Dilemas morales y tubos de vidrio.
Caer en la más profunda desesperación nos ofrece la oportunidad de descubrirnos realmente. No todo lo que descubrimos es hermoso.
Soy una mujer y soy montones de mujeres. La hija obediente que protestaba pero hacía lo que le decían que hiciera, la que se escapaba de casa y volvía a las nueve y media, antes de que nadie se diera cuenta; la niña del dado azul y la mujer agotada que no para de dormir; la que seduce y se aburre rápidamente del pobre seducido y la que se enamora perdidamente y no olvida jamás; soy la mujer arisca que necesita ser abrazada; la que fuma con un parche de nicotina en el muslo; la que analiza y ve todo claro cuando alguien la necesita y la que se pierde en sus basuras y no encuentra nunca el sol; la que es querida a los pocos minutos, odiada al ser conocida y amada cuando es comprendida; la que daría la vida por dar vida y moriría por poder echarse atrás; la que siempre saluda con una sonrisa pase lo que pase y llora amargamente por las noches; la que alberga en su vientre una promesa fruto de una mentira.
Josías sigue acosando a altas horas de la madrugada. Anoche supe que no se piensa ir de la ciudad. Él desea la muerte y yo deseo que sus deseos se cumplan. No es odio. Es miedo. Aún me pregunto por qué tuve la píldora postcoital en la mano y no la tomé.
¿Cuál es la mejor salida? ¿Qué es lo mejor para mi criatura? ¿Qué es justo? ¿Qué derecho es natural y qué derecho puede ser ganado o perdido? Para mí, el hombre que se permite el lujo de amenazar de muerte a una mujer pierde el derecho natural de saber que será padre. El padre es el que cría un hijo, no el que planta la semillita en un instante de frívolo éxtasis.
Vista la reacción de mis hermanos, pavor me da la de mis padres. No sentí su apoyo. Me sentí sola como nunca. Pretendían que me replanteara una decisión ya tomada absolutamente convencidos _para variar_ de que saben mejor que yo lo que es más conveniente, sin importarles mi alegría sino la molestia que les iba a suponer. Supe que no iban a estar a mi lado, nisiquiera el hermano que verbalmente me apoyó. Todo son palabras que se lleva el viento.
Vacía de alternativas le pedí al destino un abrazo de oso.
Admito que tal vez usé al padre para tener un hijo; pero él también pretendió usarme a mí, como hizo con otras mujeres, hartas de él, que le húyen hasta el punto de desaparecer por completo sin dejar rastro. Es peligroso que lo sepa y no se lo diré; antes huiré lejos antes de que se note. Prefiero decir a mi hijo que su padre es un tubo de vidrio.
Soy una mujer y soy montones de mujeres. La hija obediente que protestaba pero hacía lo que le decían que hiciera, la que se escapaba de casa y volvía a las nueve y media, antes de que nadie se diera cuenta; la niña del dado azul y la mujer agotada que no para de dormir; la que seduce y se aburre rápidamente del pobre seducido y la que se enamora perdidamente y no olvida jamás; soy la mujer arisca que necesita ser abrazada; la que fuma con un parche de nicotina en el muslo; la que analiza y ve todo claro cuando alguien la necesita y la que se pierde en sus basuras y no encuentra nunca el sol; la que es querida a los pocos minutos, odiada al ser conocida y amada cuando es comprendida; la que daría la vida por dar vida y moriría por poder echarse atrás; la que siempre saluda con una sonrisa pase lo que pase y llora amargamente por las noches; la que alberga en su vientre una promesa fruto de una mentira.
Josías sigue acosando a altas horas de la madrugada. Anoche supe que no se piensa ir de la ciudad. Él desea la muerte y yo deseo que sus deseos se cumplan. No es odio. Es miedo. Aún me pregunto por qué tuve la píldora postcoital en la mano y no la tomé.
¿Cuál es la mejor salida? ¿Qué es lo mejor para mi criatura? ¿Qué es justo? ¿Qué derecho es natural y qué derecho puede ser ganado o perdido? Para mí, el hombre que se permite el lujo de amenazar de muerte a una mujer pierde el derecho natural de saber que será padre. El padre es el que cría un hijo, no el que planta la semillita en un instante de frívolo éxtasis.
Vista la reacción de mis hermanos, pavor me da la de mis padres. No sentí su apoyo. Me sentí sola como nunca. Pretendían que me replanteara una decisión ya tomada absolutamente convencidos _para variar_ de que saben mejor que yo lo que es más conveniente, sin importarles mi alegría sino la molestia que les iba a suponer. Supe que no iban a estar a mi lado, nisiquiera el hermano que verbalmente me apoyó. Todo son palabras que se lleva el viento.
Vacía de alternativas le pedí al destino un abrazo de oso.
Admito que tal vez usé al padre para tener un hijo; pero él también pretendió usarme a mí, como hizo con otras mujeres, hartas de él, que le húyen hasta el punto de desaparecer por completo sin dejar rastro. Es peligroso que lo sepa y no se lo diré; antes huiré lejos antes de que se note. Prefiero decir a mi hijo que su padre es un tubo de vidrio.
2 Comments:
At 5/31/2006 10:02:00 a. m., Anónimo said…
Ahora, ya, lo importante es la criatura.
Céntrate en ella.
Evítate malos rollos por parte de terceros (familias, amigos, saludados y anónimos).
Eres una mujer con capacidad más que sobrada para educarla y ofrecerle lo que necesita.
Serás una mamá ejemplar y lo sabes.
Decidiste defenderte sola en la Vida y lo vas logrando.
No te puede frenar nada ni nadie como no seas tu misma la que lo haga.
Nos has demostrado y sigues demostrando a todos que eres una mujer adulta que sabe desenvolverse en la Vida.
Besos.
At 2/03/2007 11:40:00 p. m., Anónimo said…
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