CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

26 enero 2008

Madre coraje... con mucho genio

Desde que di a luz y cada día más me resulta más fácil comprender la postura superprotectora de mis padres, en especial de mi madre y, aunque eso no significa que la justifique, trato de ser más tolerante con ella y tratarla con más delicadeza y respeto de lo que solía hacer antes.
De una forma natural, se han ido estableciendo una serie de normas en torno a los cuidados y educación de mi Ángel y lo habitual es que estemos de acuerdo. Confío en mis padres, en su criterio, en caso de duda y en caso de desacuerdo explícito este se expone y se impone sin más, como se impone el día a la noche y la noche al día.
Cuando me da coraje (coraje de ira, que no de valor) es cuando aún estando de acuerdo en torno a una norma ésta se quiebra por razones irrazonables. Hay una norma que tengo muy clara en torno a los paseos y ésta es que, si llueve, el niño no sale; si se ha puesto el sol o el día aún no ha abierto, el niño no sale, salvo que yo lo diga y yo lo decida y siempre con el plástico protector que lo resguarde del frío. Y ayer el niño salió ya de noche, porque la tata, que además no le abriga tanto como yo, se empeñó en llevar al nene al Corte Inglés, porque disfruta mucho con la gente y con las luces. Mis padres no estaban de acuerdo, pero no supieron decir que no.
No puedo reprocharles su falta de asertividad porque a mí, eso de decir que no, no es algo que me nazca natural sino algo que me ha supuesto cierto esfuerzo y que es todo un ejercicio para mí. Y cuando esa incapacidad les supone a ellos alguna molestia, es su problema; pero en lo que a mi hijo respecta exijo firmeza.
Y fue comentando esto a Shunna cuando me hizo consciente de la superprotección que tiendo a tener sobre mi hijo; no tanta como mis padres sobre mí, pero sí más que la mayoría de la gente.
Me resulta muy difícil saber dónde están los verdaderos límites, y aún conociéndolos me cuesta respetarlos. Un padre, un buen padre, hubiera sabido equilibrar la balanza pero me corresponde a mí, sólo a mí, equilibrarla, porque los abuelos son peores que yo. Será todo un ejercicio de crecimiento para el crecimiento.
Lo que más me preocupa últimamente es el tema de la alimentación. el niño empieza a quedarse con hambre y es tan tragón que me cuesta saber cuándo se trata de hambre o se trata de gula. también me está costando trabajo encontrar información satisfactoria y completa sobre la alimentación de un niño de un año y me gustaría encontrar un menú semanal o algo así, que me sirva de guía. No sé cómo hacer que el niño comience a beber de su taza, y no del biberón. También le está costando más de la cuenta (o eso me parece) comer alimentos con trocitos pequeños. Si alguien conoce una referencia sobre este tema, se agradecen sugerencias.

