CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

22 enero 2009

Encender una bombilla

Thomas Alva Edison tuvo que realizar más de mil intentos antes de inventar la bombilla. Cuando un discípulo suyo le preguntó si no le desanimaban los fracasos él respondió "No he fracasado ni una sola vez, he inventado una bombilla en mil pasos"... bueno en realidad lo que dijo fue "ya sé mil maneras de no hacer una bombilla"...
Esta visión del fracaso tan diferente al derrotismo, al asumir el final de un intento; este modo de ver el fracaso como una forma de aprendizaje es mucho más constructiva y ha sido Migló quien me recordó esta anécdota.
En mi vida personal y profesional se han encendido cientos de bombillas después de muchos intentos y miles de ellas se quedaron sin encender, por desánimo, por pereza o por sentirme incapaz de realizar lo que fuera.
Hay quien ha osado llamar "fracaso" a mi vida amorosa, simplemente porque no la tengo _obviando llamar fracaso a cargar con una relación sin amor durante años, que para mí es un modo de fracaso aún más amargo_. Y lo cierto es que en este caminito de espinas en busca del amor he reposado en la soledad, durante un tiempo indefinido.
Hoy estoy viviendo la soledad de una manera distinta. No con resignación, sino con aceptación. Me siento cómoda en ella sin que ello implique que no me gustaría salir de ahí algún día. La inspiración me vino ayer de la boca de Jade, cuando acepta una situación suya personal que no le gusta e intenta aprender de ella. Y la paz ha llegado dando en Úbeda un largo paseo bajo la lluvia.
Tal vez me cueste un resfriado mañana, pero siento que la lluvia en Úbeda me ha limpiado las ideas y que luego el viento en Jaén me las ha refrescado. Estoy en un buen punto. Me siento guapa, me siento lista, me siento buena, me siento madre... hoy me siento bien... pese a quien pese.
Ahora vas, y lo cascas.

19 enero 2009

Indigencia emocional

Durante y después de las fiestas de Navidad se me ha dispersado el sentimiento de soledad asociado a la pareja (porque mis demás necesidades de dar y de recibir, están cubiertas).
No quise suscribirme a otra página de búsqueda de media naranja porque no creo en ellas y, francamente, me siento y siento a los demás como producto expuesto en un supermercado y porque los hombres se muestran rápidamente obsesionados, casi desesperados, a falta de pedir matrimonio tras la primera charla larga y eso me agobia, me agobia un montón. Así que me apunté a una página de "conocer gente" y publiqué una foto discreta, muy diferente a otras fotos que vi de expresión seductora y de escote inmenso. En pocos días cientos de visitas y docenas de mensajes esperando respuesta.
Algunos se presentan a sí mismos como un buen partido, la mejor opción de entre el resto de candidatos. Hay quien lleva mal el silencio o el rechazo y ya estrené un invento llamado "lista negra". Igual que en las rebajas, las buenas prendas exhiben rápidamente sus taras o deciden esconderse una vez encontradas.
Los primeros intentos de contacto parecían prometedores. Uno me aburrió y al otro le aburri (bueno, según él, se acojonó... pero los hombres siempre mienten) y después encontré a un hombre obsesivo, manipulador y egoísta que lanza improperios velados desde la lista negra; aun minusválido centrado en sí mismo que trata de ligar dando pena; a un artista intelectual que sólo responde ante la ironía; a un jovencito imberbe que trata de convencerme de que la edad no importa; a un "buen partido", bien hecho y de buena posición que busca una relación estable con muchacha "honesta y limpia" (qué fuerte)...
Así que después de morder la nuez verde me acerco de nuevo de puntillas y con grandes reservas porque, visto está, tengo el don de elegir mal y de descartar a los buenos para quedarme con los malos.
Regreso a la habitual soledad del anacoreta; la soledad del que ni busca ni espera, mientras se me estallan en la noche las fantasías y las ganas de entregar y de compartir lo que me late dentro, escuchar a un hombre digno de ser escuchado y ser el refugio salvador en el que descanse.
Leí en una ocasión que el trabajo es un modo de descargar energía sexual. Así que en pocos meses mis jefes me han felicitado y se tienta con la idea de un ascenso. El despacho me ha quedado la mar de bonito y ahora da gusto trabajar aquí.
De vez en cuando sigo observando a la gente que pasea por esa página de "hacer amigos y lo que surja" y me parece ver mendigos por todas partes... y es posible que yo misma dé una imagen parecida.
Gente muy inteligente, simpática, atractiva, con grandes carencias emocionales que no encuentra el modo de compartir con alguien todo lo que lleva dentro y se arrastra y se desespera o se asusta cuando cree encontrarlo porque parece demasiado bello para ser verdad. Tal vez no sea el mejor lugar para encontrar el amor, pero sí me estoy empapando de historias reales que necesitan ser escuchadas.
Hay demasiados mendigos y es un panorama triste. ¿Habrá alguien que de verdad encuentre lo que busca en estos sitios?... es como buscar fuera de casa algo que perdiste dentro porque fuera hay más luz.

La siesta de Afrodita

La Afrodita que latía en mí duerme desde hace años. Dejó de seducir un buen día y dejó de ser la mujer que apagaba el móvil para evitar que los hombres la molestaran (o aprendió a distinguir a los hombres molestos y dejó de darles su móvil y se dio cuenta de que los hombres molestos eran los únicos que se sentían atraídos por ella).
No es que me lamente. Pero a menudo me miro al espejo y me contemplo y me siento como un desperdicio. Se me han avivado las ganas de amar, de seducir, de sorprender, de acariciar y de estallar. Por suerte, he tenido la ocasión de comprobar que no me contenta cualquiera, porque es cierto que camino con los labios ardiendo, sedientos de besos y de carne caliente y que mis fantasías se tornan cada vez más largas, más salvajes y mucho más intensas.
La soledad se ha vuelto punzante. la apetencia se torna en necesidad, enemiga despiadada de la complicidad y del amor mismo.
Cuando una necesita tan ruidosamente, se vuelve sorda a las necesidades del otro y si el otro no se ve reflejado en esos ojos que buscan un cauce de un modo tan salvaje teme desbordarse y se aleja. A mí también me sucede a la inversa y no me resulta demasiado difícil comprender por qué tanto ser válido se siente desvalido frente al otro sexo.
De momento puedo hacer poco más que simular calma mientras busco la calma.