CUADERNOS DE TZADE

Cosas que me pasan, cosas que pienso, cosas que digo y cosas que callo

31 enero 2006

Aprendí que no puedes ir por la vida pretendiendo ser mejor que tus padres; que tus esfuerzos no han de concentrarse en hacerles la competencia, en proyectar sus errores...; por extensión he pensado hoy que tampoco puedes pretender ser mejor que tus maestros. Las clases de hoy han fluido como pocas; naturalmente, como si existiera un guión bien aprendido y todo fluyera con la calma de una corriente que sabe dónde dirigirse milenios atrás.
Me gusta creer que nada ocurre al azar. ES menos científico que creer que todo ocurre por una razón: causa / consecuencia; desencadenante / suceso; intención / consecución; acción / reacción.
Siempre existe una respuesta; aunque sea silencio.
Trato de estar en paz. No siempre es fácil. Asumir realidades duras no es precisamente mi asignatura más brillante. No lo es ninguna en realidad. Aprendo de la vida a trompicones, como un mal alumno. Últimamente tengo la sensación de no hacer nada bien, de equivocarme en todo lo que hago, todo lo que digo, todo lo que pienso y todo lo que decido (suena muy radical y sé que es discutible, pero así es como lo siento). “La respuesta correcta es justo lo contrario”, ese es mi lema, en consonancia con mi querido amigo Murphy.
Ando muy despistada. Ayer se me pasó la hora de entrada al trabajo, me costó 30 € de taxi; hoy olvidé la agenda en el trabajo y la carpeta de actividades en casa de mi alumno. Duermo cuanto puedo. Duermo profundamente. Sigo sin querer despertar, pero me he propuesto hacerlo: sonreír al espejo, buscar mi destino, no permitir que nada me derrumbe, crecer para adentro.
Soy cobarde. La vida me da miedo, el amor me da miedo, el fracaso me da miedo, los errores me dan miedo y el pasado, los tiburones, las cucarachas, la oscuridad, el fuego, la muerte, los fantasmas, los agresores, los terroristas, los accidentes, el moho del queso, la leche agria, los kilos de más, el alma de menos, la sonrisa perdida, encontrarme conmigo y no gustarme... Tengo miedo. Pero no tengo miedo. Porque no hay amor, pasado, tiburón, cucaracha, incendio, espíritu, terrorista, accidente, microbio, kilo... que me pueda robar lo que he sido y lo que quede de mí cuando pasen cien años.

30 enero 2006

Mi castillo, mi fortaleza, mi lugar.