25 enero 2008

Quedarse más ancha que larga

Siempre he encontrado la brisilla fresca de la mañana muy agradable, a pesar del invierno, las legañas en los ojos, el flequillo rizado... tanto si regreso como si voy; ese café matinal de cafetería recién abierta, el sonido de las calles recién puestas, el choque de las tazas, el olor a café molido y a superlimpio de limón, compañeros de fatiga que comienzan la mañana con carajillo y hasta con cerveza, el aire frío en la cara y el vello erizado debajo y a pesar de la camiseta, jersey, abrigo y chubasquero; el duende de la mañana entrando por la nuca, la agenda recién abierta.
Mi hijo ha tomado por costumbre darme mala noche cuando al día siguiente tengo que madrugar o voy a una cita importante, como si se oliera que voy a abandonarle pronto o creyera que queda segundo en mi lista de preocupaciones y prioridades. Se duerme tarde y una hora después despierta con un llanto angustiado y tembloroso, tarda en dormirse de nuevo y tres horas después se despierta y se asoma a la cuna, jugando y buscando mi atención. Ahora le ha tomado el gusto a los chillidos agudos y cuando me sabe despierta y se nos cruzan las miradas no hay marcha atrás, no para hasta que no le tomo en brazos y le doy un biberón que descolocará sus horarios del todo y por el resto del día. Y cuando al fin duerme de nuevo no tiene sentido que vuelva a dormirme yo, porque entonces, en menos de una hora, mi despertar será lento y pesado o no será y ya me levanto resignada con una hora vacía por delante porque estoy demasiado cansada para ser productiva y demasiado despierta para volverme a dormir. Me visto, me voy y me consuelo con un café de cafetería a medio chapar y entonces se me llena la cabeza de recuerdos molestos y de pensamientos circulares que no merecen existir.
Alguien que ha decidido olvidar mi existencia cuando hacía mucho que yo no era consciente de la suya, decide presentarse de nuevo en mi vida sólo para decirme que ha decidido borrarme de su memoria y de la memoria de un amigo tan querido como olvidado y no puedo menos que preguntarme por qué razón debería gastar neuronas y tiempo con un ser que de pronto se da cuenta de que soy buena gente sólo porque le han hablado bien de mí (a mí me han hablado muy mal de ella) y que se acerca reclamando conocerme aunque ha decidido desconocerme y que aún intentando ser amable resulta extremadamente agresiva en sus modos, en su forma y en su fondo, encantada de no haberme conocido, como si a mí me importara... y luego desaparece sin más dejándome en el estómago una interrogación que ni cago ni vomito.
Lo menos que puedo sentir es una lástima inmensa por la persona que está a su lado y que permite que alguien, por más que le ame, le dicte no ya con quien debe verse y con quien no, sino hasta en quién pensar y quién no, que trata de amarrarle el pensamiento y elegir por él qué recuerdos guardar y qué recuerdos reprimir... que no olvidar, porque nosotros no elegimos el olvido, es algo que llega por si solo y si llega, que nuestra memoria a largo plazo es ilimitada.
Y que no debería importarme, pero tampoco podemos elegir qué nos importa y qué no. No debería importarme pero me importa; que una cosa es simplemente olvidar y otra decidir olvidarse, sin haber dado más motivos que ser, existir y expresar libremente las emociones, con toda la inocencia y mente limpia posible.
Uno de mis problemas más frecuentes consiste en demostrar mi inocencia frente a falsas acusaciones y otro no ser capaz de ignorar la injusticia, contra mí ni contra nadie. Y me molesta y mucho estar de buena mañana dándole vueltas a un asunto que ni me va ni me viene por alguien que no merece de mí ni un segundo, que no debería tener el poder de desconcertarme, herirme ni hablarme siquiera.
Que no quiero que nadie me venga a quebrar la paz, ni me quiero enterar de sus decisiones, ni quiero tener nada que ver ni con ella ni con su amado, así se lo coma y lo siga atando de pies y manos y mente de por vida, que me da igual. Que sólo quiero que me dejen tranquila, los dos y para siempre.
Tengo un amigo con quien tuve una aventura, bella aventura, durante casi un mes. Él fue quien me dejó, consciente antes que yo de que nuestras melodías no casaban en el mismo disco y pronto se enamoró de una mujer, perdidamente. Ella trató de distanciarle de mí, pero él, que realmente era amigo mío, no lo permitió. Nuestra amistad poco o nada tuvo que ver en su ruptura. Su actual novia sabe, comprende y acepta mi existencia e incluso he salido con ellos de copas y dormido en su casa.
También la novia de mi ex miraba con recelo nuestra amistad, pero él, que ciertamente era mi amigo, logró que ella aceptara mi existencia. También he salido con ellos al cine y he dormido en su casa.
Son muchas las personas que no comprenden la continuidad y transformación de una relación de pareja en una bella amistad. Culpa de ello tiene el refrán “donde hubo fuego quedan chispas”, aunque yo tengo otro mejor, que no recuerdo bien pero viene a decir algo así como “el agua del río no pasa dos veces por el mismo lugar”.
Respeto mucho formas de pensar distintas a la mía. Es por eso que doy por hecho que he perdido para siempre a un amigo; pero no porque él haya tomado la decisión de olvidarme sino porque yo no necesito un amigo así. No, gracias.
Y ahora, que ya me he desahogado, sí que soy yo quien decide de una vez y para siempre zanjar este tema esperando que de verdad de la buena, se olviden de mí y me dejen tranquila y dejando dicho, a ambos, que no quiero saber nunca nada más de vosotros y que vuestras deliberaciones sobre mí y decisiones en torno a mi persona queden entre vosotros, que yo prefiero ignorarlas y no siento curiosidad alguna por lo que sea de vuestra vida o vuestra muerte. Ni os deseo bien, ni os deseo mal porque me da exactamente igual, que cada cual se realice o se destroce como pueda, que me preocupa más la explotación infantil, la paz del mundo o la uña del pie de Neruda. Y que también me da igual que estas palabras me conviertan en un monstruo de nuevo porque mi humanidad me obliga a indignarme, a molestarme y a reaccionar lógicamente ante aquellos que me hacen daño. Que os den, a los dos.
Y ahora, sí que me he quedado la mar de a gustito.

