CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

03 mayo 2006

Mi cerebro, el resto de mi cuerpo y lo que queda de mí

La cama sueña conmigo,
con ser deshecha,
ser habitada de sueños,
de piel de sudor y piernas
enloquecidas que abracen
a una cintura despierta.
La cama sueña conmigo,
yo sueño contigo mientras.

La cama me guarda el aire
porque no me falte aliento
cuando respire tu tarde
tu noche y el día siguiente.

... Desde que la he visto la he deseado y apenas puedo pensar en otra cosa. Sé que tengo trabajo pero la espalda me pesa como tres horas de documentales de mundo submarino. Llego cansada y no me nacen las ideas, o no se ordenan o no se me quedan en la memoria el tiempo suficiente como para escribirlas.
Vine por el camino pensando en las películas de miedo. Y pensaba que en ellas todo está en calma hasta que irrumpe una música y de repente todo se jode. Maldita música. A lo tonto a lo tonto, por las calles oscuras y vacías me fijaba en cada sombra y prestaba tanta atención a cada pequeño ruido que de vivir a más de siete minutos de la Estación se me hubieran triangulado las orejas como a los zorros del desierto, capaces de oír un bicho a siete metros bajo tierra. Convencida de que el hombre de los platillos andaba escondido por alguna parte busqué la luz y huí de ratas invisibles. Curiosamente cuando me sumergí en estos extraños pensamientos fue cuando me calmé, porque justo antes me pareció que el aire que me llegaba era insuficiente, me dolía el pecho y me sentía fatigada, como cuando has corrido mucho o cuando te llevas un susto muy gordo.
Hay diversas teorías que relacionan emoción/pensamiento/sensación corporal. En este caso todo empezó con la sensación corporal (la respiración), que me hizo pensar que estaba enferma y comenzó la ansiedad; luego, el pensamiento produjo la alerta y con ella me calmé. No me extraño de nada; con veinte libros sobre terapias conductuales, psicomotricidad infantil, guías de actividades, emociones... sobre mi mesa, doce horas de trabajo a cuestas y una lista con menos tareas tachadas que tareas por tachar, las neuronas hacen huelga de axones caídos y no hay manera de ordenar nada y todo se complica más y más a cada bostezo.
Ok. Soy una mujer madura (al menos para algunas cosas), reconozco mis limitaciones y mi cuerpo, que me ha respondido como un señor durante toda la jornada laboral y mi cerebro, que se ha portado como un caballero en un par de casos difíciles tienen pleno derecho a pedirme un kit-kat. No se lo voy a negar. No es un favor, es simple sentido práctico. Pero juradme por vuestras fibras que no protestaréis dentro de seis horas o no tendré más remedio que someteros de nuevo a altas dosis de cafeína.
Joder. Esta noche estoy para que me encierren.

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