CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

17 julio 2005

Silencio

"Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres...a veces en la noche yo me revuelco y me incorporo en este nicho...y paso largas noches oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna..."
(Dámaso Alonso)

Hay un momento en la vida de uno en el que la supervivencia se torna tan aburrida y absurda, que ya deja de tener sentido temerle a la muerte. Yo he rozado ese punto tantas veces que casi es un milagro el estar viva y a veces pienso que lo estoy por inercia, por pereza o por suerte.
Igual me sorprende la amargura sentada y desnuda en un rincón de casa, llorando sin saber muy bien por qué, pero sin poder evitarlo, que bailo por toda la casa mientras le saco el polvo o me tumbo en el suelo con las piernas abiertas mientras leo, lo mismo que si estuviera respirando versos y pariendo poemas.
Me gusta mirar cómo el viento mece los toldos de las casas, las antenas y los cables de tensión; me regodeo contemplando cómo se nubla el cielo regalándome un poco de sombra y rebajando el calor que ayer casi no me dejaba respirar. Hoy me duché con el vestido puesto para sentir la tela pegada a mi cuerpo... es una sensación que me gusta. Con esta capacidad mía para gozar de los sentidos y este deseo de gozar y hacer gozar, a menudo me siento como un desperdicio. Mi piel quiere caricias, mis labios quieren besos y, mientras "el ruido provoca 5.000 denuncias al mes en Madrid", según reza la portada del diario Metro tierado en el suelo del salón, aquí todo es silencio y soledad absolutos.

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