CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

29 enero 2010

Un gran corazón


No me definiría como una amante de los animales, la verdad. Me parecen bonitos, estoy en contra de cualquier forma de maltrato animal _aunque no soy vegetariana_ soy anti-toros y anti-abrigos de piel y anti-peleas de gallos. Poco más. No me gusta acariciarlos, ni tenerlos cerca y mucho menos tener un animal en casa. Al menos ya no les tengo fobia. Tiempo atrás mi fobia a los perros era tal que si veía venir a un perro de lejos cruzaba la acera y que no visitaba a ciertos amigos en sus casas si sabía que tenían perro, por pequeño que fuera. Así que cuando mi perro llegó a casa la idea no me gustó nada. No estaba nunca donde estaba él y entraba a la cocina con una toalla en la mano para que jugara con ella y no se me acercara. Una noche mi madre me pidió que dejara dormir a la bola de pelo en mi cuarto, porque "el animalico pasa miedo si está solo" ... pero ¡Es que a mí me daba miedo el animalico!. No obstante, como me daba más pena que miedo, le dejé estar. Cuando abría los ojos y veía la cara del perro (esa carita tan linda que tiene) me daba media vuelta del susto con tal ímpetu que mi cabeza chocaba contra la pared. Pasé una noche horrible. Días después le sacaba a pasear cada día y un día hasta me enfrenté con un cacho perro que quería hacerle daño.
De aquello hace ya once años. Mi hijo le adora y él... respeta a mi hijo.
Hace un par de días el veterinario nos dijo que había que ponerle una inyección letal o mantenerle con vida a sabiendas de que sufre mucho. El problema: su corazón es demasiado grande. Siendo como es, no podía morir por otro motivo. Como mis padres han viajado le tengo en casa y se me deshace el alma cuando le veo llorar y cuando le veo caminar quejoso o estar tumbado y tristón. Aunque tiene momentos en los que parece volver a la vida y se porta como un cachorro.
Le echaré de menos cuando se marche.

27 enero 2010

La fórmula de la felicidad.

Ayer terminé de leer un libro que tenía este título. Su autor, Stefan Klein. He aprendido mucho sobre las bases neurofarmacológicas de las emociones gratas e ingratas y me ha encantado adentrarme en los rincones de la Psiconeuroinmunología y sorprenderme con la lectura de un libro que tenía hace años y que nunca me dio por leer pesnando que se trataba de un manual de autoayuda facilón. También me ha recordado algunos aspectos olvidados sobre diseño experimental y me he sorprendido mucho con los experimentos realizados en torno a las emociones humanas y animales, la replicabilidad de los experimentos, la fiabilidad de sus afirmaciones y me ha sorprendido mucho conocer que se han realizado muchos y muy serios estudios acerca del modo en que nuestro cerebro funciona, los procesos neuroquímicos que nos hacen sentir y, sobre todo, la prueba científica de cómo es posible actuar en bucle y conseguir sentirnos mejor con muy poco. Un día de estos, en mi blog de Psicología Educativa, expondré un resumen serio del libro, con comentarios y con alguna réplica de algún experimento a pequeña escala. Ahí lo dejo, en mi enorme lista de tareas pendientes.
Por lo pronto, he tomado esta mañana la determinación de escribir sobre mi día de ayer centrándome tan solo en los aspectos positivos. Me he sorprendido al comprobar cómo he escrito una docena de eventos felices. No los voy a reescribir aquí pero sí diré que al rememorarlos mi humor se ha transformado milagrosamente y hasta ahora no se me ha borrado la sonrisa de la cara. No sólo ha cambiado la expresión de mi rostro, sino mi modo de trabajar, de hablar y de reflexionar, no sólo sobre mí, sino sobre los otros. He sido capaz de ver el lado positivo de las cosas y me he mostrado mucho más tolerante y transigente que la mayoría de las veces.
A lo largo de la tarde, hablando de una persona a la que considero (entre otras muchas cosas) agresiva e hiriente, me he puesto de un modo casi automático en su lugar y se ha transformado el desprecio en lástima (vale, a nadie nos gusta que nos tengan lástima, pero es mejor que el odio ¿no?)... y luego la lástima en una mera comprensión de persona-circunstancias-acciones...; mi odio se ha disipado. Simplemente, estoy tranquila respecto a ella, en mi convencimiento de que cada cual lleva en el pecado la penitencia y a sabiendas de que a cada cerdo le llega su San Martín, pero dándome exactamente igual lo que le suceda e incluso sintiendo lástima por lo que ya se ve venir.
En fin, lo que venía diciendo es que considero una gran idea reparar cada noche, antes de irse a la cama, en una enumeración de los acontecimientos positivos del día.
De todos los de ayer, destaco aquel momento de la tarde en que mi hijo y yo, tumbados en la cama, nos acariciábamos la cara y charlábamos bajito sobre nuestros planes para el resto de la jornada. Fue uno de esos momentos (por fortuna bastante frecuentes) en los que una siente que tomó las decisiones acertadas, en los que me doy cuenta de que estoy criando un hijo sano y feliz; uno de esos instantes de plenitud que mi hijo me regala varias veces al día. Uno de esos momentos en los que siento que no necesito nada más.
Estoy tranquila. Soy feliz. Siento paz.

