CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

10 septiembre 2008

Inma-dura

Lucía llamó hace tiempo; me invitaba a ir a su casa esa misma noche, como si una pudiera improvisar, así de pronto, a esa hora tan clave para el sueño de los niños. Podría haberle contestado en ese momento, pero no lo hice; estaba un poco cansada de dar escusas. La ignoré, no sin pesar, pero sí relativamente tranquila, a sabiendas de que había hecho por ella todo cuanto podía y que yo ya no tenía nada más que aportarle y ella a mi tampoco. Después de aquello recibí dos mensajes al móvil, uno en mayúsculas y otro en minúsculas; ambos rezaban lo mismo "Ve con" y nada más. Tampoco los respondí. La insistencia de Lucía en que nos encontremos siempre en su casa me asusta y me incomoda. No me hubiera importado volver a quedar con ella en un sitio público, pero Lucía se ha vuelto un ser impredecible y, según informes forenses, violenta.
Ser madre me ha vuelto mucho más precavida y también mucho más selectiva a la hora de elegir y mantener mis contactos sociales, ya sean estos compañeros, amigos o amantes.
Hace ya varios años trabajé como personal de selección. Las personas llegaban, escribían su cuestionario delante de nosotros (así nos asegurábamos de que sabían leer y escribir) y nada más salir por la puerta poníamos su cuestionario en el montón de rechazados o en el montón de seleccionados. Las personas llegaban a la empresa a oleadas y estaban goteando a lo largo de todo el día. No había mucho tiempo para leer detenidamente nada y se les amontonaba en "válidos" "no válidos" con la misma facilidad y rapidez con la que tiempo atrás separaba piezas blancas y negras en una fábrica de plásticos. No te planteas si te equivocas o si esas personas merecen o no una oportunidad. No hay tiempo.
De nuevo el hombre de gris sopla su aliento frío sobre mi nuca y decido con rapidez si las personas que se acercan a mí merecen o no una oportunidad. No hay piedad. Es posible que le haya dado la espalda a personas que valen mucho la pena, pero lo cierto es que no hay tiempo ni siquiera para que importe.
Aunque no lo parezca, por lo que reflejo en el blog, al menos para las mentes más simples, siempre he sido muy selectiva con los hombres y rechazaba a una gran mayoría, cada vez más. Ahora les rechazo a todos. la típica y fácil deducción que suele hacerse es que la maternidad me ha vuelto más exigente; también es cierto que tengo menos ocasiones de conocer a gente y que en Jaén, lamentablemente, hay poco donde elegir; la mayoría de las personas que he conocido tienen una mentalidad muy cerrada y prejuiciosa, o muy simple para mi gusto y, aunque todos decimos que el físico no es importante, no podría con un bajito, gordito con cara de pan. Lo menos es que el hombre te guste un poco.
Todo esto viene por la manía que tienen mis más queridos y pesados de emparejarme con alguien a quien Ángel pueda llamar "papá".
Hoy me he reencontrado con un hombre con el que salí durante medio año, de esto hace once años. El tiempo ha hecho estragos con él. Recuerdo que le conocí en una parada de autobús, que cogí el autobús porque le ví esperándolo y me pareció el hombre más guapo del mundo y que luego me gustó porque era tímido, aunque luego me di cuenta de que no era callado por ser tímido sino porque era un poco tonto el pobre. Recuerdo que la cosa duró porque teníamos poco tiempo para estar juntos y tardé en darme cuenta de que esa timidez que le hacía tan encantador era, en realidad, una ajustada inteligencia. Un día me enfadé con él y me fui a ligar "con el primero que me encuentre", él pensó que yo vacilaba, pero no lo hacía. Y así encontré a Manuel y me fui a vivir a Logroño, fue un fracaso total pero Manuel me presentó a Jorge y con él estuve seis o siete años, Jorge me dejó, yo me volví loca y desemboqué en el padre de mi hijo. Ahora soy madre soltera, tuve que dejar mi trabajo en Madrid, vine a Jaén a buscarme el pan y si no hubiera dejado Madrid no tendría ahora un puesto de responsabilidad trabajando con menores en Jaén. Y es que es muy curioso cómo unos acontecimientos te llevan a otros y cómo parece hacerse cierto eso de que "no hay mal que por bien no venga" aunque haya quien prefiere pensar que "las desgracias nunca vienen solas".
Lo cierto es que el reencuentro con "el guapo tímido" me lleva a desdecirme de aquella frase que tantos problemas me trajo con una celosa paranoica, hace ya casi un año: "nunca dejas de amar a quien has amado, por mucho que te hayas empeñado en creer lo contrario" (espero que no lea esto, ya que tomó la decisión de olvidarse de mi existencia, pero como esa mujer no tiene palabra, nunca se sabe). Pues eso. Hoy me desdigo porque este último encuentro no me ha removido más que prisa porque se acabara la conversación y seguir a lo mío.
A lo mejor es cierto que me he endurecido, pero lo cierto es que no me importa, al menos no aquí y ahora, que es lo único real.