CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

26 septiembre 2008

Ver la vida con otros ojos

Esta tarde he estrenado gafas nuevas y, aunque no había cambiado mi agudeza visual, el simple cambio de forma de las gafas ha hecho que esté un rato como mareada, sintiendo extraño todo lo que me rodeaba. Ahora casi me siento como si me hubieran cambiado la cara.
Nuestro cerebro tiene una capacidad limitada, aunque sea mucho más capaz de lo que creemos y es por eso que tendemos a simplificar las cosas, a generalizarlo todo, a resumir nuestro mundo en unos pocos puntos de apoyo.
El problema sucede cuando no contamos con el hecho de que nuestra realidad no es la única existente, que nuestro modo de ver las cosas no es el único aceptable. Entonces, cuando alguien actúa de tal modo que hace cimbrearse uno de esos puntos de apoyo, le juzgamos a matar o nos sentimos terriblemente inseguros.
Los esquemas están bien. Entre otras cosas porque siempre está permitido el uso de paréntesis, flechas, anotaciones al margen e incluso el tippex.
Hace mucho tiempo que el rechazo no supone para mí un trauma insalvable y hace mucho tiempo que soy discreta a la hora de emitir juicios dañinos. Hace mucho tiempo que no lanzo pildorazos a nadie en forma de reproche porque creo que he aprendido, o al menos sigo aprendiendo, a respetar al otro hasta tal punto que ni me molesta pensar que es posible que sea yo quien esté equivocada.
Me molesta que ciertas personas tengan acceso a este blog. Todavía no me molesta tanto como para dejar de escribir en él, pero sí lo suficiente como para hacerme bufar cuando leo algunos comentarios que me despiertan la susceptibilidad porque se pueden interpretar de tantas maneras... o a lo mejor no soy tan inteligente como algunos se creen.
Me molesta sentir que pasados los años hay quien me sigue juzgando por hechos más que hablados y más que pasados y que juzga mi presente en base a un conocimiento de mí más que sesgado. Todavía no me he vuelto tan agria ni tan borde como para responder como merecen, pero sí han ido consiguiendo que me vuelva cada vez más tímida a la hora de escribir y que el grosor de mis cuadernos manuscritos sea mucho mayor que este blog.
Soy feliz, estoy tranquila, me va todo de puta madre, no soy perfecta porque no se puede ser perfecto para todo el mundo y porque nunca he pretendido ni serlo ni parecerlo. Sigo realizándome y seguiré haciéndolo lo que me resta de vida.
Espero aprender con el tiempo a no detenerme a mirar lo que no vale la pena y a no sentirme dolida por las personas que no me importan. Me ahorraría muchas muecas de disgusto.
Me gustaría poder ponerme las gafas que me permitan distinguir antes la basura para tirarla de mi vida cuanto antes. Me gustaría comprender que soy mucho más feliz de lo que ciertos infelices pueden soportar.
Me queda mucha basurilla por limpiar.
Y ya no sé muy bien a quién estoy respetando ni por qué. Lo cierto es que nunca he hecho el más mínimo esfuerzo por conservarte en mi vida y sigues ahí, disfrazado de amigo o de juez o de maestro, porque el disfraz de amante se te quedó muy chico desde muy pronto, sigues ahí, como la grieta del techo o esta tos que no se me quita. No sé con qué derecho, ni con qué intención. Como ese pelillo del cuello que me arranco con las pinzas de vez en cuando y vuelve a salir, el hijoputa, igual de negro y de largo que siempre, de un día para otro, cuando ya se te olvida aparece de nuevo... para dar por culo, como la avería de la cisterna, los padrastros de los dedos o los apuros a fin de mes, como las gafas viejas que conservas por si acaso y de vez en cuando aparecen y piensas "un día las tengo que tirar" y no las tiras y siguen ahí las gafas que no te pones... los mosquitos del verano, las bragas de cuello vuelto de antes de la guerra, el pijama que te ponías a los catorce años.
Igual debería tirar las gafas viejas.
Nunca me he reprimido tanto como hoy, pero juro que no volveré a pasar hambre, que no volveré a quedarme con las ganas de escupir, entretanto me haga con las gafas de pasar del tema. Igual decido comprármelas mañana.
Debería, para estos casos, crear un nuevo blog "Cuaderno de improperios", "el blog de la descarga" o "me cago en tu puta madre"
Gracias a Dios nunca he pretendido parecer una chica fina y delicada, pero esto puede ser mucho peor.

