CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

11 julio 2005

Mea culpa

Esta madrugada he sido consciente, más que nunca, de lo importante que es ir descansada a una guardia. Fui una estúpida, negligente e irresponsable al renunciar a mi sueño posterior a una guardia y previo a otra. Llegué al trabajo con la falsa creencia de que sería una noche tranquila, por ser domingo. No lo fue en absoluto; fue una jornada dura, desde el principio. A las tres de la madrugada no podía más. No estaba fresca y no supe darme cuenta a tiempo de que el caso que tenía entre manos era mucho más grave de lo que parecía a primera vista. No anduve fresca a la hora de recoger datos porque no me pareció tan importante... y nunca se sabe cuando un caso leve puede volverse grave, como ocurrió esta noche, así, de repente. A las cuatro de la madrugada daba cabezadas, sólo podía pensar en dormir. Menos mal que el estrés nos despierta con una inyección de adrenalina; aun así no me notaba fresca: necesitaba ideas, necesitaba palabras... me bloqueaba, aunque no se notara de puertas afuera, yo estaba muerta de miedo.
Esta noche sentí algo similar a lo que siente alguien que da el masaje cardiorespiratorio a un desconocido cuando los demás le dan por muerto. No quería parar hasta que no quedara ninguna esperanza. Me salté las normas sin dudarlo un segundo: una vida merece una bronca, incluso un despido.
Pero yo no andaba despierta. Podría haberlo hecho mucho mejor. Si llego a perder a esta niña no me lo hubiera perdonado jamás. Por nada del mundo volveré a renunciar a mis horas de sueño. Casi la pierdo. Mi compañera decía "para ya, ya está perdida"; pero yo no quería parar. ¿Cómo no me di cuenta antes?, ¿Dónde estaban las palabras precisas?
La noche se volvió más oscura y el aire más denso. A menudo la vergüenza es más fuerte que el miedo y nuestros valores se ordenan en una escala ridícula. Había que buscar el punto flaco y había que atacar al punto flaco antes de que fuera demasiado tarde. Fue como cortar una hemorragia con hierro candente. No sabíamos de cuánto tiempo disponíamos, pero desde luego el tiempo no jugaba a nuestro favor. Menos mal que la niña vomitó. Menos mal. Eso nos daba más tiempo y disminuía el riesgo. Perdió el conocimiento varias veces. No dejé de llamarla. Casi la pierdo.
El suicida no distingue el domingo del lunes. El suicida no sabe lo cansado que estás. El suicida está pateando el culo de una vida que tú pretendes salvar y nunca sabes si es una llamada de auxilio, o una despedida, o te utiliza para no sentirse solo en sus últimos minutos. Tiene que sentir miedo. Tiene que querer ser salvado. Necesita un vapuleo para regresar a la realidad de la que está huyendo y querer quedarse en ella. Si llego a perderla no me lo hubiera perdonado.
Se ha calificado mi actuación como correcta, "paciencia de santa" _me han dicho_ , "no se podía hacer mejor", "no se podía hacer nada más". Sí se podía... si me hubiera dado cuenta antes, si hubiera encontrado la palabra oportuna en el momento preciso, si hubiera prevenido, si hubiera investigado, si hubiera atado cabos... me pareció que una hora era más que suficiente... y no lo era. Si la hubiera perdido sería por mi culpa. Yo no estaba despierta. Nada ni nadie merece mi sueño, mi descanso previo a mis horas de guardia. De ahora en adelante el descanso será tan sagrado como el trabajo, porque a este trabajo hay que ir descansado. Casi la pierdo.
Necesito llorar. Se salvó, pero necesito llorar... porque yo no la salvé, aunque luego me diera las gracias y dijera que la habíamos ayudado mucho. Todo acabó a las seis y media de la madrugada, poco más tarde. Fue una hora más larga que un día sin pan.
Ahora necesito un abrazo... pero no lo merezco. De todos modos, no lo tendré. Ahora respiro; no ha pasado nada. Pero me siento culpable de lo que pudo haber pasado. No puedo evitarlo. Estoy abatida. Voy a dormir un poco, llevo demasiadas horas seguidas despierta.