El desorden que me habita
Despertando aun, el frescor de la mañana me anima a ponerme en marcha y hacer cosas y mirar a mi alrededor a salir corriendo de la casa. El desorden debe ser algo que llevo en los genes. Desde pequeña quería tener las cosas ordenadas y perdía mucho tiempo colocando todo en su sitio, sin embargo la foto de mi habitación, mi pupitre o mi rincón del desván no duraba así de impoluta mucho más de una hora. ¿Cómo me apaño?
Necesito un poco de autodisciplina. Razón de más para comenzar cuanto antes a recibir artes marciales, algo que siempre recomiendo a los alumnos más desorganizados. Entre bromas siempre digo que el desorden es sinónimo de creatividad, tal vez sea cierto, pero no me gusta tener los poemas desperdigados por toda la casa y mucho menos no encontrar nunca lo que busco.
Conseguir el orden es algo que resulta difícil debido a la cantidad de cambios que hay en mi vida y el cansancio que me producen. De hecho, ayer contaba con pasar despierta gran parte de la noche para realizar el programa de autoridad que me han pasado de Espacio Común y para programar el viaje a Cuenca. No hice ninguna de las dos cosas y mis notas de ideas de Cuenca y Liderazgo lucen desordenadas sobre el mismo montón de papeles.
Cuando he ido a casa de mis padres o de mis hermanos me he dado cuenta de que el orden no es algo que haya aprendido precisamente de mi familia. Todos nosotros tenemos la pulsión de acumular trastos inútiles, tal vez por habernos criado en una casa enorme donde cabía todo. Cuando nos mudamos a un piso más pequeño éramos ya incapaces de discernir aquello de lo que podíamos prescindir definitivamente.
Desde que me marché de casa de mis padres me he visto obligada a habitar en espacios reducidos y con todo el dolor de mi corazón, a tirar, a prescindir... pero luego sucede que alguna vez echas de menos cosas que tiraste, tal vez por impulso, indiscriminadamente...
Setenta cajas de cartón, dos pequeñas mesillas de madera, una estantería, dos taburetes y un dvd... y sé que este hogar tampoco es el definitivo y sigo comprando libros sin poder evitarlo. Es necesario que mi hogar esté en orden antes de septiembre. Cuando se marche Sunna me quedarán tres semanas para ritualizar mi lugar y hacerlo definitivamente mío. Y que vuelva a ser mi fortaleza, mi altar y mi lugar seguro.
Me fastidia que mis invitados hayan follado en esta casa sin haberlo hecho yo antes. No preguntéis por qué, porque no lo tengo muy claro. Pero yo le había puesto a esta casa mi cinturón de castidad y me fastidia sobremanera que la gocen extraños sin haberlo hecho yo antes. Debe ser como perder un partido en el propio campo.
Ya son las diez. Es hora de ponerse en marcha.
Necesito un poco de autodisciplina. Razón de más para comenzar cuanto antes a recibir artes marciales, algo que siempre recomiendo a los alumnos más desorganizados. Entre bromas siempre digo que el desorden es sinónimo de creatividad, tal vez sea cierto, pero no me gusta tener los poemas desperdigados por toda la casa y mucho menos no encontrar nunca lo que busco.
Conseguir el orden es algo que resulta difícil debido a la cantidad de cambios que hay en mi vida y el cansancio que me producen. De hecho, ayer contaba con pasar despierta gran parte de la noche para realizar el programa de autoridad que me han pasado de Espacio Común y para programar el viaje a Cuenca. No hice ninguna de las dos cosas y mis notas de ideas de Cuenca y Liderazgo lucen desordenadas sobre el mismo montón de papeles.
Cuando he ido a casa de mis padres o de mis hermanos me he dado cuenta de que el orden no es algo que haya aprendido precisamente de mi familia. Todos nosotros tenemos la pulsión de acumular trastos inútiles, tal vez por habernos criado en una casa enorme donde cabía todo. Cuando nos mudamos a un piso más pequeño éramos ya incapaces de discernir aquello de lo que podíamos prescindir definitivamente.
Desde que me marché de casa de mis padres me he visto obligada a habitar en espacios reducidos y con todo el dolor de mi corazón, a tirar, a prescindir... pero luego sucede que alguna vez echas de menos cosas que tiraste, tal vez por impulso, indiscriminadamente...
Setenta cajas de cartón, dos pequeñas mesillas de madera, una estantería, dos taburetes y un dvd... y sé que este hogar tampoco es el definitivo y sigo comprando libros sin poder evitarlo. Es necesario que mi hogar esté en orden antes de septiembre. Cuando se marche Sunna me quedarán tres semanas para ritualizar mi lugar y hacerlo definitivamente mío. Y que vuelva a ser mi fortaleza, mi altar y mi lugar seguro.
Me fastidia que mis invitados hayan follado en esta casa sin haberlo hecho yo antes. No preguntéis por qué, porque no lo tengo muy claro. Pero yo le había puesto a esta casa mi cinturón de castidad y me fastidia sobremanera que la gocen extraños sin haberlo hecho yo antes. Debe ser como perder un partido en el propio campo.
Ya son las diez. Es hora de ponerse en marcha.
1 Comments:
At 2/05/2007 02:29:00 a. m., Anónimo said…
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