19 enero 2010

diez flashes para Shunna

Hacía mucho tiempo que no me leías nada tuyo; como siempre, me he quedado embobada escuchándote, perdida en el fondo y en la forma que das a tus palabras, en el alma con que las perfumas, en la pasión que pones en todo lo que haces y en todo lo que quisieras hacer. Y mis famosos flashes juguetones han venido a hacerme compañía, flashes acumulados para siempre en el fondo de mi memoria desde hace 17 años (???) _eres tú la que lleva la cuenta_.
Me siento orgullosa de tener una amiga como tú; me siento orgullosa de haberte conocido. No tengo una púa de guitarra de Silvio Rodríguez; no tengo un libro dedicado de Matilde Asensi; no tengo la funda cojonera de Michael Jackson. Pero tengo el honor de ser el pañuelo de mocos y la caja de risas de Shunna.
Flash 1: la entreplanta llena de adolescentes fumadores, tu pelo muy corto, tus ojos azules y mis cigarrillos pudriéndose de asco en el cenicero.
Flash 2: un streap pócker en el patio de tu casa y tu madre mirando el espectáculo detrás de las cortinas. Aquel día perdí para siempre mi complejo de tetas.
Flash 3: memorable noche de las dos pavas llorando a hombres en el suelo de la entrada del edificio de la Seguridad Social
Flash 4: Musculitos guapo y superficial junto a amigo bueno, feo y bajito cenando en un burguer sin provisión de condones porque no tenían más pretensión que ir a cenar hamburguesas y no esperaban un chupito de jazmín congelado... por supuesto el feo me quería para él (qué depresión). Tenemos que repetir lo de los chupitos esos.
Flash 5: Pasillo de Magisterio; libros, apuntes y juegos de rol
Flash 6: la próxima vez que decida ver una peli de miedo contigo recuérdame no poner mi cabeza entre tus rodillas. Pasé miedo, pero miedo de verdad.
Flash 7: retiro monacal para guardar silencio en Semana Santa en una fría casa a medio construir a tomar por culo. Mucho silencio no guardamos pero _cosas de la necesidad_ aprendí a encender una chimenea.
Flash 8: Mi novio metiéndote mano delante de mis narices como si una fuera ciega. Lo mejor de todo es que me dio igual.
Flash 9: El pelo azul es bonito siempre que al día siguiente no se ponga verde. Esa fue la única vez en tu vida en la que realmente te has dedicado a poner verdes a todos aquellos en los que te has apoyado.
Flash 10: Eres la persona más íntegra y valiosa que he conocido; te quiero mucho... y ahora no te lo digo por eso de las hormonas.

Lo dicho. De lo mejorcito que me ha pasado en la vida. Muchos llegan y se van, pero tú permaneces.
Deseandito de juerga loca y risas contigo pero por Dios... (Flash 11) no me dejes beber chupitos de menta en el único bar abierto de Córdoba.