Gabriel vino anoche a mi memoria. Estaba ordenando el ordenador, borrando archivos, recolocando apuntes... y apareció su carpeta, que llevaba meses dormida, con sus fotos, sus mails y algunas conversaciones que quise guardar. Me dejó un sabor agridulce y dio que pensar... de hecho llegué tarde al trabajo, pues me distraje leyendo entre líneas sus comentarios y los míos. Y es curioso cómo una misma realidad puede dar lugar a juicios tan diferentes. Intenso, breve, dulce, salvaje, cálido, hiriente. Me eleva, me hunde, me arropa, me destapa, me recuerda, me comprende, me incomprende, me quiere...
No fue casual que me detuviera en su archivo. Por la mañana pensé en él. No cabía en su mente la idea de que un amigo pudiera dormir a mi lado sin segundas, insanas y podbres intenciones. Pero anoche, por segunda vez, dormí con Jorge Q, sin que hubiera más que caricias suaves en el pelo, charla y risas hasta el sueño y después del sueño. No hubo ni habrá, porque no es mi tipo, porque no me atrae, porque no quiero. Y es una pena porque es dulce y tierno como un chiquillo, porque sabe decir “te necesito”, porque abraza sin maldad y porque me encanta. Paradójico ¿verdad?
Pero es ahora cuando estoy recobrando el juicio y aprendiendo a olvidar sin olvidarme, a amarme y perdonarme, a vivir.
Hay muchas formas de suicidarse; llevo más de un año suicidándome, sin atreverme a hundirme en la muerte, como quien quiere sumergirse en el océano, pero le parece frío, inmenso y le da miedo, bailaba de puntillas por la orilla buscando el valor y entretanto dejándome mojar los pies y contemplando sus olas. Una ola enorme llegó a mí y quiso arrastrarme mar adentro; salí dando ridículas brazadas, buscándome el aliento, tuve frío, amé al sol.
Había dejado de comer; había dejado de dormir; me había apartado de todos los que me querían o empezaban a hacerlo. Eché a patadas a Gabriel, a José Manuel, a Esteban... ignoré a Pilar, a Rosa, a Cruz... olvidé nombres de personas que me ofrecían salidas reales. No volví a llamar a Doña Meli. He olvidado cientos de nombres. He estado ciega de rabia y de muerte. Gabriel no llevaba razón en todo. Me habló desde el orgullo del amante despechado, atacó como una fiera herida, sermoneó desde su púlpito dogmático y quiso sacarme a la fuerza, a fin de cuentas, de mis arenas movedizas, donde yo había elegido estar por un tiempo indefinido. Pero sí solía repetir algo así como “tu carrera desenfrenada hacia la destrucción”. Llegó a esa conclusión a través de juicios precipitados y generalizaciones absurdas (me convirtió en alcohólica por beber de vez en cuando, en drogadicta por fumar cannabis una vez al mes, en puta por entregarme a brazos distintos a los suyos con una frivolidad y frecuencia inventadas o exageradas), pero llevaba razón el cabrón. Intuía, sabía... que había comenzado un viaje que no llevaba a ninguna parte. Me asustaba a veces, cuando parecía conocerme mejor que yo misma.
Si no dejamos ir en paz a aquellos que se fueron no podremos recibir a quienes llegan. En una ciudad donde casi no puedes permitirte más de 30 metros cuadrados para ti solo, vas en metro como sardina enlatada y el espacio interpersonal se reduce prácticamente a tu propia piel es fácil de comprender algo así. El espacio es importante. Nuestro corazón tiene espacios; tiene lugares: uno grande para la familia; uno acogedor para los amigos; uno exclusivo para el amado y uno vital, ordenado, limpio y bonito para uno mismo. Mi castillo fue un soft donde ya solo faltó el incesto para acabar de mezclarlo todo (mis tres hermanos son guapísimos, pero no me dio por ahí).
Cada estancia de nuestro castillo merece respeto. Uno puede llenarlo de tesoros... o de mierda. Y la elección es solo nuestra. Sólo nuestra.
Hay que ventilar, ordenar y limpiar. Y cuando todo esté bonito, haré una fiesta para celebrarlo.

27 enero 2006

Declaración de intenciones

Me gusta pensar que todo ha sido una pesadilla y que estoy a salvo. Sigo pensando que yo soy mi peor enemigo y que nadie tiene verdadero poder para herirme. Acudir a un programa de víctimas de la violencia o algo así no es más que autoimponerme la etiqueta de "víctima" con la que no deseo sentirme identificada. Paso de entrar a un grupo de lloronas y retorcerme con ellas mezclando sus mierdas con las mías. No quiero, no quiero y no quiero. Tuve mala suerte, eso es todo. Y no voy a continuar con este asunto. He pensado, he decidido y no admite discusión. Doy por zanjado el episodio de agresión sexual y no quiero que nada en mi vida gire alrededor de él. Mi tiempo es valioso y tengo muchas cosas importantes que hacer. El pasado sólo sirve para perder el tiempo una vez que has extraído de él las lecciones que te enseña.
He tomado definitivamente distancia con aquellos que me tiran los trastos y no me interesan y roza la linea que separa la insistencia del acoso. También he decidido no aceptar la acogida de brazos protectores, más o menos desinteresados. Creo en el amor más que nunca y estoy abierta si llega, pero no lo busco y tampoco lo necesito.
He definido en mi mente claramente qué busco en una pareja y qué rechazo y tengo paciencia para esperar el "mágico momento" qu eno truncará mi vida si no se produce.
No crearé nuevas relaciones de dependencia emocional. Soy el primer ser importante de mi lista de seres importantes.
Soy más fuerte que nunca y estoy dispuesta a matar para defenderme.

