CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

24 noviembre 2009

La falsa euforia que me gobernó ayer y que tanto gocé y tanto gozaron otros me abandonó tan pronto como me fui a dormir. Prolongué ese instante tanto como pude volcándome en mi trabajo pero lo cierto es que tampoco pude trabajar mucho en todo el día. El trabajo se me ha acumulado de un modo salvaje y no creo que pueda ponerme al día antes de que llegue el fin de semana. Las uñas con el esmalte desgastado son un signo más del descuido en el que he ido dejándome mecer los últimos días y... esta mañana he tardado más de media hora en poder vestirme. Iba metiendo en una bolsa todo lo que me quedaba enorme. Hasta la talla 38 me queda enorme y no tengo nada de la talla 36. Mis manos están llenas de heridas por las autolesiones y todo me roza, me molesta y me duele. En pocos días he vuelto a perder el peso que había recuperado y más y actualmente peso 47 kgs. En honor a la falta de tiempo no he pedido aún cita con el médico para ver los resultados de los últimos análisis y no consigo recuperar ese tiempo. Juego con mi hijo al escondite y agazapada trato de controlar el temblor de manos. De madrugada mi hijo me busca, se acuesta a mi lado y me abraza y me acaricia recordándome que, aunque sea por él no puedo seguir así. Olvido comer, si mi madre no me llega a llamar anoche hubiera olvidado cenar. El dolor muscular sigue siendo intenso y la fiebre persiste pero me he acostumbrado a ellos. Mi mirada se pierde a veces y pierdo el hilo de las conversaciones. Todo lo que como me sienta mal y lo vomito o lo cago y lo que me pasa con la comida lo hago extensivo al resto de mi vida... todo parece sentarme mal, todo me resbala, todo parece hacerme daño.
Me viene a la mente el recuerdo de Susana cuando me decía "aprende a pedir ayuda", "acepta la ayuda" "pide ayuda"...
Me voy a la playa el fin de semana, aunque deba llevarme el ordenador y trabajar a ratos... me lo llevo pero me voy. Necesito aire, necesito sol, necesito playa.
A veces pienso que no llegaré al fin de semana, pero sé que es una sensación tan falsa como la euforia de ayer.
Viene a mi mente martita, cuando decia estar bien y no lo estaba y de un día para otro decidió irse y se fue, sin más. Y se acabó todo de repente. Entonces pienso en mi hijo; ella tenía un hijo y no le importó... ¿Llegaré a ese punto? A veces me doy miedo. A veces pienso que ni eso será suficiente. A veces pienso que no puedo más.
No llores, Ada, no llores.

21 noviembre 2009

Paradoja

"Nunca permitas que nadie te haga sentir que no mereces lo que quieres".
Curiosamente, qué paradoja, la mujer de la que leí esta frase me ha hecho sentir exactamente eso... que no merezco lo que quiero. Puede ser también que haya sufrido demasiado por creer que no merezco lo que quiero cuando en realidad es muy posible que hasta hoy aún no me he atrevido a desear lo que realmente merezco.
Me siento terriblemente decepcionada. Al principio sólo conmigo misma. Ahora la onda expansiva se extiende, gracias a Dios, y reparto un poco las culpas.
Me decepcionan tantas cosas de tanta gente hoy... que son casi las seis de la mañana y no he podido dormir... pero por fin todo ha terminado... Gracias a Dios y, paradógicamente, lo que yo deseaba no era lo mejor. Paradójicamente perdiendo he salido ganando. Pero no consigo liberarme de la sensación de pérdida de tiempo, dinero y esfuerzo, de la sensación de estupidez, de las ganas de darle golpes a las paredes, del asco, de haber perdido cierta inocencia. Esta angustia es tan grande. Me duele. Me duele intensamente. Odio. Asco. Hartura... y si soy sincera, cierto alivio.
Estoy muy decepcionada, en muchísimos sentidos. Se me ha caído de un golpe todo el respeto que me inspiraban hace unas horas. Y yo me he caído también. Y en el suelo veo hecho añicos el respeto a mí misma, que dejé caer por puro descuido o exceso de confianza, pensando que alguien lo guardaría respetuosamente en sus manos.
Necesito dormir al menos una hora... me va a dar algo de no dormir, llevo varias noches sin pegar ojo y necesito descansar por Dios que lo necesito. Voy a enloquecer.

