CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

31 agosto 2009

No puedo

Es un momento que a todos los seres humanos nos llega antes o después. Un instante lamentable en el que somos conscientes de nuestras limitaciones o al menos parte de ellas. Mi hijo ha aprendido a decir "no puedo", lo dice así, a lo chiquito de la Calzada, más cuando está harto de algo que cuando no puede conseguir alguna cosa. Dice "no puedo no puedo" y mira hacia otro lado como no queriendo ver la cruda realidad... qué gracioso es el jodío; es un niño tan divertido...

28 agosto 2009

Soltera y feliz

Se e pasó ya la necesidad de tener pareja, al darme cuenta de que gozo de una libertad que no tiene precio. Igual la soledad regresa mañana pero, hoy por hoy, me he dado cuenta de lo a gustito que estoy. Han hecho falta unos cuantos hombres con serias intenciones llegados casi al unísono, ni que se hubieran puesto de acuerdo, jugando a enlazarme para darme cuenta de que me apetece estar sola, aunque sería más rentable vivir en pareja.
¿Qué valiente se atrevería a asumir mis perversiones, mi viveza sexual, mis manías de mujer solitaria y mi modo de expandir el espacio cual bomba atómica?
Como dijo un día Gabriel ¿Qué dios me aguanta después de los primeros cinco minutos de tontería adolescente? Y lo que es más importante, ¿Existe el hombre no ya perfecto sino secillamente soportable? ¿Estoy dispuesta realmente a ver cómo mi pareja se da cuenta de que no puede competir contra mi eterna insatisfacción? ¿A luchar día a día contra su ardiente e inútil deseo de rendirme? ¿A tener dos cepillos de dientes en mi lavabo?
Si de pronto tuviera el suficiente desahogo económico me iría de viaje con mi hijo y una super-niñera que le cuidara en mis horas locas.
Necesito tiempo, dinero y espacio y no sé hasta qué punto me apetece compartir tiempo y espacio... y tampoco está el percal para compartir dinero.
¿Me amará alguna vez un hombre tanto como para respetar toda la libertad que necesito? ¿Me amarán sin amarrarme?
¿A dónde conducen mis deseos?
Lejos de aquí, muy lejos.... por lo menos por lo menos a 800 kms.

De Madrid al Cielo. Ya en el suelo.

Regresé porque me había dejado un hijo aquí. Regresé porque ya hice todo lo que quería hacer allí. Salí de la jungla para regresar a mi jaula. Existen muchos motivos de exclavitud. Jaén me atrapa, me ahoga y me hunde.
Existe una especie de consenso moral que condena a la mujer que depende de sus padres a un agradecimiento forzado, a una pleitesía perpetua y perfecta que las obliga a asumir su derecho a no quejarse jamás y a tirar de mano izquierda y a buscar el lado bueno constantemente. Los verdaderos lados buenos se ven solos no hace falta buscarlos, inventarlos o autoconvencerse de su existencia.
Bajo la mirada juzgante de propios y extraños alzo la frente más libre que nunca porque quiero elegir ante quién agachar la cabeza. Perdonen que no me arrodille, me lo prohíbe mi religión.

De Madrid al Cielo IX

Resultó sencillo dejarse llevar, confiada sn suficientes razones para hacerlo, entrar en la cueva de los tesoros y llevarme los míos; tesoros vivos que me llenan de vida y me hacen cosquillas por dentro. Hermoso dejarse caer, dejarse llevar, dejarse abandonada en un rincón y dormirse un rato. Sobre todo, hermoso dejarse derramar en otras manos y darse cuenta, una vez más, que el que da recibe, multiplicado, lo que da.

De Madrid al Cielo VIII (no me equivoco, la VII queda en manuscritos)

La pantera negra se pasea por la barra del bar silenciosa, acechante. Ningún cliente parece darse cuenta de su presencia. Es posible que estén acostumbrados a verla ahí. La pantera esquiva ágil vasos y copas. Vigilando el aire espera la mosca o la rata, el ruido o la palabra... o espera por el gusto de esperar en ese afán de pensar que todo fluye, nada permanece y tarde o temprano, más bien temprano, nada será lo mismo.
El hada descalza se agacha sobre un taburete con las alas mojadas de pena y cerveza, manteniendo el equilibrio en su quietud sin límites. La pantera se tumba en la barra a su lado balanceando su cola y el hada vestida de negro no deja de mirarla, temerla y desearla.

