuentras a dónde agarrarte y esta soledad tan cierta en medio del barullo, la soledad más grande, la que se mezcla con otras. Yo quiero ver el mar, las montañas peladas, un horizonte libre, las calles empedradas, el pan en el horno de leña, los techos altos, los braseros de picón, las chimeneas. Madrid me ahoga y tengo que ir a verlo casi todos los días, también mañana. Pinto a ratos se salva, pero no deja de ser una extensión de la capital. Llevo medio año viviendo en este apartamento y no conozco a los vecinos. No habré cruzado con ellos más de treinta palabras: "hola", "adiós", "¿hay llave para este patio?", "Duermo durante el día, trabajo de noche ¿puedes bajar por favor un poco la música?, gracias"
Cada día más deseo salir de aquí.