18 noviembre 2009

El abogado

Tomaba unas cervezas con un compañero de trabajo, yo estaba de espaldas a la puerta y no la vi llegar... no hubiera reparado en su presencia si no hubiera escuchado su voz. Con un tono cargado de velado reproche, súplica y encanto preguntó si no servían tapa con la cerveza. Luego se sentó y cambié de posición para verla. Estaba muy entretenida con una especie de crucigrama y no parecía levantar la vista; sólo lo hizo cuando el camarero anunció que su tapa estaba lista; la tomó en sus manos y se dirigió a la mesa... era una mujer muy delgada, vestía con cierto descuido y su atuendo dejaba caer la manga de la chaqueta y el hombro desnudo. Hubiera jurado que esa mujer comía como un pajarito por su aspecto pero esa mujer sólo tenía ojos para el crucigrama y boca para los calamares.
Devoró el plato en cuestión de segundos y cuando acabó, como si los calamares estuvieran contaminados de cafeína, se empezó a revolver en el asiento; sacaba cosas de una mochila naranja, muy de niña de instituto, que contrastaba con su expresión seria, sus gafitas y coleta. Era una niña disfrazada de persona mayor, o eso me pareció. De nuevo volvió a la barra; esperaba nerviosa mirando a un lado y a otro buscando al camarero. Pidió autorización para usar la máquina de tabaco y lo abrió camino a la barra. Entonces pidió fuego al camarero y yo me ofrecí a dárselo. La escusa de dar o pedir fuego es la mejor que conozco para entablar conversación. Mientras buscaba el mechero por todas partes la niña vestida de persona mayor reparó en el libro que yo había dejado sobre la barra. Tocó tímidamente el libro y me preguntó _¿qué tal es? ... lo último que esperaba es que una mujer intentara ligarme hablando de literatura, me quedé callado... _"el libro, digo" ... inicié la respuesta balbuceando... esperaba que la niña continuara la conversación, se presentara, me dijera su nombre, me diera dos besos... le di fuego, me dio las gracias y volvió a su asiento. Si no actuaba deprisa esa mujer volvería a sus crucigramas y no habría modo de rescatarla, así que me acerqué a ella, le sugerí que leyera el primer capítulo si sentía curiosidad y fue entonces cuando por primera vez me miró a los ojos y sonrió agradecida, con una sonrisa ancha, como si hubiera recibido un regalo.
Leyó con rapidez, como si el libro le quemara en las manos. Cerró el libro y esperó con él en la mano, mirándome sin decir nada hasta que la miré de nuevo. Entonces me acerqué a ella y le empecé a contar por qué me gustaba, aprovechando para darle algunos datos sobre mí, especialmente los que más interesan... "es abogado, como yo, está divorciado, como yo", ella interrumpió: "y por primera vez en su vida va a defender a alguien que verdaderamente es inocente". Me quedé helado, no sabía a qué se refería. "he leído también la trama que hay en la pasta del libro" _dijo_ ... "ya sabes del libro más que yo" _respondí sorprendido, ya que yo aún no conocía ese dato_. Me volvió a dar las gracias y miró el reloj. Recogió sus cosas rápidamente y pidió la cuenta en la barra, le dije que ya la había invitado yo y me dio un "gracias" distinto, un "gracias" comprometido, tímido, asustadizo. Luego dijo "que lo disfrutes", refiriéndose al libro y al darse la vuelta tropezó con una silla, la retiró nerviosa y desapareció, sin decir su nombre, sin darme dos besos, sin presentarse, sin volver a mirar... ¿Estará acostumbrada a que los desconocidos le paguen las consumiciones? ¿La he puesto nerviosa? ¿La volveré a ver?