De Madrid al Cielo VI

Disffruté de la buena conversación, de la buena mesa, del buen vino y de los viejos tiempos. Acaso algún comentario salido de tono y fuera de lugar que podría producir cierta incomodidad si no fuera porque ya tengo asumido que Alf es así, es su naturaleza y estoy acostumbrada. Debo tener la culpa por provocarle, como suele decirme, aunque dicha provocación pueda ser cualquier comentario más o menos inocente.
A menudo se me acusa de provocar, debe ser cierto que lo hago, a veces a posta y demasiado a menudo sin quererlo.
Prefiero recordar las risas, el charlar de todo, en ese querernos amplio cuajado de diversos sentidos y no pensar demasiado en puntuales e importunos momentos violentos. A fin de cuentas esa violencia es mía, me pertence y tiene que ver con mi pasado y mis traumas. Después de todo a un buen amigo se le perdona todo y más si no tiene la culpa.

De Madrid al Cielo V

Elegí pasar el calentón en casa y guardar un viernes festivo en Madrid; mi integridad física, o acaso la de cualquier hombre que se me acercara a menos de diez metros corrían peligro. Opté por la ducha de agua ría y la charla amena y distendida en el chat durante los anuncios de Mátrix. Estuve tranquila y pensé que me dormiría pronto pero no fue así.
Mi encuentro con Daniel, mi confusión, mi deseo, su deseo, su corazón, mi cabeza....
Sé lo que quiero. Sé lo que no quiero. Pero cuando ando perra ni pienso ni quiero pensar.
Sólo después de hacerle gozar me pude dormir.
No imaginaba ni de lejos que sería la última vez. Nunca sabemos cuándo es la última vez.

De Madrid al Cielo IV

No contaba con los besos dados anoche. Me dejaron en la boca el sabor del amor, el temor y la amargura. Qué extraño todo. Tino, a quien conocí embarazada de seis meses me entró _nos entramos los dos_ en el corazón con la facilidad de un encuentro posterior a otros muchos. Al día siguiente, sin comerlo ni beberlo, me vi prácticamente conviendo con un hombre al que acababa de conocer y por quien no sentía gran cosa, tal vez hipnotizada bajo la promesa de la seguridad, la estabilidad o tal vez tratando de acallar las voces del pánico en medio de la fragilidad de saberme embarazada, sola y amenazada. No sé. Cuando mi hijo nació y rompí esa relación volví a llamarle y entonces él acababa de comenzar una relación estable que ahora se mantiene en busca de hijos. Por lo tanto ayer no contaba con los besos que nos guardamos la primera noche y cada vez que nos veíamos, ya que suelo ser muy esquiva con los hombres que tienen pareja.
Ayer le besaba más allá del guirigay que se anudaba en mis sesos y la tristeza que me produjera el hecho de saber que ese acontecimiento nos separaría para siempre.

De Madrid al Cielo III

Aunque haya pasado más de un año, encontrar a JoseMa es como haberle visto ayer. Tiene buen aspecto. Está más guapo y más feliz. Asentado, atento (más o menos). Pasé dos días bebiendo por las noches y jurando no beber nunca más por las mañanas.
Las mellizas han crecido y me han recibido con la efusividad de quien no te ha visto en años pero
la naturalidad de quien estuvo contigo hace unos días.
Quise recorrer Pinto de parte a parte. Lo hice sola, recordando lo bueno y lo malo, pensando en la posibilidad de volver y buscando en todas las mercerías un tanga blanco de doble tira que no encontré (razón en manuscrito).
En mis andanzas por el mundo del BDSM a menudo acepto órdenes o sugerencias para vivir brevemente la fantasía de obedecer. No sé si estas decisiones enriquecerán o entorpecerán mi investigación porque, a fin de cuentas, uno estudia aquello que le apasiona y yo, cada vez más, entro y me encuentro sumergida en un aura de sumisa que navega, nunca mejor dicho, como perra sin dueño.