Me considero una persona valiosa en muchos aspectos. La vida no me ha tratado bien porque yo no me he tratado bien a mí misma: he descuidado mi aspecto, mi alimentación, mi descanso, mi paz... y ahora estoy fea, desnutrida, cansada y angustiada. Me he convertido en carne de cañón para indeseables.
Soy una buena persona y merezco estar rodeada de buenas personas. Deseo vivir en mi lugar del mundo, escuchar el agua caer cuando me vaya a dormir, ver amaneceres impresionantes y lograr todos mis sueños. Soy capaz de realizarlos y lo haré.
Tengo derecho a ser amada y no merezco ser traicionada, violada u olvidada.
Tengo derecho a que se reconozca mi trabajo, a cobrar por el mismo un sueldo digno y a sentirme bien en él. No merezco la explotación y no la admitiré.
Merezco descansar, disfrutar de la comida y de los pequeños placeres de la vida; merezco abrazos, merezco respeto, merezco la vida y no acabaré con ella, ni por activa ni por pasiva. Todo lo que emprenda de ahora en adelante será para sentirme bien, hasta lo smás pequeños detalles.
Merezco una casa limpia, ordenada, bonita y acogedora y así la haré.
Merezco disfrutar de la comida, de mis maravillosas ensaladas, de mi calentito y sabroso consomé, del dulce, del salado del ácido...
Merezco despertar descansada
Merezco ponerme bonita
Merezco sonreír.
Merezco disfrutar con salud del resto de mi exixtencia y merezco no sentirme sola.
Renazco de mis cenizas... una vez más, las que hagan falta.
Nada podrá conmigo.
No tengo miedo.

17 enero 2006

Nada... demasiado

Que llegue el sueño... varias horas de seguido, reparador, profundo... que llegue el sueño.

La flaca contempla la cama aun deshecha, restos de una lucha inútil, de una guerra perdida... y el dolor se regocija en ella mordiendo con saña su frente y hundiéndola hasta lo más profundo del suelo. El recuerdo de algo que sucedió hace horas tan solo y sin embargo parece haber estado ahí siempre sentado en la cama se ríe de ella a carcajadas y la flaca no puede soportarlo por más tiempo... coge su abrigo y se va a pasear bajo la lluvia. La flaca tiene sueño, pero teme dormir.

Dudar es perder

La sensación de triunfo que se siente cuando atraviesas unas puertas de metro que están cerrando, después de una carrera escaleras abajo y mirar a la meta esquivando a la masa, sonreír al desconocido que ha visto el "salto de la gloria" volando sobre tacones, casi estamparte contra la puerta de enfrente y además que haya un sitio libre: "el sillón de la reina". Eso pone de buen humor a cualquiera. Si al sonar el silbido hubiera dudado un instante, si al ver las puertas cerrarse hubiera vacilado solo un poco no estaría aquí, en mi sillón de reina, en mi pequeña gloria, regocijándome de que voy a llegar al trabajo cinco minutos menos tarde. Sé que suena exagerado pero.. puede que sea mi única alegría en todo el día. Así que me dejaré columpiar en mi estúpida gloria por unos minutos más.

Venganza

A lo largo de mi vida he permitido que algunas personas me hagan daño. He sentido, aún siento por algunos, un profundo resentimiento y el deseo de que la vida les de un apatada donde más les duela. He sentido _y siento_ rabia, ira, deseos de golpear a alguien. Y he planeado venganzas terribles. Pero nunca, NUNCA, las he llevado a cabo. Nunca he concentrado mis fuerzas en hacer daño a alguien y a menudo me muerdo la lengua si estoy a punto de decir algo que puede herir mucho a una persona que me ha herido y que, casi seguro, no callaría de estar en mi lugar. No. La venganza definitivamente no es mi camino y por mi modo de ser no creo que lo sea nunca.
En los últimos meses, sin embargo, me he visto envuelta sin darme cuenta, en una trama de sucesos encaminados a hacer daño a alguien y mi ego, mi dignidad, mi integridad... han salido maltrechos. De un lado y de otro se me ha utilizado como arma arrojadiza y lo peor es que no me daba cuenta. Es demasiado sencillo jugar conmigo. Para las mentes retorcidas soy un filón.
Que alguna vez se me haya usado para el sexo es algo que no me duele demasiado porque, a fin de cuentas, yo también lo disfruto y porque puedo decir, aunque no me sienta orgullosa, que yo también he utilizado a algunos hombres para que me arreglen un grifo, para no sentirme sola o para dar celos a otros. De ahí a que se juegue con mis sentimientos, mi dignidad, mi tendencia a ayudar a los demás... es algo distinto. Hoy creo que no me ablandaría una súplica, o unas lágrimas, ni que un hombre se partiera el pecho para ponerme su corazón en la mano. No sé en quién confiar y por extensión no confío en nadie. Me siento utilizada. Qué asco.

