Girar la cara
Es un milagro que Clara siga viva. La volví a ver en el tren de regreso a casa, todavía más flaca, todavía más sucia, aún más ausente. Pedía como si los demás le debieran algo. Cada una des sus vértebras luchaba por salirse de aquella espalda sobre la que pesaba demasiada negligencia. Ella sabía que nadie le daría nada y nadie le dio nada. Dolía verla: dolía su hilo de voz, su mirada inundada de muerte, su caminar doliente por el vagón que apestaba a humanidad podrida. Todos sabemos lo que será de ella; la desesperación era suya; la desesperanza era nuestra.
¿Llega un momento en el que dejamos de importar a todo el mundo? Yo, que tanto caminé de puntillas al borde del abismo sin contemplar las posibles muertes, no puedo evitar preguntarme cuán cerca estuve del traspiés definitivo, ese que, como un engranaje mágico y siniestro, hace girar de un golpe todas las cabezas hacia donde tú no estás. Y quién sabe hasta qué punto es cuestión de suerte porque... un artista famoso giró la cabeza mientras dormía, se golpeó contra el pico de la mesilla de noche y murió y no hace mucho un jovén cayó de pie desde un sexto piso y no tiene ni moratones.
A lo mejor ese cruel y simplista "tú te lo has buscado" resulta ser mucho más complejo de lo que creemos y a lo mejor solo somos dueños de nuestro destino en cierto modo y en cierto momento; cuando el destino se duerme o se sienta a ver lo que hacemos por nuestra cuenta.
Lo triste no es que clara se muera; la gente muere cada día, es normal. Lo triste es saberla ciega, sorda, muda y muerta ahora, antes de que su posición deje de ser vertical para siempre (a no ser que dado el índice de saturación de los cementerios nos empiecen a enterrar de pie). Lo triste es que todos giremos el cuello y que un día se marche sin que nadie conozca su por qué, su historia, su nombre (recuerdo que inventé este nombre por llamarla de alguna manera y que no se me ocurrió preguntárselo).
Yo creo que no estamos libres de ese final. Que con nuestros actos podemos aumentar o disminuir la posibilidad de que eso suceda pero siempre quedan grietas para la locura, la soledad y el abandono y que, aunque sólo fuera por eso, sería mejor no girar la cabeza.
¿Llega un momento en el que dejamos de importar a todo el mundo? Yo, que tanto caminé de puntillas al borde del abismo sin contemplar las posibles muertes, no puedo evitar preguntarme cuán cerca estuve del traspiés definitivo, ese que, como un engranaje mágico y siniestro, hace girar de un golpe todas las cabezas hacia donde tú no estás. Y quién sabe hasta qué punto es cuestión de suerte porque... un artista famoso giró la cabeza mientras dormía, se golpeó contra el pico de la mesilla de noche y murió y no hace mucho un jovén cayó de pie desde un sexto piso y no tiene ni moratones.
A lo mejor ese cruel y simplista "tú te lo has buscado" resulta ser mucho más complejo de lo que creemos y a lo mejor solo somos dueños de nuestro destino en cierto modo y en cierto momento; cuando el destino se duerme o se sienta a ver lo que hacemos por nuestra cuenta.
Lo triste no es que clara se muera; la gente muere cada día, es normal. Lo triste es saberla ciega, sorda, muda y muerta ahora, antes de que su posición deje de ser vertical para siempre (a no ser que dado el índice de saturación de los cementerios nos empiecen a enterrar de pie). Lo triste es que todos giremos el cuello y que un día se marche sin que nadie conozca su por qué, su historia, su nombre (recuerdo que inventé este nombre por llamarla de alguna manera y que no se me ocurrió preguntárselo).
Yo creo que no estamos libres de ese final. Que con nuestros actos podemos aumentar o disminuir la posibilidad de que eso suceda pero siempre quedan grietas para la locura, la soledad y el abandono y que, aunque sólo fuera por eso, sería mejor no girar la cabeza.
2 Comments:
At 6/06/2006 12:50:00 p. m., Avasallado said…
Un acto que puede parecer insustancial o anecdótico puede tener consecuencias graves, por ejemplo, sumirnos en la miseria. El recíproco también es cierto, actos que parecen de una enorme importancia pueden acabar siendo ridículos. Dicen que los racistas lo son porque no pueden cambiar de raza y su desprecio no puede volverse contra ellos, pero de la miseria nadie está a salvo, quizás por eso la vemos con mayor proximidad. No entiendas de aquí que te llamo racista, nada más lejos de mi intención.
¿Quién puede contener la riada de la miseria? sólo personas muy especiales que dedican su vida a los demás, a la mayoría nos resulta indiferente, o como mucho, nos lamentamos de que exista, pero poco más.
Saludos
At 2/15/2007 06:40:00 p. m., Anónimo said…
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