CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

28 septiembre 2007

Algo se muere en el alma

En toda mi vida laboral nunca he dejado un trabajo con tanto pesar. Era mi sueño, uno de esos que se cumplen en las propias carnes y llegó la hora de despertar en busca de otros sueños. Tengo un montón. Fantaseo a diario con la idea de pintar el cuarto de mi hijo y lo único que sé es que no será ni rosa ni verde pistacho; ya tengo pensado el suelo. En mi imaginación reviso todos los rincones peligrosos y coloco bien alta mi colección de brujitas de barro. Ya le estoy comprando su colección de libros. Me desharé de este ordenador del pleistoceno y me fabricaré un despacho de juguetes, colchones de gimnasio y colores vivos. Pondré sobre mi cama una colcha azul con una luna, como la que perdí y en el salón alfombras y cojines para jugar con mi hijo. Encontraré otro "trabajo de mis sueños" y algún día volveré a ser la mujer más feliz del mundo, con o sin brazos que me abracen para burlar el frío de un mayo loco o el mal humor cansino de los malos días.
Me voy de buenas, con el agradecimiento, la pena y los buenos deseos de mis jefes. Las compañeras aún no me han dicho nada. Me ha costado decirlo y aún ahora no estoy segura de nada, salvo que no hay marcha atrás. Tengo desde ayer un nudo en el estómago que no me deja comer. De todos es sabido, no es misterio, lo mucho que me cuesta desprenderme de las cosas, los trabajos y las personas. Ya Madrid no tenía ningún sentido, nunca le amé, le habitaba arrastrada por circunstancias que casi nunca eran mías y le era infiel de pensamiento cada vez que viajaba con cualquier ciudad, pueblo o aldea. Y eso que en él fui feliz, tanto que llegué a creer ingenuamente que la felicidad no acabaría nunca. Le debo un paseo lento, a lo turista, para reconciliarme por lo mucho que he renegado y por todas las cosas malas que he dicho de él: que era sucio y apestoso, desordenado, caro , lleno de mierda y de ruido, que le robaba las estrellas al cielo y el sueldo a la clase media. Cuando deje de estar enfadada con Madrid hablaré bien de él y le convertiré en una ciudad, dejará de ser "un sitio" y hasta echaré de menos una puesta de sol en el templo egipcio, una noche de teatro o un paseo por Callao. Hoy por hoy sólo me transmite dolor, que la vida me haya traído a vivir a la misma zona en la que estuve cuando era tan feliz, que el sitio no importaba. Ahora el sitio importa, cada muro sucio, cada mirada rancia, cada sirena, cada prisa y cada empujón.
No sólo me voy por eso. De hecho no es la razón que Madrid no me guste o me traiga recuerdos de los dulces que te amargan. La razón, una vez más, es el dinero. Es triste pero es. Al menos, la razón más decisiva y más poderosa.
Y ojalá que la vida no me vuelva a pillar nunca más con las manos totalmente vacías.