De Madrid al Cielo II

Los funcionarios del INEM son unos ineptos; los cajeros y directores de bancos unos gilipollas integrales. De fondo comprendo que en el INEM todo esté repartido entre tantas manos y cabezas que forzosamente se comenten errores con molestas consecuencias para los usuarios y ninguna consecuencia para el funcionario. De fondo entiendo que el banco tiene sus normas y que la amabilidad con el cliente no parece ser una de ellas, al menos no con los clientes que tenemos cara de pobre. Llegué al banco agotada del viaje, con hambre, con sueño y con muchas ganas de ver a los amigos. En el banco me obligaron a dejar la maleta en la puerta y pasé más de 20 minutos con el ojo derecho en la puerta y el ojo izquierdo en la cajera que se tomaba su tiempo hasta para respirar, haciendo caso omiso a mi desesperación. Respondí seca a sus preguntas reprimiendo la sonrisa social que me sale sola y debía recordarme a mí misma que estaba muy enfadada y quería que se notara. Es una mierda esto de que los enfados me duren tan poco. Me despedí educada y seca, lanzando al director del banco una mirada asesina que no pareció afectarle lo más mínimo. Camino arriba el tirador de la maleta se rompió. El camino se alargaba y las piedras de la calle se reían de mi sombra.

De Madrid al Cielo I

Inicié mi viaje a Madrid en una madrugada de miércoles, merta de sueño, apenas había podido dormir y estaba tan nervisosa que mi vientre se hinchó y me dolían la tripas como la víspera del primer día de colegio.
Cuando vi aquel vagón vacío completamente e intuí que sería la única pasajera y que el vagón sería mío, mío y sólo mío durante todo el trayecto o gran parte del mismo me alegré tanto que hasta dí saltitos en el andén de pura emoción. Todos los posibles pasatiempos desfilaron ante mis ojos ofrecidos en bandeja de plata: depilarme con pinzas los pelitos sueltos de la pantorrilla, leer la revista "Mente y cerebro" que había comprado en enero y hasta ese día no pude apenas ni mirar; podría meterme los dedos en la nariz siempre que me picara; leer "El último Catón", escribir en mis cuadernos, modificar mi CV, organizar la información de mi pen drive....
Era tan perfecto qeu deseé que el viaje se alargara y el tren retrasara su hora de llegada. Cuando descubrí que había tomas de corriente junto a los asientos abrí entusiasmada la bolsa del ordenador para enchufarlo enseguida.
Una señora mayor entró buscando su asiento; la ayudé a encontrarlo, por suerte estaba delante de mí, no me gusta que me miren desde atrás, me siento controlada. Gradué su asiento para el reposapiés y la dejé sentadita en su sillón con una amplia sonrisa. Ella estaría sentada delante de mí y mis planes seguían intactos. Ya estaba yo frotándome las manos en mi sitio cuando la Tía Juana giró su pequeña cabeza casi calva y se puso a charlar. Agradecí a los dioses que sólo quedaran cinco minutos para la salida y conversé con ella porque los viejitos me inspiran simpatía y debilidad. No tardó mucho la buena señora en ponerse de pie en mitad del pasillo y seguir charlando con su acento manchego-andalusí y una voz tranquila y agradable. Sonreía permanentemente contara lo que contara: su vida presente y pasada, sus sobrinos, su cáncer, su perro...
Pasados cinco minutos el tren arrancaba y en ese momento sabía varias cosas sobre la tía Juana: que era la menor de siete hermanos, que vivía sola con un perro pequeño y agresivo, que nunca se casó, que adoraba a sus sobrinos, que tenía un linfoma contra el que luchaba desde hacía diez años y que se sentaría a mi lado durante el resto del viaje.
Apenas pude leer, apenas dormir y cuando aún faltaba más de media hora para que el tren llegara a mi destino decidí recorrer el resto del trayecto en pie, junto a la puerta, castigada mirando a la pared porque ya no podía soportarlo más. Mi cabeza iba a estallar.
Escuchar repetidas veces los problemas de la tía Juana pero, sobre todo, responder lo más discreta y diplomáticamente posible a sus preguntas sobre mi propia vida y sus especulaciones sobre mi futuro pudrieron definitivamente mis primeras horas de libertad. Besé el suelo de Aranjuez, me senté en el andén y aspiré hondas y aliviadas caladas.

21 agosto 2009

Tres tristes tigres trigaban trigo en un trigal.