23 enero 2008

Reflexiones con hambre y dolor de cabeza

Paradógicamente se me han dado situaciones en la vida en las que se me reprocha una actitud negativa tras una traición, un ataque, una injusticia...
Como cuando mi ex me reprochó estar poco comunicativa después de saber que me había sido infiel repetidas veces, o cuando mis socias me reprocharon estar a la defensiva después de enterarme que habían estado urdiendo a mis espaldas, o esta última vez cuando cierta persona, a la que respeto profundamente a pesar de no haberme aportado nada bueno, me reprocha haber actuado negativamente después de que me atacara repetidas veces basándose en supuestos imaginarios y sin que yo le hubiera hecho absolutamente nada.
Cada día estoy más convencida de que las personas no son buenas ni malas. Por el mundo hay repartidas muchas personas que piensan de mí que soy un putón verbenero, cínica y egoísta; otras que piensan que soy generosa, amable y leal; hay quienes me consideran muy divertida y otros, por el contrario, me catalogan de sosa. Unos piensan de mí que soy muy valiente y otros lo reducen a temeridad. En demasiados casos mi fama de buena persona no me ha servido para mucho más que para ser manipulada y utilizada y aún así, sigue siendo relativamente fácil arrancarme favores que no me apetece hacer y no porque me cueste decir que no, sino porque me nace de dentro y me resulta más sencillo moverme más en pro de los deseos que de las apetencias.
Mi vida atraviesa por un momento complicado desde... creo que desde que nací. La soledad de los últimos meses me regresa al diario, a la lectura, al placer de las pequeñas cosas, al proyecto de las grandes cosas y a la calma que genera ese vicio de pensar productivamente y darse cuenta de cómo funciona el mundo, la gente y sobre todo, cómo funciono yo.
No me preocupa lo que se dice de mí, me preocupa más lo que me dicen a mí y más que nada, cómo respondo yo. Disfruto de cuanto tengo y no me preocupa en exceso lo que me falta. No me interesa, ni me daña, que algunos me olviden, yo también me olvido de algunos y eso no me convierte en un monstruo; me preocupa más que algunos tarden en olvidarme o me recuerden cuando ya me habían olvidado. Ni los insultos de un desconocido ni sus halagos tienen lugar en mi tiempo ni en mi mente. Quiero que mi hijo tenga paz y soy yo quien se la debe transmitir.
Las semillas que sembré en Jaén comienzan a dar su fruto y eso me resta mi anterior preocupación, la de haber tomado la decisión equivocada. Ahora que sé que decidí bien, ahora que mi esfuerzo se va reflejando en algunos proyectos que empiezan a ver la luz, que comienzo a tener nuevos amigos con quienes tomar café, cañas, o lo que sea, que mi relación con mis padres está en un punto más sano que insano y que yo, salvo momentos puntuales, me siento bien, estoy en un momento delicado y sin embargo soy feliz. Y no tengo aún un trabajo, ni una casa-hogar, ni compañero que me achuche pero todo eso es secundario porque tener-ser-estar son los verbos que nos ubican las comisuras de los labios en uno u otro sentido, por más o por menos tiempo.
A todos aquellos que me desearon mi bien por mi propio bien; a todos aquellos que me desearon el bien, por su propio bien; con el dedo de en medio arriba, a todos aquellos que me desearon mal por su bien y con el dedo de en medio arriba golpeando el aire a todos los que me desearon mal sin que les aportara ningún bien, sólo me resta decirles que las comisuras de mis labios, pese a todo, están hacia arriba.

19 enero 2008

A veces las semanas pasan rápido, fugaces como una comida en el Burger King, y luego llega un viernes lento y pesado, que se sube a los hombros como una contractura que no pasará hasta el lunes. A veces, no muchas veces, se me agarra la pena a la tripa como un alien maldito. Sólo sucede cuando estoy tan cansada que ni ganas me quedan de quitarme la tristeza. Algunos piensan, piensan mal, que los psicólogos no tenemos derecho a disfrutar de este estado y si lo hacemos, ha de ser en silencio, como quien sufre de cagaleras, hemorroides, dolor de ovarios y tantas dolencias que está feo mentar. Pero lo cierto es que esta noche siento que no estoy donde quiero estar, haciendo lo que quiero hacer ni diciendo lo que quiero decir. Y casi quisiera ser más conformista y acurrucarme en un sofá dejándome caer en cualquier pecho y abrir mi corazón y mis piernas para sentirme, aunque fuera mentira, la reina de los mares. Hoy se me quedan, no pequeños, pero sí insuficientes, los balbuceos y las caricias torpes, porque hoy echo de menos las palabras, los besos en la boca, las batallas de cosquillas y las sábanas revueltas.

07 enero 2008

gozar de nuevo

Por primera vez en un año anoche me dejé llevar, lo hice y me quedé tan relajada que dormí durante toda la noche. Hace tiempo, cuando llevaba unos días sin hacerlo me parecía una eternidad; después de soportar durante tantos meses este querer y no poder, o poder y no apetecer, coincidieron en un instante las ganas y la oportunidad. Y fue la misma persona que hace años me hizo temblar y emocionarme quien me mantuvo despierta hasta la madrugada, feliz en el reencuentro, al abrigo de las mantas, bajo una luz tenue pero suficiente para ver lo que había que ver... y así me dejé arropar por el murmullo de las hojas hasta caer rendida sobre él, con la promesa de “mañana seguimos” sellada en el rincón de las buenas intenciones. Pero hoy no podrá ser.
Anoche por fin, después de un año, volví a leer en la cama y elegí a Matilde Asensi, de nuevo “El origen perdido”.
Es poderoso el reencuentro con los antiguos y pequeños placeres. Y fue mejor que cuando volví a comer jamón.