12 septiembre 2008

Los hombres que hablan demasiado

Hablo demasiado, a menudo hablo demasiado; siento la necesidad de hablar sin saber muy bien de qué y algunas veces me da igual si soy o no soy escuchada.
A menudo un hombre me ha encandilado porque me escuchaba, o al menos eso parecía. Sin embargo, cuando he sido yo la que le ha escuchado unos minutos, me he dado cuenta de que en realidad no me gustaba. Tal vez debería escuchar más a los hombres.
Creo que no habría vivido la mayoría de mis aventuras si antes de dejarme conocer me hubiera dedicado a escuchar. Es más, si escuchara más a menudo a los hombres que se me acercan sería virgen o sería lesbiana.

10 septiembre 2008

Prejuicio y oportunidad.

Tuve la inmensa suerte de escoger precipitadamente una licenciatura sin saber muy bien de qué iba, sólo porque me brindaba la oportunidad de trabajar con colectivos desfavorecidos, el título de las asignaturas me parecía atractivo y tenía una combinación de ciencias y letras que prometía no aburrirme jamás.
Una de las múltiples oportunidades que me aportó fue la de reaccionar de un modo equiolibrado ante el prejuicio, tomando el mismo como un problema del otro y no mío. Cuando el prejuicio me pertenece a mí le dejo suceder, pero al mismo tiempo me permito seguir conociendo a la otra persona a sus expensas y esto me ha permitido llevarme sorpresas muy agradables. Y, puesto que el prejuicio estaba ahí, lo peor que podría suceder es que no me sorprendieran ciertas cosas.
En un principio prejuzgué a Miglo, que se reconocerá, por la misma inercia que me lleva a juzgar mal a todos aquellos que en principio le caen bien a casi todo el mundo (envidia cochina por mi parte, supongo). Miglo es una mujer chiquitita y vivaracha, con un exceso de agrado en la voz y el trato que me pareció pelotudo. Me pareció que se esforzaba demasiado en tratar de agradar a todo el mundo y a toda costa y la incluí en el subconuunto de mentalidades pueblerinas y cuadriculadas y reprimidas que tanto abundan, cuya máxima y única aspiración era aprobar una oposición que garantizaba su subsistencia y un buen macho que le jurara amor eterno y la descargara de las decisiones más importantes, futura mujer florero condenada a rendirse antes de tiempo. No pensé todo eso de golpe claro, esto es sólo un resumen de unos cuantos flashes.
Hoy me alegro y me río de mí misma por haberla cagado tanto al pensar de ese modo y al mismo tiempo me alegro una barbaridad de no haberle cerrado las puertas a Miglo. Con ella todo ha ido sucediendo de un modo natural y sutil, muy poco a poco descubriendo uno a uno cada error de percepción para ir sustituyendo aquella imagen tan distorsionada por la fotografía de una mujer amable, simpática, inteligente, bella y admirable.
El gran punto de inflexión lo marcó su ausencia y el hecho de darme cuenta de que la echo mucho de menos cuando no está.
Merece que todo le vaya bien.
Cuando pienso en el futuro me imagino a mi hijo contándole los secretos que no me cuenta a mí e intercediendo por él para ablandarme cuando quiera irse a un campamento o llegar más tarde a casa.

