CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

11 mayo 2005

Pesadilla

He despertado a las seis y cuarto de la mañana por culpa de una pesadilla. Todo ha parecido muy real. Es lo que tienen las pesadillas. Luego, bien visto, es la mar de raro todo.
En mi sueño despertaba a las seis (los sueños en los que sueñas que te despiertas son los peores, porque no te planteas estar soñando), abrí los ojos, estaba casi oscuro, vi los números rojos de mi reloj, marcaba las seis en punto, me despertó el ruido de mis compañeros de piso montando follón. Llamaban a la puerta de los demás, se reían, hablaban a voces... también llamaron a mi puerta y abrieron. Yo estaba entre las sábanas, sudando, casi no me podía mover, uno de ellos me puso la mano en la frente. Luego David y José Luis se sentaron en el ordenador y se pusieron a mirar algo. José Luis dijo que hoy se iría más tarde al trabajo, que estaría leyendo si necesitaba algo.
Volvía a ser de noche, fui en coche con mis tres compañeros hasta una discoteca country. Era yo quien conducía un descapotable blanco clásico muy bonito, no entiendo una mierda de coches, ni sé conducir pero en mi sueño yo conducía un clásico de los de las pelis en blanco y negro, de hecho, esa parte del sueño está en blanco y negro. Y yo llevaba puesto un curioso vestido vaquero sin tirantes, con cremallera a un lado, de arriba abajo que por alguna razón tenía mucha facilidad para abrirse y unas botas de piel y flecos blancas... en fin, estaba muy sexi pero si alguna vez me pusiera esas cosas no sería yo.
En un momento dado salí de la discoteca, hacía fresco, había cuatro chicos en la puerta colocados de dos en dos y frente a frente, fumando, vestidos de negro, con el pelo negro y los ojos negros, uno de ellos con el pelo largo y rizado, un sombrero marrón. Me di cuenta que el vestido se había desabrochado, dejando al desnudo mi cuerpo por un lateral, el izquierdo para ser exactos, y yo lo abroché... y pensé que no llevaba las llaves del coche y fui a pedírselas a uno de mis tres compañeros de piso. En esto que al entrar descubro las escaleras que llevan a los servicios, una puerta estrecha y un angosto pasillo escaleras abajo prometía unos aseos asquerosos, bajé y me miré a un espejo, me coloqué bien ese asimétrico vestido sin plantearme cómo se colocaba bien una prenda así, supongo que en mi sueño estaba al tanto de los misterios de la moda al igual que lo estaba de los misterios de conducir. De pronto me quedé a oscuras. En la penumbra busqué la salida y me perdí, aquello era un laberinto. Podía oír jaleo arriba... me empecé a sentir débil, no me tenía en pie, y caí al suelo. Me dio risa, trataba de llamar a mis compañeros a voces pero no me salía la voz del cuerpo. Estaba como borracha, muy borracha. Cuatro sombras humanas paradas en las cuatro esquinas de la estancia se acercaban y comencé a temer, cuando grité, dos veces me desperté, en mi cama, a oscuras, respiré de alivio... pero no estaba despierta. Pasó algo que me hizo dar un gran grito, el tercer grito, el que me despertó del todo, el del desconcierto... pero no recuerdo qué me hizo gritar así. Sólo sé que cuando sueñas que te despiertas sucesivas veces... al despertar de verdad no estás segura de nada. El corazón me latía con fuerza, miré el reloj, eran las 6’15.. Encendí la luz y empecé a desayunar. Pronto serán las ocho.
Despertar de una pesadilla y estar sola... es bastante triste. Es de esos momentos en los que más sola te sientes.
Hoy no tengo fiebre... es más, tengo menos fiebre de la normal, no llego a los 36. Lo que sigo teniendo es mucho dolor: el estómago, la espalda, la garganta... esta vez no me despertó el canto de los pájaros, pero lo escucho ahora. No sé si estaría dispuesta a renunciar a estas mañanas por un piso de 100 metros para mi sola en un lugar donde me despierte el rugir del asfalto. Soy una mujer sortuda, después de todo. Sin más ataduras que 20 cajas, vivo en un lugar donde se escucha cantar a los pájaros y se ve madurar las cerezas, hay una terraza donde leer tomando el sol y un parque a tiro de piedra donde dejarse arropar por el andar de la gente y la risa de los niños. Tengo la calma necesaria para no tener pesadillas... pero no sé por qué tengo aun miedo, ni de qué tengo miedo.




Hoy amaneció nublado. No me dará tanta pena quedarme en cama. Me voy de nuevo a dormir