CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

31 julio 2007

será el calor

Nunca he estado más tranquila que ahora. Puede que me quede sin trabajo en unos meses y también puede que me suban el sueldo una barbaridad y puede que no me pueda ir a Jaén y puede que nunca me vuelvan a besar. Estoy absolutamente convencida de que va a pasar algo cojonudo. No sé si definirlo como un optimismo definido o si se me ha contagiado la ingenuidad de los niños. Sólo a mí se me ocurre apuntarme a dos cursos y tener que estudiar a 38ºC y puede que pierda el dinero de los dos cursos porque me cuesta un horror, no sólo ponerme a estudiar, sino ser productiva cuando lo hago.
Echo de menos esos instantes de intimidad con mi hijo que sólo puedo tener cuando estoy sola. Ya sea en Jaén, ya sea en Madrid, uno de mis padres o los dos habitan bajo el mismo techo que yo desde hace al menos un mes. Algunos días no estoy sola con mi hijo ni cinco minutos y cuando eso ocurre puede interrumpirse de un momento a otro. Tengo seis días libres en agosto y quiero pasarlos sola. Mis hermanos no lo entienden. Tampoco me importa, ni eso, ni que me consideren una egoísta sin escrúpulos por mandar a mi madre a casa una semana. Cada día que pasa me doy más cuenta de que necesito más vacaciones de familia que vacaciones laborales.
Necesito descansar de mamá: de sus desafinadas canciones, de que imite los chillidos agudos de mi hijo y tenerlos a los dos chillando a la hora de la siesta, de que llegue a la cuna antes que yo cuando el niño llora como si tuviera un motor en el culo, de tener que dormir yo sola en el salón y ella en el dormitorio con mi hijo, de no poder ver una película sin que me pregunte a cada rato sobre lo que está pasando, de su afán porque me engorde a base de grasas saturadas, de interrumpirme cuando estoy estudiando, de no poder tener una conversación íntima al teléfono, de minimizar la ventana del ordenador cuando trato de escribir en el blog, de sentir que tengo que perdonarle y soportarle todo porque me quiere y no hay mala intención en lo que hace y en lo que dice, de que no sea posible estar yo a solas con mi hijo, de que se me descoloque todo, de su necesidad constante de hablar y de su pánico al silencio (con lo que a mí me gusta), de mi mal sentir por estar harta en vez de agradecida.
Pero estoy bien porque estoy convencida de que es una situación pasajera y si un día estallo también dará lo mismo, porque entonces todos se darán cuenta de que ya no podía más, o no, pero se irán lo mismo, por más o menos tiempo. Ellos nunca se van. Ellos no entienden de sutilezas. Hay que decir "no quiero que estés aquí", "quiero que te vayas" y cosas así de crueles e hirientes, o eso, o adaptarse a vivir hacinada de maletas que no son mías y opiniones que no he pedido.
No es tan mágico ser madre cuando te das cuenta de que hace tiempo no ejerces tu derecho a estar a solas con tu hijo y hasta hay cuatro manos cambiándole el pañal y casi se convierte la vida en una competición absurda por llegar la primera a la cuna, dormir al niño en los brazos o que estando con una coma más, se ría más, parlotee más... y tener la necesidad de recordar casi constantemente que aquí la madre soy yo y la abuela ayuda.
Me alegra saber que es pasajero y por eso, a pesar de todo, me da igual.
Y será por el calor, o por esa sensación mágica sin fundamento alguno que me trae convencida de que todo va a ir bien.

09 julio 2007

Me gusta creer que todo sucede por una razón, que existe una conexión entre los acontecimientos que acaba por darle sentido a todo. Sé que no es científico y que este pensamiento mágico me ha traído muchos problemas por el hecho de admitir en mi vida a ciertas personas sólo porque vinieron atraídas a ella por una serie de casualidades "extrañas". Pero sí he observado muchas veces esa conexión como un fenómeno curioso que convierte experiencias al principio lamentables en vías para finales felices. No sé si me explico, ando un poco obtusa a estas horas. Pero este come-come tiene un porqué: ayer, casualmente, encontré en la calle a la novia de Jorge, que había ido al mismo curso que yo y había llegado, como yo, media hora antes. Quise pensar que aquella casualidad tenía algo que enseñarnos a ambas, que tendría un desenlace, unas consecuencias. Aún no he logrado establecer esa conexión... tampoco me he parado mucho a pensar en ello, hay otras cosas en las que pensar, pero como mínimo ha resultado curioso. Más aún teniendo en cuenta que justo el día anterior estaba pensando yo en esa tela de araña que resulta del tiempo y de la gente y de las coincidencias y de los supuestos errores que cometemos y de cómo lo que hoy es un obstáculo resulta ser en realidad una oportunidad para crecer.
¿Alguna vez os ha ocurrido que al tropezar, en lugar de caer, habéis dado algunos pasos imprevistos hacia adelante que no hubiérais dado de no haber tropezado?... Pasos torpes y ridículos, sí, pero que nos llevan más lejos de lo que hubiéramos apostado y, a veces, con las rodillas intactas.
Y a ver si al final resulta que tengo que bendecir a todas las piedras del mundo.