CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

23 enero 2008

Reflexiones con hambre y dolor de cabeza

Paradógicamente se me han dado situaciones en la vida en las que se me reprocha una actitud negativa tras una traición, un ataque, una injusticia...
Como cuando mi ex me reprochó estar poco comunicativa después de saber que me había sido infiel repetidas veces, o cuando mis socias me reprocharon estar a la defensiva después de enterarme que habían estado urdiendo a mis espaldas, o esta última vez cuando cierta persona, a la que respeto profundamente a pesar de no haberme aportado nada bueno, me reprocha haber actuado negativamente después de que me atacara repetidas veces basándose en supuestos imaginarios y sin que yo le hubiera hecho absolutamente nada.
Cada día estoy más convencida de que las personas no son buenas ni malas. Por el mundo hay repartidas muchas personas que piensan de mí que soy un putón verbenero, cínica y egoísta; otras que piensan que soy generosa, amable y leal; hay quienes me consideran muy divertida y otros, por el contrario, me catalogan de sosa. Unos piensan de mí que soy muy valiente y otros lo reducen a temeridad. En demasiados casos mi fama de buena persona no me ha servido para mucho más que para ser manipulada y utilizada y aún así, sigue siendo relativamente fácil arrancarme favores que no me apetece hacer y no porque me cueste decir que no, sino porque me nace de dentro y me resulta más sencillo moverme más en pro de los deseos que de las apetencias.
Mi vida atraviesa por un momento complicado desde... creo que desde que nací. La soledad de los últimos meses me regresa al diario, a la lectura, al placer de las pequeñas cosas, al proyecto de las grandes cosas y a la calma que genera ese vicio de pensar productivamente y darse cuenta de cómo funciona el mundo, la gente y sobre todo, cómo funciono yo.
No me preocupa lo que se dice de mí, me preocupa más lo que me dicen a mí y más que nada, cómo respondo yo. Disfruto de cuanto tengo y no me preocupa en exceso lo que me falta. No me interesa, ni me daña, que algunos me olviden, yo también me olvido de algunos y eso no me convierte en un monstruo; me preocupa más que algunos tarden en olvidarme o me recuerden cuando ya me habían olvidado. Ni los insultos de un desconocido ni sus halagos tienen lugar en mi tiempo ni en mi mente. Quiero que mi hijo tenga paz y soy yo quien se la debe transmitir.
Las semillas que sembré en Jaén comienzan a dar su fruto y eso me resta mi anterior preocupación, la de haber tomado la decisión equivocada. Ahora que sé que decidí bien, ahora que mi esfuerzo se va reflejando en algunos proyectos que empiezan a ver la luz, que comienzo a tener nuevos amigos con quienes tomar café, cañas, o lo que sea, que mi relación con mis padres está en un punto más sano que insano y que yo, salvo momentos puntuales, me siento bien, estoy en un momento delicado y sin embargo soy feliz. Y no tengo aún un trabajo, ni una casa-hogar, ni compañero que me achuche pero todo eso es secundario porque tener-ser-estar son los verbos que nos ubican las comisuras de los labios en uno u otro sentido, por más o por menos tiempo.
A todos aquellos que me desearon mi bien por mi propio bien; a todos aquellos que me desearon el bien, por su propio bien; con el dedo de en medio arriba, a todos aquellos que me desearon mal por su bien y con el dedo de en medio arriba golpeando el aire a todos los que me desearon mal sin que les aportara ningún bien, sólo me resta decirles que las comisuras de mis labios, pese a todo, están hacia arriba.