Inma-dura

Lucía llamó hace tiempo; me invitaba a ir a su casa esa misma noche, como si una pudiera improvisar, así de pronto, a esa hora tan clave para el sueño de los niños. Podría haberle contestado en ese momento, pero no lo hice; estaba un poco cansada de dar escusas. La ignoré, no sin pesar, pero sí relativamente tranquila, a sabiendas de que había hecho por ella todo cuanto podía y que yo ya no tenía nada más que aportarle y ella a mi tampoco. Después de aquello recibí dos mensajes al móvil, uno en mayúsculas y otro en minúsculas; ambos rezaban lo mismo "Ve con" y nada más. Tampoco los respondí. La insistencia de Lucía en que nos encontremos siempre en su casa me asusta y me incomoda. No me hubiera importado volver a quedar con ella en un sitio público, pero Lucía se ha vuelto un ser impredecible y, según informes forenses, violenta.
Ser madre me ha vuelto mucho más precavida y también mucho más selectiva a la hora de elegir y mantener mis contactos sociales, ya sean estos compañeros, amigos o amantes.
Hace ya varios años trabajé como personal de selección. Las personas llegaban, escribían su cuestionario delante de nosotros (así nos asegurábamos de que sabían leer y escribir) y nada más salir por la puerta poníamos su cuestionario en el montón de rechazados o en el montón de seleccionados. Las personas llegaban a la empresa a oleadas y estaban goteando a lo largo de todo el día. No había mucho tiempo para leer detenidamente nada y se les amontonaba en "válidos" "no válidos" con la misma facilidad y rapidez con la que tiempo atrás separaba piezas blancas y negras en una fábrica de plásticos. No te planteas si te equivocas o si esas personas merecen o no una oportunidad. No hay tiempo.
De nuevo el hombre de gris sopla su aliento frío sobre mi nuca y decido con rapidez si las personas que se acercan a mí merecen o no una oportunidad. No hay piedad. Es posible que le haya dado la espalda a personas que valen mucho la pena, pero lo cierto es que no hay tiempo ni siquiera para que importe.
Aunque no lo parezca, por lo que reflejo en el blog, al menos para las mentes más simples, siempre he sido muy selectiva con los hombres y rechazaba a una gran mayoría, cada vez más. Ahora les rechazo a todos. la típica y fácil deducción que suele hacerse es que la maternidad me ha vuelto más exigente; también es cierto que tengo menos ocasiones de conocer a gente y que en Jaén, lamentablemente, hay poco donde elegir; la mayoría de las personas que he conocido tienen una mentalidad muy cerrada y prejuiciosa, o muy simple para mi gusto y, aunque todos decimos que el físico no es importante, no podría con un bajito, gordito con cara de pan. Lo menos es que el hombre te guste un poco.
Todo esto viene por la manía que tienen mis más queridos y pesados de emparejarme con alguien a quien Ángel pueda llamar "papá".
Hoy me he reencontrado con un hombre con el que salí durante medio año, de esto hace once años. El tiempo ha hecho estragos con él. Recuerdo que le conocí en una parada de autobús, que cogí el autobús porque le ví esperándolo y me pareció el hombre más guapo del mundo y que luego me gustó porque era tímido, aunque luego me di cuenta de que no era callado por ser tímido sino porque era un poco tonto el pobre. Recuerdo que la cosa duró porque teníamos poco tiempo para estar juntos y tardé en darme cuenta de que esa timidez que le hacía tan encantador era, en realidad, una ajustada inteligencia. Un día me enfadé con él y me fui a ligar "con el primero que me encuentre", él pensó que yo vacilaba, pero no lo hacía. Y así encontré a Manuel y me fui a vivir a Logroño, fue un fracaso total pero Manuel me presentó a Jorge y con él estuve seis o siete años, Jorge me dejó, yo me volví loca y desemboqué en el padre de mi hijo. Ahora soy madre soltera, tuve que dejar mi trabajo en Madrid, vine a Jaén a buscarme el pan y si no hubiera dejado Madrid no tendría ahora un puesto de responsabilidad trabajando con menores en Jaén. Y es que es muy curioso cómo unos acontecimientos te llevan a otros y cómo parece hacerse cierto eso de que "no hay mal que por bien no venga" aunque haya quien prefiere pensar que "las desgracias nunca vienen solas".
Lo cierto es que el reencuentro con "el guapo tímido" me lleva a desdecirme de aquella frase que tantos problemas me trajo con una celosa paranoica, hace ya casi un año: "nunca dejas de amar a quien has amado, por mucho que te hayas empeñado en creer lo contrario" (espero que no lea esto, ya que tomó la decisión de olvidarse de mi existencia, pero como esa mujer no tiene palabra, nunca se sabe). Pues eso. Hoy me desdigo porque este último encuentro no me ha removido más que prisa porque se acabara la conversación y seguir a lo mío.
A lo mejor es cierto que me he endurecido, pero lo cierto es que no me importa, al menos no aquí y ahora, que es lo único real.