CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

16 noviembre 2005

La magia de los reencuentros

Al fin en el tren de cercanías que me lleva a casa. Son las nueve de la mañana. El tren de las 8'30 fue puntual, para variar, y yo llegué tres minutos después. Afuera dos graditos y una espesa niebla que obliga a un soberbio acto de fe para suponer que hay algo más al otro lado. Ha sido una dura jornada nocturan, se nota el influjo de la luna llena; las agresiones, los intentos de suicidio, los ataques de ansiedad... aumentan. Regreso a casa con la incertidumbre a cuestas acerca de la continuidad de tres vidas y me da rabia no tener trabajo ya hasta el viernes. A veces no podemos hacer nada más por ellos, a veces la administración da asco. Por otro lado hay en el trabajo un síndrome de estar quemado colectivo que me obliga a disminuir mi rendimiento. Yo sé que las condiciones laborales en las que estamos no son justas, sin embargo, no me duelen tanto como a otros, ya que ahora hago cobrando lo que antes hacía gratis. Visto que mi contrato laboral acaba el 31 de diciembre trato de mantenerme al margen en la medida de lo posible y abogo por esperar a primeros del año próximo para huelgas y otras medidas de presión. Nunca me ha pesado en este trabajo el sentido de la obligación y librar más de dos días se me hace eterno. Sé que no podré mantener durante mucho más tiempo dos trabajos para subsistir y que no tendré más remedio que buscarme la vida por otro lado, no obstante, me duele terriblemente saber que tengo que renunciar a algo que tanto me llena por el jodido dinero.
En medio de estas divagaciones veo a Jonás esperando en el andén de El Casar para subir al tren. Decidí renunciar a unas pocas horas de sueño y le hice bajar antes de su destino para tomar un café. El peso de esta noche cargada de vidas destruídas cedió ante los abrazos, la charla amena y la alegría que da encontrar a alguien a quien aprecias y no ves desde hace mucho tiempo.
El ser humano necesita de diez abrazos diarios para mantener su equilibrio emocional. Ya sólo me faltan ocho. Tendré que comprarme un perro antes de perder mi dignidad.

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