"Harta de naufragar por las esquinas
del tiempo que camina y no perdona,
cansada de vagar en la rutina,
risa de niña y dientes de leona,
me rindo a la monotonía cansina,
las manchas de café sobre la ropa,
los restos de las risas acabadas,
los suspiros ocultos: bocanadas
del aire incivilizante, de la nada,
del aplastamiento brutal del suburbano,
de la risa fugaz: la vitamina
que por un instante nos transforma a humanos.
Cansada de vagar y descansada
del cansino tic-tac de los segundos,
antes de vomitar sobre la almohada
me asomo al balcón para escupirle al mundo.
Antes que prisionera de sus cuerdas
me visto con el traje del guerrero,
no le temo al volcán ni al aguacero
y salgo a cabalgar entre la niebla.
Blanda como el acero preforjado
y dura como roca ya fundida,
antes que ser derrota o ser huída
prefiero ser druida de mis tiempos.
Antes que ser de tierra soy de viento.
Antes que ser estar soy la partida
y antes de naufragar me crecen alas.
Algo extraño ocurre cuando una se sienta a esperar sin saber muy bien por qué, a pesar de diecisiete horas cargadas a la cuenta de la tercera dorsal. Mañana me cagaré en todas las horas muertas, ahora sólo aguanto el dolor de culo. Pero hoy no quería irme a dormir sin dar las buenas noches. ESta noche no. No lo soporto. Me duelen demasiado los minutos fríos y vacíos previos al sueño. Esta noche no puedo. El día fue largo y no quise acabarlo con largura.
De mi sombra he contemplado mi flacura, que no flaqueza, el sol a mis espaldas, asesinando por rayos soledades que a veces duelen solas, sin que nadie las llame. Esta noche no. Ya no quería más mochila en mis hombros que los pesados libros que he cargado durante todo el día"
Todo esto escribía en la noche del viernes, sentada en la barra de un bar, esperando por Julio. Se emocionó al verme, no me esperaba y yo tampoco esperaba esperarle. Pero así sucedió y esta es la tercera noche que duerme en la casa. Él quiere rescatarme y yo no quiero ser rescatada. Me limito a dejarme llevar, es el presente, el aquí y el ahora, el no se sabe y hacemos el amor como si fuera la última vez, que es como debería hacerse siempre el amor. Le puso sol a mis días nublados, el sábado abrazó mi sueño y se sorprendió: "primera vez que paso la noche con una mujer en la misma cama y no le hago el amor". Siempre hay una primera vez para todo; trece horas de currele el sábado seguidas de una noche de mucho sexo y poco sueño. Me ha visto cargada de energía y me ha visto flaquita de fuerzas y me ha amado, enojada, triste, llorar, reír, comer con hambre y comer sin hambre y me ha querido. Me ha visto caminar descalza por el piso, contemplar paisajes en un libro, preparar café, trabajar, descansar, nostalgiear, echar de menos a otro hombre; me ha visto de mil modos y me ha amado y sabe que yo no quiero enamorarme y sabe bien que sus días están contados, aunque quiera contar el resto de sus días conmigo, o al menos más de los que mi agenda crucifica. En fin, ya son las doce ... aun quedaron apuntes por pasar al blog, será otro día... son días inspirados, no lo niego... pero también días cuajaditos de horas extra.