El último anónimo valiente que he recibido me ha llenado de tristeza. Me entristece muchísimo sentir que provoco en las personas esas reacciones tan negativas y me pregunto si soy realmente tan anómala, tan terrible, tan detestable. Me derramo sobre el blog sin miramientos y eso conlleva una serie de riesgos. A veces no sé si lo hago por vanidad, por generosidad o por estupidez. Igual mi blog sólo es leído por seres perfectos cargados de bondades que sólo podrían ver en mí un monstruo.
Lo que no puedo ignorar es que utilicen la figura de mi hijo para descargar toda la ira que les provoco...
"borra Inma, borra".
Mañana pensaré... ahora sólo me apetece hacerme un ovillo. Ya me empieza a agotar esto. Me agota terriblemente. Escribiré otro blog de niña disfrazada de rosa pálido plantando margaritas en el campo. También dará asco... pero supongo que entonces no tendré que recibir tanta ostia virtual y tanto juicio sostenido.
Pues a mí me gusta como soy... y por suerte conozco a mucha gente que sabe como soy y me sigue queriendo... ¿Increíble?, me llevo muchos codazos bajo la mesa pero me siguen queriendo. Me gusta cómo soy hasta el punto en que... si fuera otra persona, también me caería bien.
Cuando llega un extraño hijoputa a escupirte a la cara por despecho, amargura o donperfeccionismo... sólo me queda cerrar los ojitos y pensar cuántos y cuantas en este instante vendrían a abrazarme. Y resulta que son mogollón.
Avasallado, lo sé, "borra, Inma, borra"... gracias.

06 agosto 2009

tomando té, tomándome

Me dan las tantas siempre, no sé cómo me apaño, a veces perdiendo el tiempo en una espera cansina de que suceda algo que no sucede, otras jugando solitarios empeñada en batir un récord que no pasará a los anales de la historia, otras comunicándome con desconocidos que, como clones unos de otros, formulan las mismas preguntas sin sensibilidad ni pudor alguno ignorando quizás... más bien muy probablemente ignorando, que ese listado que parece un copy-paste me huele a colonia rancia de caca de vaca y me aleja irremediablemente de ellos sin importarme ya si son buena gente, listos, simpáticos, limpitos y no tengan cara de "te voy a dar una ostia cuando menos te lo esperes", o cara de "por favor no me rechaces, no podría soportarlo".
Es como una escalada... "¿De dónde eres?, ¿edad?, ¿cuánto mides?, ¿me das tu messenger?, ¿Me pones la cam?"... y algunos un poco más extremos del tipo "¿quieres que te enseñe mi polla por cam?", "¿buscas algo serio?"... Me cansan, me cansan terriblemente; por eso últimamente he optado por la comunicación vía chat con un maravilloso antiprivados que salva mis ojos de atrocidades y que rechaza por mí a toda una serie de solitarios desesperados (como yo misma a veces), pervertidos salidos (como yo misma, a veces) e incluso a buenas personas (como yo misma, a veces).
Curiosamente se me han cruzado mi vena antisocial, por la que me he alejado de gente que ya conozco, aunque sea un poco, con una extraña vena ultrasocial que me comunica en grupo y ocasionalmente con un auténtico desconocido (valga también desconocida), si bien me he vuelto extraordinariamente selectiva en las últimas semanas. Y no deja de sorprenderme, es casi magia, cuando te encariñas con alguien sin rostro ni nombre y fluye todo con la naturalidad de la economía sumergida, como quien no quiere la cosa y te ves a ti misma preocupándote por personas a las que no conoces o... lo que me ha resultado realmente útil, por necesario, alguien que no te conoce se preocupa por ti.
Deseo poner freno al absurdo tornado de las últimas semanas, que me desgasta, que me deprime, que me oprime y que me hace perder tanto, tanto tiempo.
Tomando té escribo en un cuaderno, de los muchos que pululan por mis bolsos, estanterías y mesas (tengo una plaga de cuadernos incompletos) lo que quiero y lo que no quiero; lo que puede ser y lo que no; lo que necesito y lo que puedo aportar; a dónde quiero ir; hasta dónde estoy dispuesta a llegar, qué me pesa y debo dejar en la cuneta (aunque se trate de personas) y tomando té voy tomando conciencia de mí... y me escucho y me doy cuenta de muchas cosas. Unas me hacen feliz, otras me hacen llorar, pero no infeliz. Algo que percibo claro, como el agua clara, es que quiero ser libre, para elegir libremente a qué atarme. Suena paradógico y complicado y en realidad es simple y primario.
Quiero soltarme de esta casa para entrar en la casa que yo quiera. Quiero volver a volar rumbo al norte. Quiero elegir mi destino y quiero sentirme segura.