CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

08 octubre 2007

La suerte está echada.

El despido se hará efectivo mañana mismo, después de mi último turno de noche. La dueña del piso ya me ha pedido que se cuelgue el cartel de "se alquila". El nuevo piso ya está apalabrado a falta de firmar contrato y pagar dentro de dos o tres días. La mudanza, la semana que viene. La devolución de la fianza de esta casa a primeros de noviembre. En el trabajo, contentos; la dueña, contenta; los papás, ultracontentos; los amigos, contentos; el niño enseñando los dientes, contento... todos contentos; yo también, acojonadilla pero contenta. Miro agobiada las cajas, los trapos, los libros amontonados en el rincón de los libros, las sábanas en la caja de las sábanas, las pequeñas cosas inútiles cargadas de recuerdos aún en su lugar: el móvil del piso de Pinto, la lámpara azul de Isabel, el móvil del otro piso de Pinto, el termómetro quemado de la relojería de papá (¿a quién de nosotros se nos ocurrió la feliz idea de poner un mechero debajo para ver cómo subía el mercurio?), el cuadro de Francisco Mateos, el dado azul de mamá, la pluma roja de Adela, la colección de brujas de Galicia... sólo serán unos días. En mi imaginación recorro de nuevo los lugares donde ya dejé caer mi CV y me dijeron que había posibilidades de trabajo cuando regresara, extiendo la alfombra de juegos de mi hijo, me recreo decorando el salón, me asomo a un balcón y los muros están lejos... nada hay que me garantice que todo saldrá bien, pero es la primera vez en años que tengo tanta ilusión por algo. A pesar del virus que nos tiene destrozaditos a los dos y al tito ingresado en el hospital, a pesar de dejar un trabajo que me encanta en todos los sentidos del mundo, a pesar de regresar a una tierra con la que aún estoy un poco enfadada, a pesar del temor de encontrarme con juicios y prejuicios por mi condición de madre soltera en una tierra en la que muchos darán por hecho que "busco hombre que nos mantenga", a pesar de la posibilidad de no encontrar un trabajo digno que me permita dar a mi hijo todo lo que necesite... hoy me he dado cuenta de que vuelvo a ser feliz, que he recuperado el brillo en la mirada, que se me llena la boca de risa jugando con mi hijo y que no me amarga ni un solo recuerdo, ni le deseo ningún mal a nadie, ni echo de menos nada de lo que tuve y perdí, ni me urge para mañana nada que aún no tenga, ni tiene sentido arrepentirse ya de ningún error, que a nadie debo una disculpa y si alguien me la debe ya se me ha olvidado. Puede que en los próximos días esté agobiada por tantos cambios pero eso no me resta este instante, que la felicidad consiste simplemente en momentos así, como este, en los que te sientes plena independientemente de que haya necesidades por cubrir.