CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

14 julio 2005

"Lo urgente no deja tiempo para lo importante" (Mafalda)

Resulta qaue la vida se nos va a acabar lo mismo y a menudo olvidamos que trabajamos para vivir y no vivimos porque tenemos que trabajar. Y eso es lo que ocurre con mis jornadas laborales de 16 horas diarias y más de tres horas de desplazamiento.
Me paso los días arreglando las vidas de los otros, tratando de darles sentido y a menudo salvarles de sí mismos; restaurar la felicidad, la confianza y el valor perdidos convirtiendo a niños "fracasados" e infelices en adultos exitosos y seguros de sí mismos.
Para muchos padres el éxito consiste en un aumento de la media numérica en el expediente académico: menuda falacia nos hemos construído acerca del éxito personal.
Trato de hacer de mis clases un juego, algo divertido, donde el tiempo pase muy deprisa y se aprendan cosas. A veces lo consigo, a veces no. Los niños aprenden a través del juego mejor que a través de otros medios.Sé que existe una escuela experimental en Madrid Sur donde se está llevando a cabo este tipo de aprendizaje. Los tiempos de "la letra con sangre entra" tocan su fin y es necesario un cambio de perspectiva en la instrucción, pues no se trabaja la motivación de los críos y suprimido el miedo al suspenso para evitar "traumas" no nos queda otra que buscar el botón de la inquietud.
En mis años de instituto yo no tenía móvil: quedábamos todos en la puerta del hotel Condestable Iranzo y le echábamos la bronca al que llegaba tarde; no pasaba nada. Yo realizaba mis trabajos en una máquina de escribir mecánica, al principio con una sola mano, y hacía los dibujos y los mapas de puño y letra. Tampoco pasaba nada. Buscaba la información en la Biblioteca Municipal, no había internet, bueno, no sabía lo que era...
Ahora los niños tienen muchísimos recursos. Sobra decir que no les son de gran ayuda. Al final, las cajas de cartón siguen siendo el juguete más codiciado y las barbies descabezadas se mueren de aburrimiento en el fondo de una bolsa de plástico arrinconada en el garaje.
Estamos robando a los niños el ingenio porque nos duele demasiado su necesidad y se la cubrimos rápidamente. Los padres no tienen ni idea del daño que hacen a sus hijos dándoles absolutamente todo lo que les piden; antes de la quincena ya se les van de las manos y han creado auténticos monstruos, tiranos desconocidos que les vacían la cartera sin pudor alguno. Entonces es cuando me llaman a mí. Y tengo demasiado trabajo.
Se me olvidaba ya lo que era tomar una copa con gente, pasarlo bien...
Hace dos días estuve en el supermercado DIA, eran casi las dos de la tarde, se reventó una cerveza en una de las dos cajas y se montó una cola del quince. Las marujas empezaron a protestar, a meter prisa. Hubo un momento en que me desquiciaron; yo también tenía prisa... y les dije: "¿Que le vamos a hacer si se ha roto un litro de cerveza? Ojalá todos los males del mundo fueran como esto... Pues si no nos da tiempo a hacer el potaje freímos un huevo y ya tomaremos potaje mañana..." y cosas así. Delante de mí, en la cola, estaba Bea, una chica de 28 años a la que dejé pasar porque llevaba helados y se le iban a derretir. Esta chica escuchó mi acento andaluz y me dijo que en el sur éramos de otra manera pero que en Madrid se vivía acelerado. Entonces yo argumenté que esta cola era una buena ocasión para relajarse y charlar, conocer a los vecinos y reírse un rato... a fin de cuentas sólo era una espera en un super, no en una sala de hospital, que es bastante peor... El tono distendido de nuestra conversación se fue contagiando y la gente se calmó e incluso rió nuestras gracias.
Ayer me la encontré en la 82, después de tomar una copa con mi ex-compañero de piso, que estaba con su nuevo compañero francés hablando en francés a ratos. Me reconoció enseguida, a pesar de que mis pintas eran totalmente distintas: tenía ese vestido de Armani en el ropero desde hacía dos años y jamás me lo había puesto porque yo soy jipiosa de toda la vida, pero ayer me dio por ponerme elegante. Le comenté que no conocía a nadie en Pinto y enseguida me presentó a un montón de gente, intercambiamos teléfonos y quedamos para darle unas clases de inglés.
Las telarañas de la vida son la mar de curiosas. Pero estas cosas sólo le suceden a una cuando te dejas tiempo para lo verdaderamente importante.