14 enero 2006

Juegos de guerra

Desde el 28 de Noviembre conservo un recorte de prensa que me impactó especialmente. En la foto dos alumnas rusas empuñan un kalashnikov como parte de su formación en una escuela femenina moscovita. Se trata de un plan experimental de restauración de la educación separada de niños y niñas, con el que se les intenta inculcar disciplina y patriotismo. Con uniforme militar y trencitas y una confusa expresión en el rostro, mezcla de inocencia y severidad, me conmovió hasta el punto de que desde entonces tengo esta foto colgada, junto a las fotos, dibujos y redacciones de mis alumnos "mi profe Inma huele ha fresas" y "por favor me da un melón".
Las niñas del arma casi tan alta como ellas tienen más o menos la misma edad que las que dibujaron al melonero y a una profesora sentada con su alumna dentro de una casa.
Hoy desperté de mal humor porque son las dos y media de la tarde, me acabo de levantar y a ver quién se duerme a media noche y a ver quién es capaz de madrugar mañana. Al llegar al salón contemplé el contraste del "rincón de los niños" y se me contagió el gris del cielo en un punto invisible que tenemos entre el estómago y el pecho y que se nos remueve cuando nos emocionamos, nos entristecemos o nos enamoramos.
"Hoy soy gris" _ me dijo una vez una niña de diez años para explicarme cómo se sentía_; le respondí que uno puede pintar su mundo del color que quiera y me pregunto hasta cuándo me creeré lo que digo a mis niños. Creo que el día que sienta que les miento no podré ayudarles igual. Lucho cada día para que en mi paleta no se mezclen los colores y se quede toda gris ceniza, como cuando juntamos la plastilina. Pero en días como hoy me flaquean las fuerzas y necesito ser rescatada de mí misma.

07 enero 2006

Sueños lúcidos

Últimamente tengo pesadillas. Suelen suceder durante la primera hora del sueño. Soledad, silencio y oscuridad son casi siempre los elementos claves. Además son pesadillas dobles, es decir, sueño que despierto pero sigo durmiendo, con lo que la segunda pesadilla parece más real.
Ante mi cara sentí el tacto suave de un pelo muy liso, comencé a acariciarlo creyendo que eran los flecos de un chal que dejé sobre la cama al dormir. Al abrir los ojos vi la cara de una muchacha de unos veinte años, con grandes ojos negros, muy delgada, labios finos y una palidez sobrehumana. Sonrió con una malvada sonrisa ensangrentada y me quiso morder. Le tiré del pelo fuertemente cerrando los puños y le dije: "no eres real, quiero despertar, Inma, despierta, despierta!" desperté con el puño cerrado apretando las sábanas. Había vencido. Escuché algo parecido a una pelea bajo la ventana. Las persianas estaban echadas (casi nunca las cierro, porque no me gusta la oscuridad). Palpé las cortinas y quise subir la persiana; entonces dos blancas y largas manos tiraron de las mantas hacia abajo y al tirar yo de ellas salió esa muchacha bajo las sábanas y me miró desafiante. El sonido de mis gritos me despertó... "¿Estoy despierta? ¿ahora sí? ¿de verdad?" _pensé. Después miré el reloj; había logrado dormir media hora y antes de que me volviera a vencer el sueño me dediqué a pensar en alguna manera para distinguir el sueño de la realidad y luego a pensar en cosas preciosas para no volver a tener pesadillas. No quise lamentarme por sentirme sola al despertar, pero lo cierto es que me hubiera gustado que alguien me diera un poco de paz, aunque haya aprendido a darme la paz yo sola.
No hace mucho leí algo de Alejandro Jodorowsky (o algo así), "Psicomagia", en él hablaba de los actos poéticos, de los poetas-políticos de Chile y también de los sueños lúcidos. La verdad es que dejé el libro a medias porque me aburrió, pero tal vez lo retome para saber cómo el tal Jodorowsky dominaba sus sueños.