dormir o no dormir, esa es la cuestión
Las tantas de la madrugada vuelven a pillarme desprevenida, con las ganas de dormir colgadas de las estrellas y el frío lamiéndome los pies.
Me dan las tantas, día tras día, tenga que madrugar o no y un sábado más sin plan y aún con el despacho desordenado, volándome las ideas una tras otra sin dejarme dormir.
No estoy tranquila. Las incertidumbres me ponen nerviosa. El futuro me mira con mala cara y el pasado no te quiero ni contar.
Me crispa la idea de pasar la navidad, una vez más, rodeada de seres a los que adoro pero que no hablan mi idioma.
Este fin de año, si no pasa nada raro, si todo va bien, me daré un respiro.
Sueño con la Navidad, por primera vez desde que era estudiante, con la certeza de que disfrutaré de vacaciones de profesora y entonces tendré tiempo, todo el tiempo del mundo.
El perro se me arrima buscando caricias y el niño duerme tranquilo en su cuna. Y agradezco estas horas de calma, tanto tanto que prefiero no dormirlas. Estas horas de no trabajar, no dormir y no limpiar. Estas horas de hacer lo que quiera y si es nada casi mejor. Me gustan tanto que aguanto el sueño todo lo que puedo. Nunca me apetece dormir.
Cuánto lamento haber perdido a Guel. Probablemente es el único amigo que me quedaría en Jaén. A los demás la vida los mueve más que las maracas de Machín. Van y vienen. Este fin de semana no queda nadie. Las novias celosas son una putada. Me alegraba saber que estaría ahí, que se podría una tomar con él un café de vez en cuando.
En la vida suceden a veces cosas extrañas, como esto de recuperar y perder a velocidad de vértigo, o esto de recordar pasado más de un año al amigo con quien tomaste una cerveza después de diez años sin saber el uno del otro.
Si lees esto, sigo enfadada contigo y mucho, muchísimo. Y tengo muchas ganas de decirte lo enfadada que estoy sentados frente a frente. Ahora, es posible que mañana se me pasen. Hemos de tener en cuenta que son las dos de la madrugada y tengo la cordura colgada con el resto de la ropa mojada.
Shunna echo de menos el homenaje que no nos damos desde hace años.
Migló, no tardes en volver. No me sueltes hasta que no me caiga si no me sujetas.
Alf, me has salvado la vida, te lo digo de verdad. Eres un ser increíble.
Jade, algún día pasearemos por el campo con la Luna y un ángel cogidos de la mano.
Avasallado, tómate una cerveza conmigo.
Rafa, recuerda que ahora estamos mucho más cerca.
Ana, Anita... ¿no te podías haber ido a vivir un poquito más cerca? Todavía tienes que conocer a mi hijo.
...
Algunas veces me acuerdo de casi todo el mundo al mismo tiempo.
Voy a esperar al sueño viendo dormir a mi hijo.
Me dan las tantas, día tras día, tenga que madrugar o no y un sábado más sin plan y aún con el despacho desordenado, volándome las ideas una tras otra sin dejarme dormir.
No estoy tranquila. Las incertidumbres me ponen nerviosa. El futuro me mira con mala cara y el pasado no te quiero ni contar.
Me crispa la idea de pasar la navidad, una vez más, rodeada de seres a los que adoro pero que no hablan mi idioma.
Este fin de año, si no pasa nada raro, si todo va bien, me daré un respiro.
Sueño con la Navidad, por primera vez desde que era estudiante, con la certeza de que disfrutaré de vacaciones de profesora y entonces tendré tiempo, todo el tiempo del mundo.
El perro se me arrima buscando caricias y el niño duerme tranquilo en su cuna. Y agradezco estas horas de calma, tanto tanto que prefiero no dormirlas. Estas horas de no trabajar, no dormir y no limpiar. Estas horas de hacer lo que quiera y si es nada casi mejor. Me gustan tanto que aguanto el sueño todo lo que puedo. Nunca me apetece dormir.
Cuánto lamento haber perdido a Guel. Probablemente es el único amigo que me quedaría en Jaén. A los demás la vida los mueve más que las maracas de Machín. Van y vienen. Este fin de semana no queda nadie. Las novias celosas son una putada. Me alegraba saber que estaría ahí, que se podría una tomar con él un café de vez en cuando.
En la vida suceden a veces cosas extrañas, como esto de recuperar y perder a velocidad de vértigo, o esto de recordar pasado más de un año al amigo con quien tomaste una cerveza después de diez años sin saber el uno del otro.
Si lees esto, sigo enfadada contigo y mucho, muchísimo. Y tengo muchas ganas de decirte lo enfadada que estoy sentados frente a frente. Ahora, es posible que mañana se me pasen. Hemos de tener en cuenta que son las dos de la madrugada y tengo la cordura colgada con el resto de la ropa mojada.
Shunna echo de menos el homenaje que no nos damos desde hace años.
Migló, no tardes en volver. No me sueltes hasta que no me caiga si no me sujetas.
Alf, me has salvado la vida, te lo digo de verdad. Eres un ser increíble.
Jade, algún día pasearemos por el campo con la Luna y un ángel cogidos de la mano.
Avasallado, tómate una cerveza conmigo.
Rafa, recuerda que ahora estamos mucho más cerca.
Ana, Anita... ¿no te podías haber ido a vivir un poquito más cerca? Todavía tienes que conocer a mi hijo.
...
Algunas veces me acuerdo de casi todo el mundo al mismo tiempo.
Voy a esperar al sueño viendo dormir a mi hijo.
1 Comments:
At 11/16/2008 06:38:00 p. m., Avasallado said…
Tzade,
Decía Onetti que uno es capaz de cometer las mayores vilezas para no sentirse solo, mendigar ojos y corazones que le atiendan. Onetti sabía mucho de soledades, pero en este caso creo que se le va algo la mano.
Hace tiempo que te leo y, para poderte comentar libremente, cree esta versión disminuida de mí, Avasallado. Avasallado sólo sabe de soledades, pero no deja de ser su vocación, en cierta forma es su carta de naturaleza, como la del escorpión en la fábula de la rana y de él mismo, no caben los lamentos, y no porque sean inescuchados (que lo son) o porque si son escuchados sean desatendidos (que lo son), sino por que en esta faceta de mí, son consustanciales.
Si algo he aprendido es que los estados anímicos son transitorios, cuando uno se siente feliz debería escuhar la voz que le recuerda que es mortal ("memento mori") y cuando uno se siente abatido debería escuchar la voz que le dice que todo pasará. Siendo íntimamente consciente de esta transitoriedad, ni el peso es grave ni la ligereza leve, lo cual no significa que no sepa disfrutar de la felicidad ni que no aprenda de la amargura.
Y dicho todo esto, no he de ocultarte que siempre he querido tomar esa cerveza contigo. Y hasta un café.
Sonríe, Tzade, sonríe.
Un abrazo.
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