CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

14 mayo 2009

"Quiero que esto se acabe"

A lo largo de mi vida me he repetido esta frase en la cabeza unas cuantas veces. La misma frase que dije cuando me agredieron, cuando sufrí mobbing en el trabajo, cuando me traicionaron mis socias, cuando mi relación caía y no podía acabarla ni seguirla, cuando el hombre que me maltrató me acosaba, cuando tuve que empezar de cero y la angustia no me dejaba dormir, cuando mi hijo llora sin parar y no puedo calmarle. "Quiero que esto se acabe".
La otra tarde lloré respondiendo a un e-mail, o a un conjunto de ellos, por parte de una persona que ni he conocido ni me conoce; una avalancha de sinrazones unas seguidas de otras por mi parte o por la suya, el intento frustrado una y otra vez de acabar con lo que el otro considera "decir las cosas claras" y yo siento como agresiones gratuítas, desmedidas y voraces. Di varios pasos, todos equivocados supongo: intentar ignorar sin lograrlo, responder del mismo modo, ignorar de nuevo, pedir perdón por la parte que me toca, suplicar que se acabe, ignorar de nuevo... Supongo que la historia se repite porque tengo algo que aprender de esto. Sucedió con el anónimo resentido de hace años, con Emy, con Gabriel y finalmente con "nosécómollamarle". Todas estas veces tienen varios puntos en común (pienso en "teclado alto"):
- el detonante es un texto o una frase, generalmente inocuo, que les dispara una emoción negativa
- responden agresiva o despectivamente como si se tratara de algo personal, con una crítica que podría ser hasta constructiva si obviamos el tono, difícil de obviar por otra parte porque suele ser bastante hiriente.
- yo intento ignorar el hecho pero no es posible. Bien porque la otra persona sigue atacando o bien porque yo sigo pensando en ello.
- respondo en el mismo tono y automáticamente me convierto en una especie de monstruo. Aunque mi reacción es de defensa el otro olvida que fue el primero en atacar y se produce una reacción en cadena, con comentarios cada vez más hirientes
- trato de ignorar a ver si se acaba, pero no se acaba
- reviso lo sucedido, busco y encuentro mis errores y si procede me disculpo por ellos, aunque considere que el otro se va a crecer ante esa reacción y aunque piense que me corresponde pedir disculpas, pero también al otro
- el otro se crece, no acepta las disculpas y tampoco para.
- el otro suele decir que desaparecerá, pero no lo hace
- finalmente el otro se marcha, pero pasadas semanas o meses vuelve a la carga, con los mismos argumentos, el mismo tono.
- para el otro yo soy un monstruo sin perdón y para mí el otro es alguien que, sin desmerecer mi respeto (porque suele ser una persona inteligente) no merece mi tiempo. Así que acabo ignorándole, sintiendo lástima por lo sucedido, o dando por hecho que el círculo seguirá abierto eternamente, pese a mis esfuerzos por cerrarlo.
Algo similar ha sucedido en las situaciones de mobbing, bullyng y en cierto modo en las situaciones de agresión y maltrato.
Puede decirse que en cierto modo yo he atraído, sin quererlo, estas situaciones. Puede decirse que se han mantenido por torpeza mía y que no sé defenderme todavía de este tipo de cosas.
En todos estos casos hay un instante en el que me doy cuenta de que no hay marcha atrás; que estoy en un punto en el que haga lo que haga, o diga lo que diga me perjudicará, incluso estarme quieta. El problema es que no doy la respuesta adecuada desde el principio.
Cuando un hecho se repite en diversas versiones a lo largo de nuestra historia es porque tenemos que aprender algo y hay que aprovechar esos instantes para aprenderlo; ya que nos llevamos el mal rato (sea culpa del otro o sea culpa nuestra, eso es lo de menos) al menos hay que intentar sacar algo en limpio. Me gusta pensar que cada problema es una oportunidad.
Me falta el detalle de ponerme en el lugar del otro antes de decir nada; es una reacción que me llega tarde. Esa respuesta diluye mi odio, mi rabia, mi tristeza... cuando me pongo en el lugar de la otra persona todo se relativiza y dejo de tomarme las cosas como un ataque personal (aunque lo sean).
Cuando me siento atacada y no comprendo el motivo me disparo de un modo desmedido, tanto o más que el ataque, porque sin darme cuenta lo asocio a situaciones de indefensión que he vivido y mis emociones se desbordan. Situaciones que considero que nadie debería vivir nunca, ni siquiera yo.
Ahora que me he dado cuenta de esto tal vez sea capaz de silenciar el dolor y separar esto de aquello. Pero no creo que este descubrimiento cambie las cosas de un día para otro.
Igual que yo reacciono por mis motivos de tal modo ante tales agresiones, es posible, muy posible, que el otro agreda y tenga reacciones desmedidas por los suyos.
Es una cadena.
Yo hoy elijo romper esa y todas las demás cadenas. Y volver a la sabia reacción de no responder en caliente; que no se me daba mal después de todo.
Hoy elijo dar la importancia justa a las cosas y no jugar al juego de los otros. Porque, realmente, QUIERO QUE ESTO SE ACABE.