CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

12 julio 2009

Página en blanco

Es la primera vez en mucho tiempo que me encuentro con tanto tiempo libre y lo cierto es que no sé qué hacer con él. Muchos planes y proyectos se abren ante mis ojos, me asomo a todas las puertas y no paso a ninguna parte. Resulta tan agotador no tener nada que hacer que me estoy volviendo loca iniciando actividades que no termino. No me sorprendería nada si de repente me diera por recibir clases de violoncelo. No ha estado mal disponer de un par de semanitas para descansar... gracias universo, ahora... ¿puedes hacerme el favor de devolverme el estrés de siempre? Estoy abatida.
Al margen del inevitable estiramiento del tiempo con la consiguiente postergación de todas las cosas y el crecimiento geométrico de la lista de cosas por hacer, lo que sí estoy haciendo más que nunca es disfrutar de mi hijo, del sol y del agua... los tres a la vez. Me he empeñado en enseñar a mi hijo a nadar, o al menos que no tema al agua tanto como la temo yo.
Los padres solemos cometer a menudo el error de querer que nuestros hijos logren lo que nosotros no hemos logrado y asi es como los niños viven cada día más estresados, apuntados a un montón de actividades para aprender todo lo que sus padres saben y también todo lo que sus padres quisieran saber. Empeñados en no cometer los mismos errores que cometieron nuestros padres, proyectamos sin saberlo nuestras necesidades, deseos, sueños, frustraciones, en nuestros hijos, convirtiéndoles en una especie de extensión de nosotros mismos y olvidamos respetar su identidad como seres individuales, distintos y separados de nosotros.
Más de una vez se ha descrito al recién nacido como una tábula rassa, una hoja en blanco sobre la que la experiencia va conformándolo todo. No es eso exactamente, ya que el recién nacido trae escrito todo un código genético que define ampliamente sus posibilidades y sus limitaciones, unas condiciones ambientales que le determinan en gran parte y... también... también las experiencias de sus padres, los sueños, las necesidades, las frustraciones de éstos.
Yo por mi parte me voy a ocupar unos días de mi propia página en blanco, la que ha caído sobre mi mesa con estas vacaciones improvisadas... y dejaré en la medida de lo posible que mi hijo vaya escribiendo la suya propia. No me resultará muy difícil con el paso de los años, ya que es un niño independiente para su edad, que gusta de hacer las cosas por sí mismo y que toma decisiones tan importantes como qué zapatos llevar o qué cinta de video ver.
Ante mi página en blanco a veces me siento entusiasmada, a veces desolada, y a veces todo en un mismo día o en la misma hora. ¿Cuánto puede llegar a agotar una página en blanco? Será mejor que comience a escribir, aunque sea un disparate.